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El tercer capítulo ... Vale, todos los capítulos son esenciales. En esta novela en particular, creo que este será de mis favoritos. Escribo estas introducciones a medida que voy escribiendo los capítulos... quiero decir: acabo el capítulo y escribo algo que pienso sobre él, más o menos. 

Las fiestas entre amigos siempre son geniales, a pesar de la sufrida resaca de después... Pero la resaca es algo mejor con buena compañía. Respecto a conocer a gente nueva, vale que siempre es genial, pero conocer a alguien tan... "intelectual", no me digáis que no os dan ganas de ir a una terraza a esperar a ver si hay suerte.


Me miré en el espejo para darme los últimos retoques antes de salir. Labios granate como mi top con una sombra de ojos gris claro. Resaltaba bastante mi lunar en el pómulo izquierdo justo debajo del ojo. Falda de cuero negra y tacones con tachuelas. Sonreí satisfecha. Me gustaba mi pelo ondulado. Me dirigí a guardar en el bolso el paquete de tabaco que escondía en unas de las lejas más altas de mi habitación, justo detrás de un libro de poemas. Dinero, llaves, móvil y carné. Y la entrada, importante. Habíamos reservado un pub para algunos alumnos de la universidad. Iba a ser nuestra noche. Lo iba a ser. 

- Bueno, Lili, ¿van a caer muchos esta noche? - Mi hermano se asomo por la puerta. - No quiero sobrinos, con condón siempre.

- ¿Borrachos? ¿Niños con un cerebro en la entrepierna? - Chasqueé con la lengua. - No, gracias. - Le di un beso en la mejilla. - Valgo más que eso. 

- Sosa. Eres la típica aburrida de las fiestas. 

- Y tú el típico borracho con cerebro en la entrepierna. - Abrí la puerta.

- Pues la carrera me va bien. - Me agarró del brazo antes de que saliera. - Ten cuidado, pequeña.

- Sabes que me cuido. 

- Pero hay mucho borracho por ahí suelto, ya sabes. - Ahora chasqueó el la lengua.

- Sí, Gonzalo. - Sonreí dulce a mi hermano. - ¡Mamá, me voy! - Levanté algo la voz para que me escuchara desde el salón. - Dile que le traigo churros, - le guiñé el ojo. - os quiero.

Con las mismas cerré la puerta. Una calle más abajo me esperaban mis amigos. Natalia, bajo la luz de una farola, dio una vuelta sobre sí misma para enseñarme el vestido rosa que llevaba. Uno que le regalé yo hace unos meses. Éramos la noche y el día, pero nos sabíamos llevar y nos conocíamos al detalle. Saludé a todos y de camino a la fiesta estuvimos hablando sobre lo inolvidable que sería aquella noche.

El gorila de la puerta pidió entrada y DNI uno a uno, y nos selló el brazo antes de entrar. Conforme fuimos pasando, nos dirigimos todos hacia la barra a empezar a amortizar nuestra barra libre.

- Venga, venga. - Enzo nos fue agrupando. - Uno, dos, tres, cuatro... diez chupitos.

- Somos nueve, Enzo.

- Dos son para mí, Li.

- ¡Eh, loco, yo también quiero! - Cris se hizo oir entre el barullo. 

- ¡Y yo! - Gritamos Bea y yo al unísono. 

- ¿Todos dos? - Enzo hizo una señal llamando a la camarera.

- Y luego otro, ¿no? - Javi hizo estiramientos como si fuese a entrar al ring.

Debo confesar que me acuerdo de esos tres chupitos, dos cubatas y un chupito más. Más o menos lo que duran unas pocas canciones. Eso de que fue una noche inolvidable... Curioso. También debo confesar que fue increíble. Tengo flashes de estar muriéndome de la risa, bailando como loca, cantando a pleno pulmón, fumando con Enzo y Javi mientras jugábamos a ver quién parecía menos borracho... ¡Vaya noche! ... Y vaya día el siguiente.

Esquinita dobladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora