Prólogo.

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Fueron cuatro veces las que preguntó si había alguien en casa.

Fueron tres veces las que rogó por que yo contestara.

Fueron dos veces las que gritó mi nombre.

Y fue una sola vez la que vi como la segunda torre caía lentamente; ni siquiera sé porque las conté, pero no pude evitar recordar las veces que jugabamos jenga, y sus gritos de emoción esta vez no eran de emoción. Su llanto de felicidad no era de felicidad. Y su mirada ya no era la misma de antes. Sus ojos azules y brillantes ahora estaban opacos. Sus labios rosados ahora eran grises. Y su enorme corazón ya no palpitaba al ritmo de su música favorita.

Realmente, nada era lo mismo. Nada era igual. Todo cambió completamente. Excepto mi amor por ella.


9/11; m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora