Capítulo 3: Visitas

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Había destruido todo lo que estaba a mi alrededor.

Desde los espejos, hasta los fuertes mástiles de madera que flanqueaban la cama. Había desgarrado las sábanas, e incluso parte de mi corta vestimenta, haciendome daño en el acto. Las paredes ahora mostraban profundos hoyos en su superficie, muestra de la furia desatada sobre ellas. Había plumas esparcidas por todo el suelo, prueba del desgarro de las almohadas. Los trofeos habían sido utilizados para tratar de romper el ventanal, sólo consiguiendo cristalizarlos un poco. Las lámparas, los sillones e incluso las mesitas de noche, habían terminado hechas astillas.

Todo el desastre a mi alrededor, era la prueba fehaciente, del despertar de la furia más grande y letal de todas.

La mía.

El bastardo, sólo había tomado una honda respiración y cerrado los ojos, dicho un simple, "Eso no cambia nada", para después salir pitando de la habitación, cerrando con llave las puertas de hierro y madera, que a pesar de todos mis intentos, no habían cedido.

Dejándome aquí, como si fuera un maldito cachorrito que no deseas que te siga.

Mire mis manos. Los nudillos estaban rojos y amoratados. Las uñas rotas y encarnadas. Tenía rasguños por mis piernas, justo donde había desgarrado la vestimenta dada por él. No quería nada que viniese de su mano.

No quería su ayuda. No quería su aprecio. No lo quería a él.

Camine en círculos por sobre las astillas, las plumas y las telas. Debía hacer un plan. No cualquier plan, si no el plan que me sacaría de aquí. Cerrando los ojos y suspirando con lentitud, comencé a recordar todo lo que sabía de los lobos.

No se me ocurrió otra cosa, que no fuera posesividad y estupidez.

Entonces lo obtuve. La respuesta del millón... del millón de mis miserias. Debía ganarme su confianza. Hacerle creer que había recapacitado y que deseaba ser su mate. Después de eso, y una vez conseguido mi objetivo, lo asesinaria. Pero para eso, necesitaba aconito. Y esa planta, sólo se conseguía en el bosque, por las montañas. Después tendría que fingir que me suicide de la pena, y....

-Vístete rápido que vam...- La voz del hombre frente a mi se cortó, al ver el estado de su antes perfecta habitación.- ¡¿PERO QUE DEMONIOS HICISTE?!-

Sus brillantes ojos verdes me fulminaron con tal intensidad que, de no encontrarme tan furiosa como estaba, habría retrocedido. Pero no lo hice. Olvidando por completo mi plan, camine hacia el frente, lista para encarar lo que se me venía encima.

~~~~~~§§§§~~~~

Estaba totalmente fuera de mis casillas. Esa mocosa narcisista había destruido toda maldita habitación. Y no sólo eso, si no que tenía el descaro de mirarme a los ojos con furia, como si yo hubiese destruido su habitación.

-¡LO HICE POR DEJARME ENCERRADA COMO A UN MALDITO AMIMAL, NARCISITA IDIOTA!- Grito la pequeña figura, con el rostro rojo de ira y las mejillas levemente hinchadas.

Se veía terriblemente tierna.

-¡No te atrevas a insultarme humana cara de tomate!-

Cara de tomate, muy ingenioso. ¿Que le dirás sobre su cabello?, ¿Mechas de Tamarindo tal vez?...

A pesar de todo, eso pareció ofenderla y avergonzarla al mismo tiempo. Tomo sus mejillas entre sus manos con vergüenza ante el color de su rostro... olvidando por completo el hecho de que estaba cohibida, al ver mi sonrisa ante su gesto.

-¡Perro Pulgoso!-

-¡Mocosa berrinchuda!- Respondí antes de poder darme cuenta.

Yo era el Alfa. Mataba a quien se atrevía a insultarme. No respondía como un niño de cuatro años. Lo único que faltaba, era que le sacara la lengua e hiciera un berrinche para que me diera unas nuevas almohadas de plumas de ganso.

The HunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora