Confusión

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Nathaniel no sabía lo que iba a hacer el pelirrojo así que permaneció quieto hasta que el volvió a la sala con un botiquín sanitario.

—¿Aun no lo entiendes? Te dije que te quitaras la camisa—Nathaniel frunció el ceño y se cruzó sus brazos—. Voy a curar lo que te hizo Demonio, no voy a violarte ni nada parecido—aclaró, Nathaniel apretó más sus brazos—creo—añadió. El delegado enrojeció pero decidió ignorar lo último que había dicho el chico.

—No me voy a quitar la camisa, no necesito ningún enfermero—protestó el rubio.

—No soy un enfermero—dijo acercando sus manos al primer botón de la camisa de Nathaniel que consiguió desabrochar. El delegado dio un brinco hacia atrás, soltando un quejido al haberse movido tan bruscamente.

—Estás herido, déjame verlo—dijo acercándose otra vez y desabrochando otro botón. Nathaniel le detuvo colocando sus manos encima de las del pelirrojo.

—No quiero—dijo.

—Me da igual lo que quieras—contestó desabrochando los últimos tres botones de la camisa del rubio, dejando al descubierto su pecho. El rubio bajó la cabeza sonrojado. Castiel deslizó la camisa para poder retirarla de una vez, cuando lo hizo pudo ver un mogollón de moretones y magulladuras en su espalda y sus costillas. El pelirrojo alejó sus manos de él.

—Demonio no pudo hacerte todo eso...—musitó sorprendido.

—No lo hizo él—susurró.

—¿Quién te lo ha hecho, Nath?—él se quedó en silencio—dímelo. No diré nada a nadie...

—¿Seguro?—dudó el delegado, Castiel asintió—. Fue mi padre.

El pelirrojo acercó la mano a una gran marca en la cintura del chico y la rozó con los dedos.

—Debe doler—el rubio se encogió de hombros. Nathaniel notó como las pulsaciones de su corazón se aceleraban. No comprendía absolutamente nada.

Castiel sonrió y luego se giró para buscar algo en su botiquín, el delegado se quedó estático. El pelirrojo tomó una pomada y comenzó a colocársela en las heridas provocadas por el padre de Nathaniel. El rubor de la cara del rubio se hacía cada vez más visible al estar siendo 'acariciado' por Castiel. Un momento, ¿os habéis dado cuenta de lo extraña que suena esa frase? ¡Deja de pensar en esas cosas, Nathaniel! Castiel estaba concentrado en cubrir los moretones que tenía el chico, pero de vez en cuando miraba la cara del delegado, sonrió ante la tímidez del otro. Espera, ¿Castiel sonriendo por el delegado? ¿Qué coño está pasando?

El pelirrojo soltó un bufido, dejó la pomada y comenzó a curar las heridas hechas por su perro y las anteriores. Nathaniel sin poder evitarlo soltó un suspiro al sentir la mano de Castiel rozarle. El chico sonrió socarronamente.

—He terminado, ya puedes ponerte la camisa—le dice—si quieres—concluyó sin haber borrado su sonrisa.

Nathaniel ingoró su comentario, luego, tomó su camisa, se la puso y comenzó a abrocharla con las manos temblorosas.

—Puedes marcharte—dijo el pelirrojo levantándose y desapareciendo por otra de las puertas del pasillo. Entonces, sin haberlo pensado, Nathaniel habló.

—¿Y si no quiero?—Castiel retrocedió.

—Pues quédate, me da igual.

Nathaniel abrió los ojos asombrado. El pelirrojo estaba actuando de una manera muy extraña con él últimamente. Luego escuchó la puerta principal abrirse.

—¡Cassy! ¡Estoy en casa!—era una voz femenina, él suspiró nervioso. Castiel salió de la habitación.

—¿No se supone que vendrías mañana?—gruñó.

Una NO historia de amor [Corazón de melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora