Capítulo 38.

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Ryan.

Cómo me dolió dejarla, cómo me dolió saber lo mal que se sentía, pero yo me sentía peor. Ella se burló de mí, me mintió y lo peor de todo, con mi mejor amigo.

No puedo mirarla y no sentir furia y decepción. No quiero verla, no quiero.

No entiendo cómo no pude darme cuenta antes.

Me dirigía a casa de Lindsay, que sé que me escuchará. Necesitaba estar con ella, necesitaba desahogarme.

Llegué y timbré con desesperación.

-¡Ryan! ¿Qué pasó?

-No te imaginas qué pasó. ¿Recuerdas mis sospechas? -Entré a su casa- Savannah estaba con Lucas, Lindsay, ¡con Lucas! Alguien me mandó un maldito mensaje con varias fotos de ellos, ¿sabes como me siento? No me enteré ni por mi mejor amigo, ni mucho menos por mi hermana. ¡Me siento como un imbécil! -Grité. Ella se acercó a mí y me abrazó.

-Cálmate, Ryan.. Supongo que no fue fácil para ellos decirtelo.

-¡No! ¡No me puedo calmar! Savannah es una put... -Ella me soltó y me miro con furia.

-¿Qué te pasa? ¿Cómo puedes hablar así de tu hermana? Exactamente por eso nunca te dijeron nada, porque reaccionarías así. Savannah era bastante cuidadosa con eso, tenía miedo de lo que pudieras hace... -La interrumpí.

- Espera, ¿tú lo sabías? -Ella se alejó de mí y empezó a jugar con su cabello, ignorando mi pregunta.

Eso significaba que estaba nerviosa. Me acerqué a ella y cogí su mentón, haciendo me mirara fijamente.

-Lindsay, ¿tú lo sabías? -Dije con la voz entrecortada.

No. Esto no...

-S-sí.. -Respondió bajando su mirada.

-Genial, ¡genial! Hasta mi novia lo sabía. Todos en esta maldita ciudad lo sabían, y ¡nadie me dijo nada! -Grité.

-Ryan, yo no podía decirte eso, yo no podía meterme..

-¡Cállate! -Grité de nuevo, haciendo que se asustara.

Ella empezó a llorar, pero sabía que no se quedaría callada. Lindsay nunca se queda callada, siempre tiene algo que decir así se sienta muy mal.

Supongo que es una de las cosas que más me gusta acerca de ella. Pero en este momento, no quería escucharla.

-¿Por qué no piensas un poco, eh? Así como tú te enamoraste de mí, ¡Lucas se enamoró de tu hermana! Así como tú cambiaste, ¡así lo hizo él! Pero tú sólo piensas en ti. ¿Por qué no te pones en su lugar? Oh, ¡perdón! Se me olvidaba que sólo piensas en ti. El mundo no gira a tu alrededor, Ryan. Deberías a veces pensar en los demás.

-Espera, espera ¿yo me enamoré de ti? ¿Estás segura de eso? -Dije burlón.

Sí. Si me enamoré de ella. Desde el momento en que empezamos ese maldito juego de juntar nuestros cuerpos cuando quisieramos. Desde que después de escucharla gemir, se acostaba en mi pecho exhausta y hablábamos acerca de nuestros problemas hasta las cuatro de la mañana. Desde que se quedaba dormida en mi pecho completamente desnuda, brindándome confianza.

Porque yo soy la uníca persona con quien Lindsay ha estado. Ella me lo confesó.

Y la necesito más que a nada.

Pero ella me mintió, ella también hizo parte de este juego. No podía evitar mis impulsos. Estaba dolido y una pequeña parte de mí quería hacerla sentir mal. Pero la otra, sólo quería abrazarla y decirle que dejara de llorar.

Pero el orgullo se interpone.

-Y-yo... -Dijo entrecortada.

-Sí, lo pensaste. Muchas lo piensan, Lindsay. No es mi culpa si te ilusionaste.

-¿Entonces por qué mierda viniste? ¿Para contarme lo mal que te sentías, verdad? ¡Porque yo soy la única capaz de escucharte! -Gritó.

-Eres buena en muchas cosas, -La miré de arriba a abajo- Pero, ¿quién dice que la diversión no puede darte uno que otro consejo?

-¿Diversión? -Preguntó confundida.

-Tú sólo eres un juego para mí, Lindsay. -No podía creer que estaba haciendo esto.

Ella abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró. Secó sus lágrimas con brusquedad.

-Pues el juego terminó. -Dijo y señaló la puerta.

-No voy a mentir, fue una buena partida. -Dije burlón y salí de su casa.

Siempre pasaba esto. Siempre que alguien me lastimaba, sentía la necesidad de hacerlos sentir igual, o incluso peor. Por eso muchas personas se van de mi lado, ¡nada nunca se queda conmigo! Porque sí, soy impulsivo y no puedo controlarme.

Maldita Lindsay, sólo quería volver a timbrar y besarla, demostrarle que nada de lo que dije es cierto. Pero simplemente no puedo, todos los que me engañaron, lo van a pagar.

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Savannah.

Después del largo camino, me encontraba tumbada en la cama donde alguna vez Lucas y yo habíamos dormido.

No había dicho nada en todo el viaje,

después de mi encuentro con Lucas, no quería hablar con nadie.

-¿Necesitas algo? -Dijo Erick entrando a la habitación.

-No. -Dije seca.

-Vamos, Savannah... No te pongas así. Vinimos a disfrutar esto, ¿no?

-¿Qué tal si vamos a la fiesta en la playa hoy? -Dijo Danielle entrando a la habitación.

-No, no hay manera de que vaya. No tengo ganas de nada, Danielle.

-Supongo que nos quedaremos contigo. -Dijo Danielle sentándose en la cama.

-No, no. Ustedes deberían ir, no les voy a arruinar esto. Así que vayan a esa fiesta y diviértanse. Voy a estar bien.

Y los convencí. No quería que se quedaran aquí sólo porque yo me sentía mal.

Tenía a los mejores amigos del mundo y de eso si que estaba segura.

Cuando salieron, me tumbé en el sofá a ver varias películas de acción. Sí, acción. Lo último que necesito ahora mismo es ver una película romántica para sentirme peor.

Había visto cinco peliculas ya y me había terminado todo el helado.

Necesito más helado. Es lo único que me hará sentir mejor ahora mismo.

Vamos, Savannah, tú puedes ir al supermercado sola. No te va a pasar nada.

Danielle y Erick se fueron con un amigo a la fiesta y Erick había dejado su auto. Hoy era mi día de suerte.

Busqué las llaves por todos lados, hasta que las encontré sobre su cama. ¿Por qué no lo pensé antes?

Estaba en el auto y suspiré. Vamos, Savannah, tú puedes hacer esto... Lucas te enseñó.

No, no, no pienses en él.

Empecé a conducir despacio, con el miedo de chocar con otro poste. Al parecer lo estaba haciendo bastante bien y estaba tranquila.

Un auto venía justo detrás de mí, al principio no le presté mucha atención, pero estaba casi segura que este auto me perseguía.

Giré a la izquierda y aumenté la velocidad, este hizo lo mismo.

Si querían asustarme, lo consiguieron.

Aumenté mucho más la velocidad y tuve que frenar.

Oh, no.

Calle sin salida.

Eres Mía, PequeñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora