Capítulo 2.

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CAPÍTULO II

SOFÍA ALCÁZAR.
Septiembre, 26. St. Lucia von Rosen.

     Cierro los ojos inhalando tan exquisito aroma, dejando que mis fosas nasales se invadan con dicha fragancia.

     —¿Te gusta? —un susurro en mi oído me hace dar un respingo y abro los ojos ineludiblemente. Al hacerlo puedo ver al señor Montecristo delante de mí e inmediatamente mi cuerpo reacciona poniéndose nervioso.

     —¿Qué? —susurro preguntando.

     —El aroma... ¿te gusta? —asiento sin poder evitarlo y una sonrisa en su boca crece al escucharme—. ¿Puedo pasar, bella dama? —vuelvo a asentir y me hago a un lado para que entre a mi pequeña casa, el aroma se intensifique haciendo que me vuelva loca.

     —¿Qué hace aquí? —pregunto sin poder evitarlo y siento ganas de golpearme mentalmente por mi pregunta.

     —Tenía ganas de verla... Espero que mi visita no le incomode, sé que son pasadas las doce, pero quería verla —lo miro a sus ojos, sus ojos color azul, un azul que me hace perderme en ellos—. ¿Bella dama, me está escuchando?

     —Oh, lo siento —niego un poco y me sonrojo al ver como ríe levemente, puedo notar un bastón en su mano que la noche anterior no había visto—. ¿Quiere tomar asiento, señor Montecristo? —pregunto con cautela.

     —Sí, gracias —camina hasta la mesa y veo como cojea levemente—. Puedes decirme Edward.

     —Oh, y usted puede decirme Sofía.

     —Confieso que prefiero decirle bella dama, porque es lo que es —mis mejillas se encienden, puedo sentirlo, trato de ocultar mi sonrisa pero me es inevitable—, ¿sabía usted, bella dama, que sus ojos azules son como la noche? En ellos puedo perderme sin darme cuenta... —sus palabras me dejan en blanco haciéndome sonrojar aún más, sintiéndome tonta agacho mi mirada, pero su mano en mi barbilla me hace subirla de nuevo.

     —¿Quiere quedarse a cenar? Recién llego de trabajar y estaba haciendo mac... —me interrumpe con una sonrisa en su rostro.

     —Ya he comido, bella dama, pero puedo acompañarla hasta que vaya a dormir, sólo tenía ganas de verla nuevamente —asiento y me dirijo a la cocina para revisar los macarrones y veo que ya el queso está completamente derretido.

     Aplico los macarrones al queso fundido y lo mezclo hasta que estos tienen la apariencia correcta, los sirvo en un plato y tapo la olla donde los he hecho. Tomo un tenedor y camino con mi plato hasta la pequeña mesa del comedor donde se halla sentado Edward, este luce radiante a pesar de ser poco más de media noche.

     —¿Cómo le ha ido hoy? —pregunto antes de probar lo que he preparado y un leve sonido de gusto escapa de mis labios cuando lo hago, haciéndolo reír levemente.

     —Me ha ido bien, bella dama, ¿a usted cómo le ha ido? —pregunta éste y tomo un poco de agua para pasar la comida y responder.

     —Me ha ido bien, aunque estoy levemente cansada debido al día tan ajetreado. La universidad y el trabajo me consumen completamente.

     —¿Estudias y trabajas? —asiento a su pregunta y vuelvo a ingerir otro bocado.

     —Sí —trago la comida y tapo mi boca con la servilleta limpiando los restos de queso que quedaron en las comisuras de mi boca—, desde que llegué a St. Lucia von Rosen comencé a estudiar y a trabajar, no tengo familia aquí.

     —¿Es usted nueva en el pueblo? —pregunta ante mi revelación y asiento.

     —Sí, llegué hace unos meses desde España. —este asiente pero frunce su ceño.

     —Pero, bella dama, no tiene usted acento español... —río un poco.

     —La verdad no... es un tanto extraño.

     —¿Sabe usted la historia del pueblo? —lo miro con extrañez y luego trago el nuevo bocado ingerido, vuelvo a tomar agua y niego—, oh... se la contaré.

     —Está bien. —sonrío un poco mirándolo y continúo cenando.

     —En mil ochocientos noventa y dos se fundó St. Lucia von Rosen, fue fundado por Nikolay Záitsev, quien es el legítimo dueño de estas tierras hasta los momentos, el nombró este pueblo como su esposa Lucía de las Rosas, pero su nombre está escrito en Alemán debido a que ella es Alemana. Dicen las malas lenguas, mi bella dama, que Nikolay falleció hace años, pero que su cuerpo no ha sido encontrado, pero no es así, mi querida Sofía... él está vivo, aunque nadie lo crea.

     » Este pueblo pasó a manos de Lucía, su esposa, pero legítimamente es de él, y sigue siendo de él. ¿Sabes por qué finge estar muerto, mi bella dama? Finge porque lo buscan en Rusia... lo buscan por ser uno de los narcotraficantes más poderosos de esta época, aunque no el más poderoso de la historia.

     —¿Cómo sabe tanto? —pregunto interrumpiéndolo, él sonrió un poco y negó—. Oh, ¡vamos! Dígamelo... tengo curiosidad. —insisto dejando mi plato de lado para escucharlo.

     —Oh, bella dama, si supieras... —ríe negando—, te lo diré después. Creo que es hora de irme... —bufo negando.

     —Está bien, pero prométame que me lo dirá después, Edward. —él asiente risueño.

     —Lo haré, bella dama, no lo dude.


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Alma Enamorada [P A U S A D A]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora