CAPÍTULO IX
Octubre, 29. St. Lucia von Rosen.
—¿Estás segura de hacer esto, Sofía? —asiento sin dudar. Oriana me reprocha con su mirada, miradas de las cuales me he ido acostumbrado.
—Sí. Debo saber la verdad, si Edw...
—¡Otra vez con eso del fantasma! ¡Entiende que eso no ex...! —su regaño queda al aire y la miro extrañada.
—¿Qué sucede? ¿Viste un fantasma? —sonrío con sorna, ella bufa.
—No, no vi un fantasma —rueda los ojos—. ¿Recuerdas que antes de salir de tu casa, te mencioné que un hombre nos estaba viendo? —asiento, ella hace lo mismo y da un trago a su malteada de chocolate— Nos está observando justo ahora, voltea disimuladamente.
—¿Estás segura? —ella asiente, volteo y observo al hombre, fijo mis ojos en los suyos.
Me levanto con premura mientras escucho a Oriana diciéndome que no haga nada. Camino hasta el hombre que al parecer estaba esperando que esto sucediera.
Al estar cerca de él, este se coloca de pie y estrecha su mano.
—Aurelio Céspedes —estrecho su mano con la mía y asiento—, soy el ex-oficial al mando en el pueblo.
—Sofía Alcázar.
—Lo sé, debo hablar con usted —asiento a sus palabras y procedo a sentarme junto a él—. ¿Va a pedir algo? —me niego.
—No, vengo acompañada. —hago referencia a Oriana quien está sentada a solo tres mesas de nosotros.
—Bien, debo hablar con usted respecto a un caso en el que he estado trabajando desde que fui sustituido de mi cargo.
—Entiendo, ¿en qué puedo ayudarle? —pregunto impaciente.
El hombre sentado frente a mí, aparentaba tener unos treinta años, robusto y de piel morena. Muy fornido a mi parecer. Sus rasgos físicos son bastante inusuales a lo que se suele ver en St. Lucia von Rosen.
—Tengo entendido que usted está viviendo en la calle trece.
—Así es, ¿eso qué tiene que ver?
—En esa misma casa que usted vive, vivió alguien a quien presuntuosamente asesinaron.
Con velocidad me coloco de pie y me alejo, él hace lo mismo, pero en vez de alejarse, se acercó a mí.
—¿Cómo va a ser eso posible?
—Señorita, mi intención no es asustarla, necesito su colaboración. Ese asesinato es el motivo de mi despido.
—¿Y cómo le puedo ayudar? —respiro profundo e intento procesar lo que me dice.
—Quisiera saber si usted puede darme su consentimiento para revisar su casa, tengo la sospecha de que en esa casa hay algo oculto.
Intento procesar cada una de sus palabras, por inercia me abrazo a mí misma. Asiento y él sonríe.
—Claro, no hay problema. —escucho el carraspeo de Oriana a mis espaldas y volteo a verla.
—¿Sucede algo? —niego en respuesta— Oriana Bermúdez, un placer.
—Aurelio Céspedes, igualmente —gira su rostro hacia mí—. La contactaré pronto, señorita Alcázar. Gracias por su colaboración.
—No se preocupe, hasta luego señor Céspedes.
Lo vemos marcharse de la cafetería y Oriana sin esperar, empieza con las preguntas.
—¿Qué quería? —dudo antes de responder y niego.
—Nada... —pienso un poco en lo que me dijo y miro a Oriana— Debo irme. Te hablaré luego, adiós. —con prisa dejo el lugar y me marcho a casa.
Recuerdo haber hallado un pequeño escondite bajo la cama, estaba muy escondido, cubierto con madera. Jamás pude revisar lo que había dentro, estaba cerrado con candado, pero sea como sea, debo saber qué hay ahí dentro.
Me apresuro para llegar, la cafetería no estaba tan lejos de casa y agradezco que sea así. Tanta incertidumbre me estaba empezando a impacientar.
Abro la puerta y al entrar lanzo las llaves a la mesa del comedor. Camino apurada hasta la habitación y muevo la cama dejando a la vista el pequeño escondite cubierto con madera.
Ahí estaba, algo por lo que no me preocupé jamás era en lo que debía enfocarme. Empiezo a mover la madera que cubría el pequeño hoyo en el suelo, y al retirarla todo veo aquella caja por la que siempre tuve curiosidad.
La saco y la dejo a un lado, volviendo a colocar la madera en su sitio al igual que la cama. Suspiro al ver la caja y me la llevo hasta la mesa del comedor para intentar abrirla. La caja es de un tamaño intermedio, por lo que, sea lo que esté en su interior, debe ser del asesinato que mencionó el señor Céspedes.
Pienso la manera de romper el candado, tengo que hallar la manera de hacerlo antes de que el señor Céspedes se contacte conmigo. La duda me carcome y la incertidumbre hace que me detenga.
Rápidamente busco un cuchillo en la cocina, es lo primero que pasa por mi cabeza y hasta ahora es la mejor idea que tengo. Me acerco una vez más a la caja e introduzco el cuchillo de forma forzada a la cerradura del candado, en un intento inútil de querer abrirla.
Mi segunda opción es usar un broche de cabello, introduzco la parte más fina en la cerradura y esta entra, pero no se abre en el primer intento.
Un par de minutos e intentos después, el candado se abre y vuelve la incertidumbre.
Abro la caja muy lentamente, y lo primero que veo, es una foto de Edward tirado a la orilla del río... muerto.
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Alma Enamorada [P A U S A D A]
RomanceDespués de un trágico accidente, Sofía decide irse de España. 1952, los tiempos eran difíciles para todos, su llegada a St. Lucia von Rosen sin duda alguna lo fue. Un homicidio sin resolver y dos cartas que decidirían su futuro, bien podrían resolve...