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Julia camina con paso firme hacia Alexander, sus manos tiemblan mientras trata de ocultarlo bajo las mangas de su suéter.

Él está recargado sobre la pared en aquella esquina a oscuras, su aliento sale de entre sus labios hecho vaho. A Julia le recuerda el humo de los fumadores y no aleja esa idea hasta que llega a él.

―Y bien... ¿Qué le dijiste?

Él sonríe sin sonreír, sus labios son dos finas líneas de color rojo.

―¿Te hizo algo?

―No. Pero ―se escucha decir―, necesito saberlo.

―No necesitas nada más que entender, Julia ―se acerca a ella, su aliento choca contra la suave piel de su rostro, él se pega a su oído derecho y susurra con aquel gesto fúnebre en su frente―: yo te cuidaré de él siempre. De él y todo aquel que te quiera hacer daño.

Y con esas palabras Alexander, nuestro adorado (odiado) Viento, se aleja de ahí.

Algo que debió decir también es que sí, la cuidaría de todos, menos de alguien peor que su padre o cualquier otro. No la cuidaría de él mismo.

Y eso será lo que acabará con ella... O con él, si no se cuida.

Frío © #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora