Tres.

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Por primera vez volví a casa, todo se me hacía completamente desconocido. Había pasado mucho tiempo, no lo creo, pero estar sin ella se siente como una eternidad. Entré a mi habitación, sus cosas estaban en el mismo lugar en que las dejó, no me atrevo a tocarlas, no quiero dejar ir lo único que me queda de ella, lo único completo. 

El olor de su perfume favorito seguía volando en la habitación. Su blusa favorita estaba tirada a un lado de la cama, creo que no quiso usarla ese día. Y tomó una buena decisión. Su joyero estaba muy desordenado, si no lo estuviera dudaría en que ella era Paige.

—¿Quieres qué te ayude en algo?— Luke me preguntó con voz baja y entrando lentamente a la habitación, pensando en que lo pararía.

—Solo estaba... olvídalo. Tomaré algunas cosas y podemos irnos, te veo en el auto.— Luke solo asintió y salió del cuarto con desilución.

No quería que me viera derrumbarme, aunque despues de ese día no creo verme de una peor forma. Sin darme cuenta ya estaba en el piso llorando, implorando porque ella regresase. Mis gritos hicieron que Luke subiera con rapidez a la habitación. No podía parar de hacerlo, era inevitable. Su voz, su cuerpo, aparecían en el cuarto, era tan real pero tan irreal a la vez. ¿Podía tocarla? No. ¿Podía sentirla? Tal vez. Luke tomaba de mi espalda, tratando de levantarme, acarició mi espalda unas cuantas veces seguido de unas palmadas. Incluso estar con Luke era pensar en ella.

—Tranquilo, hermano. Vamos a casa.

—No Luke, quiero quedarme aquí.— gritaba desesperadamente. Nada iba a lograr que yo dejara este lugar.

—¡Michael entiende, ella ya no está aquí!— la voz de Luke me retumbo en los oídos una y otra vez sin parar.

Ella ya no está aquí. Ella ya no está aquí. Ella ya no está aquí. Era como un eco sin fin. Miré a Luke y ahora él estaba llorando, ¿por qué? no lo sé. Tomo mi cuello y me acercó a su frente, ambas tocándose. Nunca lo había visto de esta forma, ni siquiera después de una pelea con Grace. Me soltó con fuerza y puso su cabeza encima de mis piernas, llorando como un bebé tomó mi mano y la posicionó sobre su cabeza, abrazó mis piernas y se quedó lloriqueando por varios minutos. En mi caso, las lagrimas habían desaparecido, estaba conmocionado por lo sucedido. Finalmente se levantó del suelo y salió sin decir algo, más que un:

—"Te espero abajo."

No entendí nada de lo que había pasado, pero fue más fácil salir de ahí. Tomé algunas de mis pertenencias. Ropa, zapatos, locion... y una pequeña caja color rojo carmín que llevaba dentro un pequeño objeto muy importante para mi, ella era la indicada, y me lo había dicho mi madre. Ahora ella no lo sabrá, ninguna de las dos de hecho. Creo que esperé demasiado para decirlo. 

Bajé escalera por escalera, no tres escaleras cada tres, antes solía ser más divertido. Miré la cocina por última vez, estaba destruida, platos rotos por todos lados, y los momentos de ese día volvieron a mi, odiaba todo esto. Entré al auto con Luke y él aún seguía con los ojos llorosos e hinchados, pensé en si sería buena idea el preguntar por qué se derrumbó de esa forma. Tal vez no estaba bien, pero yo lo creía así.

—¿Puedo preguntar algo?— lo solté de la nada y tomé un enorme respiro antes de volver a preguntar.

—Ya lo estas haciendo.— una sonrisa salió de su rostro.

—¿Por qué...— no me dejó terminar y él ya tenía en boca las palabras que tenía que decir, como si lo hubiera estado ensayando.

—Es triste, ¿sabes? ver a tu mejor amigo de esta forma.— me señaló por completo— no puedo creer que todo esto es por una chica, y no lo tomes a mal, quiero decir... En verdad la amabas Michael. Grace siempre dijo que solo la quería para un rato, y ya sabes como es ella que trata de meterte cosas a la cabeza, bueno, debo ser honesto, en verdad lo creí. Pero, ¡diablos! ¿cómo puedo ser tan tonto y tan mal amigo?

—No lo eres Luke.— las lagrimas volvía a salir de sus ojos sin control algunos. Era como verme en un espejo despues de recordar lo que pasó aquel 11 de Septiembre.

—Eres lo mejor que me ha pasado, Michael. ¡No me importa Grace, ni nadie más! Tú, tú eres lo mejor en mi vida.— tomó un enorme respiro y acomodó su cabeza en el volante, golpeando una y otra vez su cabeza contra el y haciendo que el cláxon sonara.— Nunca volverás a esta casa, te hará mal, es como entrar a una burbuja llena de mala energía. Me hizo llorar como un bebé.— rió, como un bebé.






9/11; m.cDonde viven las historias. Descúbrelo ahora