MAIA
-¡Jake! ¡Espera! ¡Siempre me haces lo mismo! -gruñí, me giré hacia Luna, quien tenía una gran sonrisa en la cara.
-Pobrecita, a mi siempre me hubiera gustado tener hermanos... -dijo y se quedó mirando algo que había en la ventana- ¿Por dónde iba...? -me preguntó y me encogí de hombros.
-Creo que por la varita -le recordé.
-Si, si la varita...Creo que estas no te sirven, iré a por más, pero tu espera aquí- y se fue corriendo a la trastienda.
La tienda tenía un precioso mostrador donde había también varitas (aparte de en las estanterías). Me quedé hipnotizada por una en particular: de color negro y la empuñadura con espirales. Parecía que me estaba llamando....
-He traído a las posibles candidatas -hizo una pausa- ¿Estás bien? -me desperté del trance.
-¿Eh? ¿Qué has dicho? Si, si -me interrumpí- Me gustaría probar con esta- señalé la peculiar varita negra.
-¿Estás segura?-arrugó la nariz- Si quieres probar....Pero te advierto que hace bastante que está aquí no acepta a nadie que sea considerado por ella, inferior.
-Da igual, por probar no pasará nada -esbocé una sonrisa. Luna me tendió la varita y la cogí con cierta admiración, me sentí genial: es como si hubiera encontrado cierta parte de mí perdida, sin realmente saberlo.
-Eres muy afortunada, siempre te será leal. Son 10 galeones. Inflexible, 32 cm, está hecha con madera de pino negro y núcleo de pluma de pegaso.
Pagué la cantidad acordada y me fui a la tienda de animales. No encontré a Jake por ningún sitio (como siempre) ¡Este chico me iba a volver loca! Iba a desear no haber nacido. Me dí varias vueltas por los pasillos, sin saber que lechuza escoger (los gatos me aterraban demasiado; eran demasiado sigilosos, las ratas me daban mucho asco y las ranas...) al final de un pasillo había una lechuza tan negra como el carbón y con los ojos violetas, pero lo más peculiar era que tenía una gran cicatriz por toda la cara, en el cartel de debajo explicaba que había tenido un accidente de vuelo y que se llamaba Perkins (significa trueno en letón), me la llevé sin pensarlo dos veces.
Tenía que ir al banco: todavía teníamos o mejor dicho, tendría que comprar los libros, túnicas... Jake ni siquiera había aparecido por las calles de la avenida, busqué en las tiendas donde se pasaba la gran parte del tiempo: Sortilegios Weasley, quidditch...Pero nada de nada.
Pronto visualicé el imponente edificio de color blanco y me adentré subiendo por las escaleras de mármol. Cuando entré, unas largas mesas mostraban a un gran número de trabajadores, me adelanté a la mesa central, estaba muy nerviosa: había oído de mis padres que los duendes nunca olvidan ni perdonan si haces algo mal, tragué saliva y al final conseguí emitir unas palabras:
-Bu-bue-buenos días, o tardes o lo que usted prefiera -el duende levantó una ceja, eso me puso todavía más nerviosa- Me gustaría sacar algo de dinero de la cuenta -miré el número escrito en mi mano-23301-recité.
-¿La llave? -preguntó.
-¿En casa? ¿Dónde se supone que debe estar? -pregunté confusa.
-Disculpe, mi amiga tiene mucha prisa y se le olvidó coger la llave, ahora vendrá con ella ¿Verdad?-dijo un chico de la nada, sobresaltándome, yo asentí. Era un chico de pelo azabache indomable y ojos pardos, era bastante guapo, me ruboricé-Vamos, salgamos de aquí-dijo mientras me cogía del brazo y me arrastraba fuera del edificio.
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Los Mellizos Reddish y la Caza de los Alquimistas
FantasyUn año más Hogwarts abre sus puertas. Veinte años han pasado ya desde la segunda guerra mágica y un duro curso se cierne sobre el castillo. Desde temibles Wendigos a misteriosas desapariciones, Jake y Maia intentarán sobrevivir a su primer año como...