Capítulo 1: Atrapada.

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No la tenía. No tenía la maldita caja entre mis magulladas y heridas manos.

Pero lo que si tenía, era a cuatro lobos furiosos pisandome los talones.

Corría como el viento, tratando de salir del laberinto de pisos de mármol y puertas de hierro. Mis zapatos con refuerzo de plata resonaban por las pálidas paredes.

-¡Regresa a aquí patética humana!-

-¡No te servira de nada correr!-

-¡Pagarás por esto!-

Las profundas voces se escuchaban cada vez más cerca.

Con los pulmones adoloridos de tanto correr, sólo podía pensar en una cosa. Una ventana. Eso era todo lo que pedía. Una mísera ventana por la cual Saltar y largarme de aquí pitando.

Tu puedes Gia...

Hasta que por fin, al final de un pasillo sin salida, un gran ventanal se extendía por casi toda la superficie de la pared. Acelere el paso con una sonrisa de alivio en los labios, casi dando gritos de alegría.

Los cuales fueron callados al sentir un objeto filoso hundirse en mi piel. Con un grito de dolor, saque la porquería de mi piel, casi gritando de furia al reconocer lo que era. Sedante. Los bastardos me habían sedado.

Apretando los labios en una fina línea, apreté el paso, con un sólo pensamiento en mente. Morir. Prefiera Saltar por la ventana y morir, que ser atrapada y torturada por esos perros sobreestimados.

Con la visión borrosa, escuche los gritos de los hombres que rogaban que me detuviera. Sin escucharlos, salté, y abrazando mis piernas por un instante, destroce el cristal hasta hacerlo añicos, enterrando en mi piel algunos trozos del mismo.

Mi cuerpo no calló al suelo como creí, si no que terminó tirado entre una alfombra de cristales en la cornisa de la mansión.

Con un gemido de dolor, giré sobre mi misma, alzandome de entre los cristales, comencé a deslizarme por las cornisas basta encontrar una ventana milagrosamente abierta. Entrando con cuidado de no hacer ruido, cerré la ventana con todo el silencio del que fui capaz, respirando con dificultad me arrastre por el suelo hasta quedar de espaldas a la gran cama que llenaba el espacio.

No me fijé En los demás detalles.

Levantándome con dificultad, aún con mi visión borrosa, me force a mi misma a buscar una salida. Pero, claro. Eso no sería tan fácil.

A través del zumbido que llenaba mis oídos, logre apreciar con total claridad el sonido de una puerta abrirse. Mire en esa dirección, quedándome totalmente paralizada al ver a la figura que se cernia sobre la pequeña puerta.

Cabello negro, gran musculatura sólo cubierta por una toalla en la cintura, aproximadamente un 1.90 de altura, barbilla fuerte y brazos torneados. Espalda ancha y buenos bíceps. Ojos de un increíble color verde con dorado, que no dejaban de verme con confusión e intensidad, ambos mezclados con la incredulidad del chico.

Me aleje de la figura, hasta quedar de espaldas a un mueble. El chico se acercaba con pasos depredadores, sin despegar la mirada de mis ojos. Verde y violeta, fundidos en una batalla de fuerza.

El chico se acercó hasta invadir mi espacio personal. Alzó la mano con rapidez. Estaba totalmente segura de que la estrellaria en mi rostro. Ladee la cabeza y cerré los ojos, lista para recibir el impacto de sus grandes manos.

Pero no.

Su mano acarició mi rostro, alzandolo con fuerza para que pudiera verlo a los ojos una vez más. El lugar donde su mano entraba en contacto con mi piel, dejaba un cosquilleo delicioso y cálido.

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