Enroque

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 Él la ve, ella lo ve. Cruzan miradas, una sonrisa, comienza el juego. La seducción no es más que una partida de ajedrez. Él se acerca lentamente, dejándose llevar por la monótona melodía, nada fuera de lo común. Ella puede parecer inocente, pero sabe sus intenciones, tiene planeado dejarlo hacerse valer, tal vez valga la pena. Entablan una conversación trivial, nada muy serio, el nombre del muchacho era Rodrigo y el de la muchacha era Jazmín, asistían diferentes a escuelas no muy distanciadas una de la otra, ella jugaba al hockey y él al fútbol, pero obviamente ambos jugaban al ajedrez. 

 Mientras hablaban, él seguía con su plan, el cual enmascaraba con esa charla tan poco productiva que tenían. Obviamente Rodrigo mentía, su vida no era remotamente tan interesante como la relataba, y ella lo sabía, o por lo menos lo intuía, pero había algo en él que llamaba su atención. Con movimientos precisos, y a veces un poco imprudentes, el muchacho se acercaba hacia ella. Igualmente, estaba nervioso, no hacía eso muy seguido, no sabía que Jazmín ya sabía desde un principio su objetivo, ya no tenían catorce años.

 El exótico baile continuaba, pero una imprudencia por parte del muchacho lo llevo a la derrota. Se había precipitado mucho, con su mano se movió a lugares que no debía, por lo menos no por ahora, y esto a ella no le pareció muy agradable. En tres movimientos, con una torre, dos alfiles y la reina logró cercar al rey de Rodrigo y exclamó un jaque mate. Ambos se levantaron, pararon el reloj junto con su inmutable melodía y se dieron la mano, intercambiaron saludos y un "bien jugado". Luego ella, orgullosa, salió de la sala y él, no muy contento con su desempeño, se quedo guardando el tablero y las fichas en un estante a su espalda.


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