Capítulo 1

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Erase una vez un capitán que tenía seis hijos: tres niños y tres niñas.

Las tres hijas eran muy hermosas, pero la más pequeña era la más hermosa de todas. De hecho, desde que era pequeña todos la llaman Bella.

No sólo era más bonita que las otras, sino que además era atenta y buena con todo el mundo. Mientras que las hermanas mayores eran muy egoístas, y no se relacionaban con nadie que no tuviera dinero y poder.

Bella tenía el pelo oscuro, al igual que sus bonitos ojos marrones casi negros, era alta al igual que su madre, para ser tan joven era muy responsable, siendo la única que ayudaba a su padre a preparar sus viajes, esperando que algún día él la ofreciera viajar a su lado. La encantaba leer, tenía una colección de libros impresionante heredada de su madre.

Una tarde, el padre llegó a casa muy triste, porque había perdido su trabajo. Ya no tenía el suficiente dinero como para seguir viviendo en la ciudad y se vio obligado a vender su casa y comprar una pequeña casa en el campo, en la que apenas entraba toda la familia.

Con lágrimas en los ojos, el navegante les dijo a sus hijos: "Hijos, vamos a vivir en el campo y tendremos que trabajar mucho para ganar dinero ahora que he perdido mi trabajo." Las hermanas mayores respondieron que de ningún modo abandonarían la ciudad, pero a Bella le encantó la idea.

Cuando la familia se mudó al campo, el padre y sus tres hijos  trabajaban desde el alba hasta el atardecer y lograban ganar suficiente dinero para vivir.

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Ya hacía un año que la familia estaba viviendo en la casa del campo, cuando una mañana el padre recibió una llamada.

En la llamada le decían que un puesto de trabajo finalmente había quedado libre.

El padre tuvo que viajar hacia el puerto, y las dos chicas le pidieron que les trajera vestidos, y joyas . Pero Bella no le pidió nada.

"¿No quieres que te traiga algo Bella?" le preguntó su padre.

"Me gustaría que me trajeras una rosa." Dijo ella.

El padre emprendió el viaje, pero luego de varios problemas, regresó a su casa tan pobre como se había ido.

Estaba a alrededor de 3 kilómetros de su casa y ya se emocionaba pensando en que volvería a ver a sus hijos. Estaba atravesando un bosque y, en medio de una tormenta, perdió el camino.

De repente, al final de una larga hilera de árboles, vio un enorme palacio.

El capitán se dirigió a la mansión, donde no encontró a nadie. Entró en una gran sala y encontró una chimenea y una mesa repleta de muchos platos.

Esperó un rato, pero no apareció nadie. Cuando dieron las once, ya no pudo resistir el hambre. Se sirvió un plato de pollo y se comió hasta los huesos, temblando de miedo en todo momento.

Cuando ya no tenía hambre, comenzó a mirar a su alrededor. Pasaba de una sala a otra y todas las habitaciones estaban amuebladas, hasta que llegó a una sillón donde había un sillón que parecía muy acogedor. Ya era más de medianoche y estaba muy cansado, cerró la puerta y se acostó a dormir.

Eran las diez de la mañana cuando se levantó y encontró junto a su cama un nuevo traje, en lugar de su ropa vieja.

Miró por la ventana y vio un jardín lleno de hermosas flores. Regresó a la sala donde había comido la noche anterior y encontró una mesita llena de frutas y huevos, un plato con tostadas con mantequilla y una taza de humeante de café caliente.
Después de desayunar, se dirigió a buscar su coche. Cuando pasó por el jardín de rosas, se acordó de lo que le había pedido Bella y cortó una rosa para llevar a su hogar.

Cuando estaba cortando la rosa, escuchó un ruido terrible y vio que se acercaba un hombre.

"¡Desagradecido!" rugió la Bestia. "Te salvé la vida y te acogí en mi palacio y tú me arrebatas mis rosas, ¡a las que amo más que nada en el mundo! ¡Deberás pagarlo con tu vida!"

El capitán llorando dijo: "¡Perdóneme señor! Corté sólo esta rosa para mi hija pequeña, que me pidió que le llevara una rosa."

"No soy un señor," respondió la Bestia, "soy una bestia. No esperes conmoverme. Pero me has dicho que tienes hijas. Estoy dispuesto a perdonarte con la condición de que una de ellas venga a morir en tu lugar. Simplemente, vete de aquí y, si tus hijas no vienen a morir por ti, júrame que volverás dentro de tres meses."

El capitán ni siquiera pensó en sacrificar a una de sus hijas. Pero aún así hizo la promesa y la Bestia le dijo que podía irse cuando quisiera.

Después de llegar a su casa, le entregó a Bella la rosa, diciendo:

"Toma esta rosa, Bella; no puedes imaginarte lo que esta flor le ha costado a tu padre."

Luego les contó todo lo que había pasado en el palacio de la Bestia.

Las dos hijas mayores se echaron a llorar y culparon a Bella, porque no derramó una sola lágrima.

"¡Miren a lo que conduce tu orgullo!" dijeron. "¿Por qué no pediste ropa y joyas como nosotras? Y por tu culpa nuestro padre va a morir, ¡y tú ni siquiera has derramado una lágrima!"

"¿Por qué debería llorar?" preguntó Bella. "Mi padre no morirá porque yo me entregaré a la Bestia."

"¡No, Bella!" dijeron sus tres hermanos. "¡Tú no vas a morir! Nosotros iremos en busca de ese monstruo y lo mataremos."

"Nunca podrán matarlo," dijo el padre. "No puedo dejar de agradecer a Bella por su amor, pero jamás dejaré que muera en mi lugar."

"No irás al palacio sin mí," dijo Bella. "¡Tú no puedes impedirme que vaya!"


La Bella y La Bestia | Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora