Se veía tranquila y en paz. Sin embargo, la furia me invadía al ver su perfecta piel, manchada por moratones, rasguños y cicatrices.
Una simple humana había herido de gravedad a más de seis miembros de mi manada. Incluyéndome a mi. El Alfa. Aún no lograba entender como era eso posible.
Recorrí de arriba a abajo la figura inerte entre las sabanas de mi cama.
Su cabello Castaño claro adornaba ambos lados de su cabeza, sus sonrosados labios estaban entreabiertos, su perfil era tan delicado que recordaba al de una muñeca de porcelana. Sus clavículas eran perfectamente visibles a través de su piel, acentuando su fragilidad.
Lo más impresionante eran sus ojos. Jamás había visto unos ojos tan feroces y vivacez como los de la pequeña chica entre las mantas. Eran de un imposible color violeta.
Una sonrisa se extendió por mi rostro al saber que esa bella y letal chica era mía.
Mí mate, mí luna, la madre de mis cachorros, mía.
Sólo debía esperar el momento, para marcarla y fundirme con ella, de todas las formas posibles. Y así se quedaría a mi lado, para siempre.
~~~~~§§§§~~~~~
Podía sentir las suaves sábanas contra mis adoloridos músculos. Varias partes de mi cuerpo pulsaban con cada latido de mi corazón. Me sentía hecha de plomo, con la cabeza envuelta en una marea de bruma y confusión.
Sin embargo, permanecí quieta. El único cambio perceptible era el de mi respiración, la cual se había vuelto más forzada que antes. Me concentre de lleno en mis oídos. Esperando obtener así alguna señal de que estaba sola. Grande fue mi decepción, al darme cuenta de que no era así.
Podía escuchar otra respiración en la habitación, a la izquierda de donde me encontraba. Esa fuerte respiración, era acompañada por el suave sonido del pasar de página.
-Ya se que estas despierta querida, no te molestes en fingir conmigo.-
La gruesa y varonil voz, logró asustarme. No por la repentina forma en la que hablo, si no por lo familiar que me parecía.
Dando un suspiro resignado, abrí los ojos para cerrarlos de nuevo ante la avalancha de luz que entraba por el gran ventanal a mi izquierda. En un acto reflejo, alce mi brazo para cubrir mis ojos del cegador brillo, recibiendo en respuesta un dolor ensordecedor. Varios pinchazos se extendieron por el músculo tomándome por sorpresa.
El recuerdo del gran lobo golpeando mi brazo, fueron interrumpidos por un gruñido de furia, acompañado por la cama hundirse ante el peso de él.
El chico tomó con sorprendente delicadeza mi brazo entre sus manos, analizando con cuidado las partes amoratadas y rasgadas por los golpes que recibí la noche anterior.
-Parece que está sanando con gran rapidez...- Murmuró sumido en el análisis de mis heridas.
Aleje de un fuerte tirón mi mano de entre las suyas, ahogando un grito de dolor. Me deslice por entre las mantas hasta salir por el lado derecho de la cama, casi cayendo al suelo por la prisa del acto. Sujete con fuerza uno de los cuatro postes de madera que sostenían cortinas blancas alrededor de la cama, como en una película medieval.
La figura del chico me fulmino con furia desde su posición al otro lado de la cama. Tenía la clara impresión de que no le gustaba ser desobedecido. Se levantó con calma, sin despegar de mi sus brillantes ojos verdes.
-¿Cuanto tiempo estuve inconsciente?- Pregunté con fuerza y frialdad, mientras miraba de reojo hacia abajo, encontrandome con un camisón de seda y encaje blanco, y no con mi traje de batalla.- ¡¿Donde está mi ropa y porque tengo esto puesto?!-
ESTÁS LEYENDO
The Hunter
Werewolf-Se mía.- Pronunció con su voz ronca, diferente, con un retintín más... Animal. Sin poder pensar con claridad, cerré los ojos, recordando el placer de hace minutos atrás. Mi anatomía palpito de nuevo, siendo recorrida por caminos de chispas y fuego...