La Caída de Argus

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Hace más de 25.000 años, Argus era un planeta habitado por una raza de seres muy avanzados en los caminos de la magia: los Eredar. Los Eredar desarrollaron dos cualidades clave, una inteligencia inmensa y una estrecha conexión con las fuerzas de la magia. Los Eredar no tardaron en crear una civilización magnífica.

Pero sus habilidades llamaron atención de Sargeras, el Titán caído. Fascinado por su potencia, decidió que podían convertirse en piezas clave de sus planes de destrucción cósmica. Dispuesto a convertir a los Eredar en los generales de su Legión Ardiente, Sargeras se dirigió a Argus y contactó con los tres líderes: Archimonde, Kil'Jaeden y Velen.

Sargeras ofreció conocimiento y poder en cantidades universales a los tres líderes de Argus. La oferta, difícil de rechazar, trajo una visión de un futuro lleno de muerte y destrucción a la mente de Velen. No tardó en comprender que una oferta tan grande conllevaría consecuencias proporcionalmente terribles para su gente. Contemplando lo que podría significar la destrucción de la civilización Eredar, Velen corrió a advertir a Kil'Jaeden y Archimonde, sin embargo, sus dos compañeros ya estaban seducidos por la oferta del Titán Oscuro y no hicieron caso a sus palabras. Ellos ofrecieron su lealtad a Sargeras y este cumplió su palabra, convirtiéndolos en figuras casi omnipotentes, pero corrompidas hasta el punto de portar la maldad pura de todo demonio.

Los Naaru y los Draenei

Con este nuevo poder en manos de Archimonde y Kil'Jaeden, Velen supo que cualquier oposición directa sería inútil. A punto de darse por vencido y observando como se acercaba el fin de la civilización, que hasta hace poco había gozado del esplendor mismo de las estrellas, recibió respuesta a sus súplicas. Un ser de naturaleza completamente desconocida se manifestó ante él y se reveló como miembro de la ancestral raza de los Naaru, una raza de seres compuestos de energía pura dedicados a combatir la Cruzada Ardiente de Sargeras. El Naaru hizo una oferta a Velen, desplazarlo a él y sus fieles lejos de Argus, a un lugar seguro, lejos de la influencia de Sargeras y de sus dos nuevos generales.

Profundamente aliviado y con nuevas esperanzas, Velen reunió a los Eredar que, como él, rechazaron la oferta de Sargeras hasta ese momento. Esta nueva facción renegó de su raza y se bautizaron a si mismos como los Draenei que en el antiguo idioma Eredun significa los exiliados. Estos renegados escaparon con la Legión Ardiente pisándoles los talones. Kil'Jaeden, exaltado en furia por lo que veía como la traición de Velen, juró que allá donde este y sus Draenei fueran, él los perseguiría, incluso si eso significaba alcanzar los límites del universo.

Durante milenios, la Legión persiguió a los Draenei a través de incontables mundos mientras estos buscaban un lugar en el que poder descansar con seguridad, pero no estaban solos. Los Naaru bendijeron a los Draenei con el poder de la Luz, dándoles a conocer que existían fuerzas en el universo que se unirían a la causa contra la Legión Ardiente de Sargeras y que un día esas fuerzas se reunirían en un mismo ejército, y los Naaru los guiarían a la batalla final contra la Legión. Emocionados por el deseo de los Naaru, los Draenei juraron fidelidad a estos seres de luz y continuar con su legado allá donde fueran.

El Refugio de los Exiliados

Tras miles de años escapando de la Legión, los Draenei finalmente encontraron un mundo seguro. Este mundo, fértil y pacífico, tenía los recursos suficientes como para comenzar una nueva vida. A este mundo anónimo, los Draenei lo bautizaron como Draenor que en su lengua significaba Refugio de los Exiliados. Con miedo a ser descubiertos, Velen y sus seguidores comenzaron a reconstruir sus vidas manteniendo la magia al margen, para evitar llamar la atención de sus perseguidores.

Poco después de su llegada, los Draenei comenzaron a establecer contacto con las numerosas razas nativas del planeta, entre las que se encontraba el honorable pueblo de los orcos que habitaban en los territorios fértiles de Nagrand. Tratándose con respeto mutuo, los Draenei y los orcos se limitaban a mantener relaciones de comercio, nunca relacionándose un pueblo con otro.

Pero, aun con el cuidado de los Draenei por no llamar la atención de los demonios, no pasó mucho tiempo hasta que Kil'Jaeden logró encontrar el nuevo refugio. Observando y analizando ese nuevo mundo, su corrupta mente comenzó a trazar un nuevo plan para destruirlos.



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