De Sangre y Honor

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Mientras las fuerzas de la Alianza discutían acerca de los próximos pasos a tomar en contra de la naciente nueva Horda, la mayoría de los ciudadanos de Lordaeron se entregaban a una vida libre de las pestes de la guerra y la destrucción. Algunos soldados, famosos por sus hazañas durante las Guerras Orcas, fueron premiados con tierras o riqueza material. Uno de estos soldados fue Tirion Vadin (Tirion Fordring), un paladín de la Mano de Plata que, por sus grandes actos al servicio de la Alianza, fue nombrado señor de la ciudadela de Mardenholde, en las afueras de Stratholme. Tirion llevaba una vida apacible y distendida a la par de su esposa, Karanda, y su hijo de cinco años, Taelan.

Un día que Tirion exploraba las afueras de Mardenholde, se encontró con un viejo orco que vivía como ermitaño. Los dos inmediatamente se lanzaron a la batalla, y en la intensidad de la misma, llegaron hasta una vieja torre abandonada. Mientras combatían, una parte de la torre se desplomó sobre Tirion y lo dejó inconsciente. Días después despertó para descubrirse durmiendo en su cama, y se enteró de que había sido encontrado inconsciente vagando sobre su caballo, Mirador, por su ambicioso segundo al mando, Bartilas. Tirion se sentía tremendamente confundido, porque después de valorar todas las posibilidades, el único que había podido subirlo de nuevo al caballo, era el orco. Sin embargo, durante su sueño, Bartilas había dado la advertencia de que los orcos se preparaban para golpear la cercana villa de Vega del Amparo(Hearthglen).

Una vez repuesto, Tirion regresó a la torre abandonada, donde halló nuevamente al orco. Este dijo llamarse Eitrigg y le narró una impresionante e incompresible historia, en la cual los orcos, muchos años antes de invadir Azeroth, habían vivido en una sociedad noble basada en los principios del chamanismo. Durante la guerra, Eitrigg había desertado de la Horda al comprobar cuán viciosa y destructiva se había vuelto.

Para Tirion aquello era algo que estaba más allá de su imaginación. Sintiendo gran honor en el viejo orco, le prometió guardar en secreto su existencia. De regreso a Stratholme, Tirion informó al pueblo que no existía ninguna amenaza orca, pero Bartilas, aprovechando la situación llamó al patrón de Stratholme, Salden Dathroham, quien organizó una partida de cazadores y salieron en busca de los orcos. Al único que hallaron fue a Eitrigg.

Cuando Tirion observa la captura de Eitrigg, inmediatamente cae en una profunda depresión y a la vez enojo, por lo que atacó a los guardias de la Alianza. Bartilas inmediatamente lo acusó de traición. Tirion fue llamado a Stratholme para probar su lealtad.

A pesar de los ruegos de Karandra para que olvidara su honor y dijera lo que la corte quería oir, Tirion le dijo que era su deber de paladín decir la verdad y darle así un buen ejemplo a su hijo. Tirion narró a la corte los hechos tal como sucedieron. La corte decidió que, aunque sus intenciones eran justas, había atacado a soldados de la Alianza, por lo que, para evitar su ejecución, resolvieron expulsarlo de la Mano de Plata y condenarlo al exilio. Fue enviado a Lordaeron, donde Uther el Iluminado en persona le desnudó de sus poderes como paladín y le ordenó volver a Manderholde para prepararse para el exilio. Lo peor de todo era que la corte de Stratholme, a instancias del malvado Bartilas, había decidido que Eitrigg sería condenado a muerte por crímenes de guerra.

Esa noche, Tirion decidió cumplir con la promesa hecha a Eitrigg, por lo que, ensillando a Mirador, viajó a Stratholme decidido a salvar al orco. Mientras Eitrigg subía la escalinata donde sería colgado, sus verdugos se vieron repentinamente sorprendidos por el ataque del expaladín. En ese momento, la ciudad se vio repentinamente atacada por una enorme ola de orcos, que crearon tal confusión, que los guardias de la Alianza se vieron obligados a defenderla, lo que permitió a Tirion y a Eitrigg escapar.

Una vez a salvo en el bosque, Tirion se da cuenta que Eitrigg se encuentra mal herido y agonizante. Sin poder hacer mayor cosa, invoca el poder de la Luz para sanarlo, como una última esperanza. Sorpresivamente y a pesar de que sus poderes le habían sido arrebatados, la Luz, que conoce la bondad de los verdaderos corazones nobles, responde a su llamada y Eitrigg es salvado.

Casi de inmediato, ambos se ven rodeados por orcos. Uno en especial, montado sobre una hermosa loba blanca, portando una esplendorosa armadura negra y plateada, se acerca a Eitrigg y le ofrece reintegrarse a la Horda, que ha reiniciado un proceso de redescubrimiento de sus tradiciones chamanísticas. Eitrigg no duda en aceptar.

Entonces, Thrall, el nuevo Señor de la Guerra de la Horda, saluda a Tirion y los guerreros parten. Tirion, que bien pudo acabar muerto a manos de los orcos, regresa a Manderholde al lado de su familia. Su hijo Taelan, a la edad de veinte años, ingresará a la orden de la Mano de Plata como paladín. Tirion está feliz de saber que tanto el como su hijo han aprendido una valiosa lección de sangre y honor.


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