Parte 4

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Todavía recuerdo el día en que estábamos ambas sentadas en nuestros asientos, sin nada que hacer en particular, y me preguntaste por aquella pareja de amigos que teníamos en aquel entonces. Habían terminado hace unos días, pero tus dudas no habían sido aclaradas por ninguno de ellos, así que supuse que te acercaste a mi para ver si yo había tenido mejor suerte. Además, ella no hablaba realmente con nuestro círculo, sólo conmigo; con el resto era en ocaciones, y no era el mismo tipo de conversación.

Ella venía de una familia cortada en pedazos hecha mosaico, y él no creía ser suficiente en esta vida o la siguiente. Ambos estaban rotos, pero así estaban la mayoría de nuestros amigos en cierta manera, o en todas las posibles, si es que cuerpo, mente y alma son capaces de aguantar tal peso y vacío.

—Dos vasos rotos nunca podrían hacer una copa completa —respondí y vi la tristeza que llenaba tu rostro. Últimamente eso era todo lo que se veía en las personas. Claro está, todas trataban de ocultarla bajo una bella máscara que es muy fácil de tragar, no por su credibilidad, sino por ser menos trabajo. Haces la vista gorda y eso es todo; luego de un tiempo es tal la costumbre que lo crees realidad. Pero el dolor sigue estando ahí, el miedo, la esperanza, y el resto de emociones o falta de ellas en cada persona. Porque el pasado no perdona y el futuro no juega carritos tampoco. Bien presente tenemos eso cada segundo de nuestras vidas.

Preguntaste de nuevo y la respuesta iba a ser la misma, pero me interrumpiste a mitad de camino. Me tomé mi tiempo y respondí con la letra de una canción.

—Una copa vacía nunca podría llenar otra.

Esta vez, te molestaste y dijiste que no querías más frases, que querías la verdad. Irónicamente, no te molestaste en entender que la frase no era en general, sino específicamente dirigida hacia ti y a mí. No individualmente, sino como pareja. Sabía que no podrías ser feliz conmigo, que no podríamos lidiar con los problemas de la otra al cien por ciento y tendría que vivir con ello. Vaya que lo estaba haciendo; desde aquel entonces cuando me di cuenta hace quién sabe cuanto tiempo hasta el día de hoy, lo sigo haciendo.

Por la expresión de tu rostro, supe que te lo habías tomado a nivel general; que dos personas rotas nunca podrían estar juntas. Todo lo contrario, al menos en mi experiencia. Te sorprenderías al saber la historia completa, pero supongo que ya no podrás escucharla. No querrías incluso si pudieras, de eso estoy segura.

El final de tu estadía en esta ciudad y aquellas palabras escritas a las dos de la mañana significaron un nuevo comienzo en muchos sentidos. Puertas se abrieron, puertas que antes eran pared sólida. Tu empezarías tu nueva vida y yo haría lo mismo; no había manera de que me quedase atrás en este juego de marionetas y charadas.

Tuve mis caídas en el proceso, supongo que tú también las habrás tenido, pues el pasado tiene garras largas y filosas. Supondré que, así sea corriendo o gateando, ambas seguimos adelante de alguna manera, siempre revisando nuestras espaldas por algún polvo o ceniza que quitarnos de encima.

No podría decir si las decisiones que tomamos nos vuelvan a reunir o no, porque el dicho dice que "todos los caminos llevan a Roma". Tampoco sé si será el destino, algún hombre invisible allá arriba o alguna fuerza superior. Sólo sé que unos cuantos años de por medio desde la última vez que nos vimos no nos hará mal la próxima vez, en caso de haberla.

No tengo manera de saber si recuerdas, pero no era, soy o seré pesimista u optimista. Me atormenta la idea de ser una de ambas, así que he optado por una tercera vía; ser realista. Así es como no puedo desearte lo mejor o lo peor, sólo lo que mereces.

Trabaja duro para obtener lo que realmente quieres, querida, pero no te lleves a los límites, que sabemos que están ahí para no ser cruzados y de ser posible, alejarse de ellos.

Consigue una razón para levantarte en las mañanas y recuerda que el mañana no es una promesa, que no puedes cambiar el pasado y que, sin embargo, lo que hagas ahora cambiará tu futuro.

No puedo prometerte un final feliz. Sin embargo, seguiré escribiendo acerca de ellos. No sé decirte hasta cuándo, sólo sé que realmente necesito dejarte ir. Y ésta es mi despedida, ya que no me dejaste tener una digna de ser llamada como tal debido a tu orgullo.

Aquí es cuando paso la página y cierro el libro, pero siempre encuentro las palabras para tener otra carta que escribir. Un epílogo del epílogo escondido en el lomo del libro. Un último final, después de tantos de ellos. Una manera de cerrar la botella y finalmente lanzarla al mar abierto, después de tantas veces ir y recuperarla. Ésta vez, como muchas otras, busco quedarme en la orilla y darme la vuelta, pero sé que más tarde me atormentará la idea de dejarte ir y no podré dormir.

El Eclipse de tu AusenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora