Escapando de las paredes blancas

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Todas las noches a eso de las siete u ocho, Diana era sedada, ya que sus gritos de paranoia, desesperaban a todo aquel que en la noche se encontraba por allí. Doctores Psiquiátricos y enfermos estaban condenados al mismo infierno cada noche, el caso de Diana ya no era uno común sino uno que escapaba totalmente de las manos humanas.

Y es que ellos no la entendían ¿Cómo alguien podría superar la muerte de los que más ama?

¿Como?

Enfraín era el enfermero encargado de aplicarle la medicina todas las noches, pero eso no era lo único que hacía. Este mal nacido se aprovechaba de las pacientes cuando estas dormían y Diana no era la excepción. Cuando los efectos de la droga consumían cada una de sus partículas, ella quedaba inconciente y sin ninguna posibilidad de defenderse.

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Me sentía decaer, mis ojos se cerraban lentamente a causa de la droga, aquella a la que me sometían noche tras noche haciendome desvanecer por un largo tiempo.

La diferencia entre las otras humanas y yo, era que para tranquilizarme y hacerme dormir necesitaban aplicarme doble dosis. Ellos no entendían porque, mas lo que no sabían era que cada parte de mi cuerpo estaba cargada por un gran poder, un inmenso poder que aún no habia utilizado contra ellos.

Aún.

Hoy era el día. Hoy me largaría de este horrible lugar.

Ya había planeado todo, estos últimos tres días el sedante no funcionó del todo conmigo; me había vuelto más fuerte, más poderosa. Así que mientras ellos pensaban que yo dormía en realidad planeaba todo para escapar de estas paredes blancas.

¡Ja! ¡Estúpidos humanos!

Enfraín vendría dentro de una hora. De no ser porque la droga ya no funcionaba en mí, jamás me habría dado cuenta de lo que ese desgraciado me hacia. Pero ahora ya nada me importa lo único que deseo es irme de aquí.

Mi plan era muy simple pero debo ser muy cuidadosa y precavida si quiero que funcione pero primero debo llamar su atención y lo haré ahora.

-¡Ahhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Me quiero morir! ¡Me quiero morir! ¡Matenme! ¡Matenme! - grite y grite en cualquier momento el infeliz de Enfraín cruzaría esa puerta. Maldito bastardo hoy acabaré contigo.

La puerta se abrió dejandose ver a un desesperado humano con una jeringa en la mano derecha. Me arrinconé en la esquina de la habitación haciendole creer que de alguna forma él tenía poder sobre mí.

- Tranquila chiquita, ya tú sabes a que he venido. Así que si colavoras esto no dolerá mucho- no respondí.

Él se acercó a mí y yo le di acceso a mi brazo para que le fuera más fácil inserta la aguja en él.
Sentí el líquido recorrer mis venas pero no era suficiente, actué cual dormida hasta que pensara que la droga ya había hecho efecto, pero no era así.

Cerre mis ojos.

Enfraín solo espero unos minutos para empezar a tocarme como lo hacia todas las noches.

Se quito la camisa y enterro su cara en mi cuello, aspirando mi aroma y dejando pequeños besos en el también, recorriendo con su mano mi abdomen hasta llegar a mi parte más íntima pero no lo logró. Justo cuando estaba a punto de llegar, lo tomé por el cuello, estrujándolo fuertemente. Lo mire directamente a los ojos y él a los mios haciendole saber en esa mirada que acabaría definitivamente con él.

"Te llegó la hora Enfraín"

Lo lanzé contra la pared, estaba completamente segura que nadie haría nada ¿porque?
Porque ellos piensan que es una más de mis "paranoias"

Amore StregaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora