La resistencia de las palabras

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9 de Septiembre, 2015 

Ese miércoles aprovechando que sus hermanos se encontraban en el colegio y su madre había salido desde muy temprano a una reunión, después de desayunar Antonio decidió con el pijama aun puesto sacar todo lo que se encontraba dentro de los cajones y la biblioteca y botar todos los papeles que había acumulado durante tres años; ahí encerrados yacían sus mejores trabajos, los que alguna vez le valieron la mejores notas y excelentes cumplidos, esos trabajos que alguna vez pensó recopilar en lo que el decía seria su mayor obra. Lo cierto es que le dolía ver como todo había cambiado en cuestión de segundos, como todo lo que alguna vez había soñado ya no era mas que una ilusión del pasado, le dolió enviar todo su trabajo a la basura y verlo tan insignificante como se ve a los ojos de muchos una hoja de papel con miles de palabras escritas en tinta negra.

Deseaba que Alexander estuviera ahí con el y entregarle todo ese papel que al menos contribuiría a la noble causa que emprendía su amigo diariamente, salvar el planeta; a pesar de sus tortuosas relaciones a larga distancia que alguna vez lo habían lastimado tanto, Alexander nunca había cambiado su destino y aun seguía soñando con esas imposibilidades románticas que lo mantenían virgen, una realidad de la que se quejaba constantemente aludiendo que ninguna de las chicas que conocía era lo que el buscaba en una mujer, por eso su amigo disfrutaba mas que ninguno los placeres de la masturbación, la pornografía y el chat roulette. Antonio recordó mientras caminaba entre el mar de papeles que se encontraban a sus pies una mañana en la que Alexander le estaba contando una de sus aventuras virtuales a la que no le presto mucha atención.

- Oiga hablar con usted es como hablar con la pared, no entiendo porque le sigo contando vainas.

- Discúlpame Alex, pero necesitaba poner atención, tu sabes después como se pone la vieja de física donde pierda el examen. Sin embargo alcance a escuchar que te encontraste una muñeca bien linda en omegle. -Dijo pidiendo disculpas por su falta de atención 

- Bueno, la muñeca estaba muy linda, y ¡muy caliente! jajaja es que eso de irse a la cocina por un pepino de ensalada, imaginatela en unos años contando que la perdió con un pepino. -Dijo Alexander estallando en un carcajada.

Para algunos fanáticos del porno la escena podría ser hasta placentera y excitante por lo descabellado del momento, pero Antonio no pudo evitar sentirse aturdido y pregunto -¿usted me esta hablando enserio? no le puedo creer que la nena se hubiera puesto en esas.

- Toño le puedo jurar que esa nena estaba hirviendo, estaba colorada y la cara le sudaba,  y su respiración estaba tan entrecortada que el esfuerzo por respirar bien se convertía en un gemido inocente, pero no menos apasionante. Aunque verla con ese pepino en la mano y tan decidida, me pareció por un momento tan gracioso que no pude evitar reírme. la fuerza de mi carcajada la trajo a la realidad y automáticamente arrojo el pepino a un lado y colgó la videollamada

- Menos mal. -Dijo Antonio con un tono de alivio

- Dices menos mal porque no fuiste tu el que quedo iniciado. -Dijo Martín, quien tras terminar la actividad de electromagnetismo se había integrado a la conversación.

Esos eran sus amigos, unos irreverentes que constantemente se aprovechaban de su propiedad con las palabras sugiriéndole entre sus futuros éxitos literarios una novela erótica que los ayudara a desvestir a mas de una. Porque ironicamente Antonio tenia un poder con las palabras que lo hacia ser la adoración de algunas de sus compañeras de clase y hasta de algunas de sus profesoras.

Empacando sus libros en la maleta de viaje roja que tenia sobre la cama vio que el de Mario Mendoza "La locura de nuestro tiempo" tenia algunas hojas adentro y no considero apropiado empacarlo sin revisar de que trataba; tras haber leído dos o tres relatos de los que se encuentran en el libro encontró lo que a simple vista parecía un par de hojas dobladas, pero que en realidad era esa carta escrita alguna vez en Diciembre y cuyo único objetivo era ser el regalo de navidad mas sincero que se puede dar a alguien que se quiere. Y entonces pensó en llamarla, en preguntarle cómo estaba, qué había sido de ella durante tantas tardes de lluvia sin verse, vinieron a su mente las voces de Jose, Paola y Laura después de haberlo escuchado leyéndola, diciéndole que se la entregara que ella merecía saber lo que estaba allí adentro, que tal vez no cambiara mucho las cosas pero que al fin esa metáfora sobre los instantes y las cámaras instantáneas que dejan el momento en tus manos era solo para ella. 

Cuando ya tenia el numero a punto de ser marcado, cuando todo dependía únicamente de su anular vinieron estas palabras a su cabeza "no se la entregues, tu aun sientes algo por ella y no sabes el daño que te puede hacer la respuesta de alguien que no merece mas palabras tuyas." Esas palabras de Alejandra tan sinceras mientras leía un libro de Isabela Allende llegaron en el momento justo, haciéndolo enviar su celular contra el colchón en el que solo reposaban dos cobijas térmicas. Pensó en ir a visitar a Andres, su mejor amigo y mano derecha, pero seguramente se encontraba haciendo su trabajo de didacticas universitarias y no le pareció justo interrumpirlo.  Así que se dispuso a leer Hannah, uno de los relatos cortos que se encontraban en el libro y que exterminaba la idea de una promesa de amor eterno, algo que siempre admiro Antonio "Fue necesario el paso del tiempo, muchas culpas y muchas recriminaciones futuras, para entender porque ella estaba tan feliz mientras cogía su maleta y me decía adiós con la mano. Cuánta razón había en esa sonrisa..."

Así que necesitaba tiempo, tiempo no para olvidar porque sabia que nunca lo haría. Lo que necesitaba era tiempo para entender porque ella se había ido con una sonrisa mientras descansaba en el hombro de alguien mas. Y pensó acelerar el tiempo, enviar lo que sentía a años luz de él, pero fue imposible y fue cuando entendió la frase en la ultima pagina de su libro "Escribir es resistir" -Mario Mendoza.



Teoría de una carta sin entregarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora