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En el segundo capítulo suelen aparecer las primeras presentaciones, más personajes, algunas pistas más... También es esencial, claro está, pero si has terminado el primero y vas a por más... ¿De alguna forma no significa que vas a llegar unos capítulos más allá?


En el último minuto entregué el examen tras revisarlo todas las veces posibles. Salí del aula y respiré tranquila. Natalia saltó lo de preguntarme qué tal había ido al ver mi sonrisa, rodó los ojos y empezó a contarnos en el corro que habíamos formado algunos alumnos los pequeños errores que suponía que había cometido y las preguntas de las que no estaba segura. De golpe todo eras voces entre otras, ¿no se iba a acabar el examen aún? Bufé. Odio que en el momento que puedes dejar de pensar en los exámenes, la gente siga hablando de ello. Ya lo has hecho, olvídalo.

- Li, - Bien, Cristian me rescataría.

Me di la vuelta con la esperanza de salir de aquel círculo de estrés post-examen.

- Dime que la pregunta 35 era la "c" o, o... - Lloriqueó. - He estudiado, te lo prometo. Tú has visto que me he esforzado. - ¿No pueden hablar de la fiesta de esta noche?

- Calma. - Me reí. - Sí, creo que sí.

- Va, si la has puesto tú, está bien. - Encerró mi cara entre sus manos y me dio un beso en la frente. - Perfecto, gracias. Eres la mejor.

- Yo también puedo equivocarme. No saco diez en todo como os pensáis. - Hablé a duras penas entre sus manos y puse cara de agobio.

- No me desanimes, anda.

- No me hables del examen... ¿Esta noche a tope?

- Hooooombre, claro. Llevo todo el curso esperando este día. - Empezamos a andar los dos hacia el exterior. - Chicas, allá voy. - Puso sus manos como si estuviera agarrando las solapas de una chaqueta de traje y puso cara y voz de seductor entrecerrando los ojos.

- Eres lo peor. - Acompañé esto con un golpe amistoso en el hombro. - ¿Te vienes ahora a tomar algo? Voy con mi prima, Miguel y Enzo.

- ¿Puede venir Anna? Me está esperando en los merenderos.

- Claro. Nos vemos ahora en la cafetería de los de información, ¿vale? Os esperamos allí.

De camino a mi encuentro con Enzo, mandé un WhatsApp a Miguel, ya que Nat estaría demasiado entusiasmada.

- "Nos vemos en vuestra cafetería, avisa a Nat."

- "Hecho. Pedid dos quintos más."

Guardé el móvil tras leer su mensaje y vi a Enzo, "el guaperas", rodeado de cuatro chicas en las escaleras.

- Bueno, chicas, hablamos esta noche. - Desfilaron una a una para darle dos besos cada una.

Enzo, muy amable, tomó a todas por la cintura y regaló un guiño a la última de la que se despidió. Vino hacia mí con sonrisa de triunfador.

- ¿Qué piensas?

- Pobres niñas.

- ¿Niñas? Tienen tu edad.

- Pobres. A secas. - Rectifiqué.

- Pero si tú estás igual. - Le miré alzando una ceja. - Qué mal disimulas. - Reímos.

Le tendí mi último cigarrillo y el mechero. Le miré mientras lo encendía. La verdad es que estaba bien. Muy bien. Bueno, era el chico más guapo que conocía junto a mi hermano. Moreno con ojos marrones claro y manchas verdes, pecas y una sonrisa... Qué sonrisa. Las comisuras se le iban siempre hacia arriba. Mandíbula marcada de forma sutil. En resumen: alucinante.Encima, el cigarro le quedaba como a Leonardo Dicaprio de joven.

- Eh, ¿dónde estás? Al final me lo fumo yo solo. Creía que estabas acostumbrada a mirarme ya... A veces olvido o menosprecio el efecto que tengo en las mujeres. Me gustaría ser normal por un día a ver qué es eso.

- A mí también me gustaría. - Le regalé una sonrisa falsa cuando le quité el cigarro. - De hecho me bastaría con que fueras un poco menos idiota.

Llegamos a la terraza de la cafetería y, sin sentarse, se dirigió a la barra a pedir seis cervezas para todos.

- Hoy invito yo. - Volvió cargado de botellines.

- ¿Celebras algo?

- ¿No puedo ser majo?

- ¿Tú?

- ¡¡POR FIN!! Libres, somos libres. - Natalia dio el primer trago de cerveza.

- ¿Qué tal? ¿Pasamos todos? - Anna me saludó y se sentó a mi lado.

- Hola... - Enzo se hizo notar bajando la cabeza y levantando la cerveza en modo de saludo.

- Bueno, todos los demás.

- Sí, creemos que sí. - Miguel tomó la palabra. - Dejemos de hablar de la universidad, por favor. Ya hemos acabado. De hecho, no sé qué hacemos celebrando el fin de curso dentro de la universidad.

- Dios, gracias. - Miré al cielo. - Prima, me gusta este chico, ¿eh?

Mi amiga rió y besó a su novio.

- ¿Y si salimos esta noche en pijama?

- No voy a celebrar fin de curso en pijama, Cristian. - Anna tiró una bola de papel al de la ocurrente idea.

- Sólo era un idea. - Cris le devolvió la bola.

Así pasamos casi una hora. Entre cervezas, tres cigarros que Enzo pidió a un grupo de chicas de al lado, preparativos para la noche y posibles modelitos de las chicas.

A la hora de la comida llegué a casa, habría llegado antes, pero me encantaba andar por la Gran Vía cuando nada me preocupaba. Subí al tercer piso con varias cartas en la mano. En el salón me recibió mi hermano saludando con la boca llena de comida:

- Hola, empollona, ¿has acabado ya?

- Sí, cerdo. Por fin. - Le miré con asco. - Traga, hijo. Que se noten los 22 años que tienes.

- Tú comida está en la cocina. - Dio un trago de agua. - Dice mamá que le llames para decirle qué tal y papá que pasemos a verle algún día los dos juntos.

- ¿Este domingo puedes?

- Por la mañana tengo partido y por la tarde juega...

- Me da igual quién juegue. Podríamos comer con él, vamos, es un momento. Sólo nos pide un rato juntos. - No espere respuesta y empecé a dirigirme a mi cuarto. - Esta tarde le llamo y te digo cómo hemos quedado.

En mi habitación me deshice del bolso y los zapatos mientras trataba de recoger mi pelo en un intento de moño que quedó despeinado pero efectivo para hacer más pasajero el calor.


Esquinita dobladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora