Narrador omnisciente.
Kylie estaba con sus padres y su hermana en un centro comercial comiendo un helado. Con los audífonos puestos escuchando Surround You de Echosmith. Sin dejar de pensar en Daniel y la última vez que lo vio.
Simplemente se levanto de su silla y tiró a la papelera lo que quedaba de helado y se fue a caminar para distraerse un poco. Se paró frente a un tienda donde se exhibían puros vestido de verano. Cortos, con mangas, sin ellas, con tiras, sin ellas, con corte corazón, corte recto. Pero justo al lado se encontraba una tienda de jeans, camisetas y zapatos de skate.
Miró a ambas tiendas y solo pudo llorar al recordar todas las cosas que le había dicho Daniel. La segunda persona en la que confiaba y ésta le hacía daño. Pero a pesar de todo eso, ella sabía que el sentimiento hacia él no era precisamente odio o rencor.
Ella sabía que lo quería de verdad. No como puedo querer a su ex-novio. Sino, que éste era un sentimiento mucho más fuerte, al que nunca le presto atención y prefirió ignorar.
Ahora se da cuenta de lo estúpida que fue al no escuchar las explicaciones que Daniel tenía para ella. Lo estúpida que fue al borrar el número de Andrés y bloquear el de Daniel. Lo tonta que fue al montarse en ese avión sabiendo que no lo vería nunca más.
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Daniel caminaba sin rumbo... ya ni sabe donde está. Solo sabe que acompaño a sus padres y a Andrés a comprar unas cosas, y simplemente siguió de largo sin importarle nada.
Se sentó en el primer banco que vio y justo frente a él encontró un librería, y solo puedo pensar en Ky... es la forma en la que se le fruncía el ceño cuando leía, la manera en la que se iluminaban los ojos cuando hablada de los protagonistas de sus libros favoritos. Cuando sacaba su lado filosófico y le decía muchas cosas que eran ciertas.
La extrañaba. Habían pasado 2 meses sin dejar de pensar en ella... sin de imaginar las mil maneras en la que se la encontraría y le explicaría todo, en la que ella lo disculparía y se abrazaran y vivieran felices por siempre.
Pero después de la tercera semana perdió toda esperanza al ver que no tenía su número, y no sabía donde vivía. Desde esa semana todo era gris para él. No salía de casa, no hablaba con nadie. Ni siquiera leía.
En eso se percata de un afiche pegado en la vitrina de la librería en el que dice: "Si amas algo, déjalo ir. Si vuelve, es porque es tuyo. Y si no, es porque nunca lo fue".
En ese momento se levanta para irse y choca con alguien, el cual cae al suelo.
-Oh, lo siento, no te vi. Estaba con la cabeza en otra parte.-dijo Daniel disculpándose y tratando de ayudar a la chica que estaba en el suelo.
-¿En serio? No me digas.-al escuchar su voz se quedó petrificado. Era ella.- Me vas ayudar o te quedarás ahí.-si, definitivamente era ella.
-Emmm... si, claro.-dijo Daniel tomando sus manos para ayudarla.
-Gracias.-dijo Kylie mientras se ponía de pie y sin alzar la cabeza da la vuelta y se va.
Daniel se quedó en su sitio mientras se alejaba. Pero de repente Kylie se volteo y lo miró directamente a los ojos.
Después de tanto tiempo, pensando que uno ya se había olvidado del otro, se miraron mutuamente sin saber que hacer. En sus cabezas aparecieron dos opciones: la primera era seguir sus caminos e ignorar que ese momento sucedió y actuar como simples extraños, y la segunda era salir corriendo.
Escogieron la segunda, salir corriendo. Pero no en direcciones diferentes para escapar de la situación, sino para fundirse en el mejor abrazo de sus vidas, lleno de muchos sentimientos y sensaciones imposibles de describir.
No tenían muchas cosas en común, sus edades eran diferentes, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos su estatura. Nunca pensaban de la misma manera, tenían ideas muy diferentes. Él era dueño de si mismo, ella una niña insegura. Sus manos parecían haber sido piezas exactas para encajar una con la otra, con los dedos entrelazados y mirando hacia la misma dirección, como por arte del Destino.