Capítulo 1

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Me desperté debido a las turbulencias del avión, aunque ni si quiera sabía si realmente estaba durmiendo. No había podido pegar ojo desde ese día.
-Señores pasajeros, les recordamos que el vuelo A11034 aterrizará a la hora prevista, 09:00 -dijo la azafata por control de voz.
Me levanté del asiento con un dolor terrible de cuello y me lo crují un par de veces hasta que volví a acomodarme en el asiento.
-Perdone, ¿me puede decir la hora? -pregunté al hombre que había sentado a mi derecha.
-Son las nueve menos diez.
Genial, el vuelo aterrizaba en diez minutos y no sabía por dónde empezar a vivir mi "nueva vida".
Aterrizamos antes de lo previsto, exactamente siete minutos antes. Esperé un buen tiempo para recoger la maleta de la cinta, y no puedo decir que se me hiciera leve.
Cuando por fin tuve mi maleta, fui a la calle a pedir un taxi. Se me hacía raro pasar ante la gente sin sentirme demasiado observada. Quizás solo eran imaginaciones mías; no me extrañaría que aquello haya podido afectarme psicológicamente.
Cuando subí al taxi vi a un tío un tanto raro. Llevaba la cabeza rapada aunque tenía indicios de pelo pelirrojo. Tenía tatuajes por todo el cuerpo, incluida la cabeza y la cara; y unos piercings que ni yo sabía que se podían hacer. Pero igualmente era un taxista y tenía que llevarme a algún lugar.
Sinceramente, no tenía ni idea de las ciudades de la zona, así que le dije que me llevara hacia la primera ciudades que leí en el mapa: Scotland. Concretamente, hacia el sur de Scotland. Puede que allí pueda volver a empezar una nueva vida; lejos de problemas. Aunque ni siquiera sabía si aquello iba a ser posible.
El primer paso de mi nueva vida fue ir a desayunar. Vi una especie de bar cerca del bosque de la laguna. Parecía alejado de la civilización y el barullo y eso me gustó.
-Café con leche, por favor -le pedí al camarero cuando entré en el bar.
Tenía un aire del oeste, con cabezas de buitres en las paredes. Destacaba el marrón, aunque mirándolo bien solo había ese color. Los asientos de la barra estaban picados y se podía ver el relleno que llevaba dentro. El bar tenía pinta de no tener éxito en la gente, ya que en las mesas había más polvo que en una casa abandonada.
El pedido no tardó en llegar, ya que un chico que tendría mi edad y yo, éramos los únicos que estábamos en aquel cuchitril.
Pagué el euro y medio correspondiente al café y estaba dispuesta a irme. Aunque no tenía ni puta idea de adónde iba a ir.
-Oye, vosotros por casualidad, ¿no sabréis de una casa de por aquí que esté en venta, verdad? -les pregunté, aunque sólo parecía oírme el chico joven.
-Precisamente -contestó-, mi casa está a dos calles de aquí y está en venta.
-La quiero.
-Bueno, hay una chica, pero necesita compañera de piso para pagar el alquiler, ¿te interesa?
-Pues claro. Lo que sea.
-Pareces muy estresada -comentó, recogiendo su mochila que se colgó de un hombro y reuniéndose conmigo en la puerta-. Scotland es pura tranquilidad.
-Eso espero -susurré, aunque creo que me oyó porque sonrió.
Cuando salimos del bar-cuchitril él se ofreció a llevarme la maleta y retomamos conversación.
-¿Y cómo dices que es esa chica que busca compañera de piso?
-Es maja, tendrá tu edad -dijo echándome un vistazo por el rabillo del ojo-. Aunque puede que un año más.
-Créeme que parezco más de lo que soy. ¿Cuánto aparento?
-¿Diecisiete?
-Diecinueve -dije enseñándole mi querido dedo corazón-. Cara de inocencia no significa falta de experiencia -guiñé un ojo.
-Lo apunto -comentó riendo.
Eché a correr en la pequeña cuesta hacia el final de la colina. Cuando llegué vi una casa. Que más que casa parecía una pequeña mansión.
Toqué al timbre un par de veces hasta que una chica rubia un poco más bajita que yo abrió la puerta.
-¡Hola! Supongo que no vendrás a pedirme sal, ¿verdad? ¿Eres tú mi nueva compi? -gritó de emoción al lanzarse a mi cuello.
-Eso parece -le dije con una sonrisa aún pegada a su cuello.
-Pasa, que te lo enseño.
-Eh... ¿Cómo habías dicho que te llamabas? -gritó el chico desde la puerta para que lo oyera.
-Ally... Mel. Melanie -contesté, intentando que no se notara lo falsa que era mi sonrisa. Aún dudaba de cómo cojones me iba a llamar a partir de ahora.
Los dos me miraron con cara rara. No era NORMAL que alguien NORMAL con una vida NORMAL dudara de su propio nombre. Pero resulta que yo no era así.
-Vale, Melanie. Te dejo tu maleta en la cocina. Luego aclaramos papeles. Estaré en el bar -me dijo con una sonrisa.
Minutos más tarde, mi nueva compañera de piso ya me había echo un tour por la casa y me había explicado la historia de la laguna. Que resulta ser una laguna artificial.
-¿Y cuánto tiempo dices que vas a quedarte aquí? -me preguntó.
-Todo lo que pueda.
-¡Propongo que vayamos a dar una vuelta y a divertirnos en tu primer día en Scotland! -dijo arrancándome de la cama y llevándome tras de sí por las escaleras.
No estaba muy dispuesta, pero resulta que debo despejarme y olvidarme del tema que llevaba rondándome toda la semana en la cabeza y que al final iba a poder conmigo.
-¡Por cierto! -dijo al terminar de bajar las escaleras-. Me llamo Megan -sonrió.
Y fue en aquel momento cuando mi alma decayó y cambió el color de mi cara.
-¡Eh! ¡Melanie! ¿Qué te pasa?
-Nada, nada... ¿Vamos? -dije al cabo de unos segundos, intentando ocultar que tenía ganas de vomitar. Aunque no sería la primera vez que lo hiciera.
-¿Estás segura de que estás bien?
-Sí -sonreí intentado convencerla, pero no hubo éxito.
Cuando cayó la noche, Megan ya me había presentado todos sus amigos. Me cayeron bien, en especial un chico muy majo. A pesar de que era negro, hacía chistes sobre su color de piel constantemente.
Megan y yo fuimos a cenar al restaurante Charlotte.
Todo parecía ir de lujo, la comida estaba exquisita y las ventanas dejaban pasar el aire fresco de fuera. Se me cayó el tenedor que me iba a llevar a la boca cuando unos policías entraron en el restaurante.
<Oh, Dios>
-¡Dejen todos de comer! -gritaron, espantando a todos los de la sala-. Ahora, comenzaremos a investigarles. Uno por uno. Puede que sepan sobre una joven que ha emigrado de Estados Unidos por realizar un crimen. Les enseñaremos una foto por si la hubieran llegado a ver. Rogamos silencio y por supuesto que digan la verdad. Esa chica es muy peligrosa.
Se me heló la sangre. Mi corazón latía a mil por hora y mis oídos pitaban. Me habían pillado, ya no había escapatoria. Si alguien me reconociera, no tendría ninguna probabilidad de poder salir corriendo, me delatarían.
-Comenzaremos por este lado -dijo señalando su derecha-. Y terminaremos por aquel fondo.
La gente empezó a cuchichear con un tono de voz más alto de lo normal. Poco a poco el volumen subió y la sala terminó gritando como en un partido Real Madrid-Barcelona.
La primera persona fue fuera de la sala junto con los policías.
-¿Qué crees que puede haber pasado? -susurró Megan con la voz temblorosa-. ¿Y si hay un asesino entre nosotros?
-No... No lo sé.
Me quedé embobada viendo las reacciones de la gente. Todos estaban asustados e histéricos.
De repente las cortinas del fondo de la sala comenzaron a arder, y las llamas no tardaron en expandirse por el resto de la habitación.
La gente corrió hacia la salida, y cuando yo me iba a dar cuenta, Megan ya no estaba a mi lado. Me levanté dispuesta a correr pero un brazo me cogió de la cadera y otro me tapó la boca, evitando que pudiera gritar y que alguien se diera cuenta.
Empecé a llorar creyendo que era un policía, y que me habían pillado. Y otra vez la escena volvió a reproducirse en mi mente.
Aquella persona, me llevó a la terraza del restaurante, donde no había nadie.
-Ahora apartaré la mano de tu boca, y no gritarás. ¿Verdad? -me preguntó. No reconocía de nada esa voz, aunque asentí con la cabeza.
Cuando se separó de mí, giré la cabeza un poco y poco a poco el cuerpo. Vi a un chico, que tendría dos o tres años más que yo, y noté que el aire entró por mis pulmones al ver que no era un policía.
Del alivio, casi me desmayo, pero aquel chico me sujetó.
-Tranquila, no te preocupes. No tienes por qué temer de mí. Créeme si te digo que soy de fiar -me dijo, con una sonrisa, tranquilizándome un poco.
-¿Quién eres?
-Eso no importa. Lo único que importa es que yo sí sé quién eres y lo que has echo, y sé por qué lo hiciste. Lo sé todo.
-Pero... ¿Cómo? O sea, ¿por qué? ¿Quién te lo ha...?
-Demasiadas preguntas y poco tiempo -dijo interrumpiéndome-. No faltará mucho tiempo hasta que un policía registre la sala y nos vea a nosotros dos aquí solos hablando -empezaba a volver a ponerme nerviosa-. Tranquilízate, créeme, no diré nada, te lo juro. Pero ahora tienes que confiar en mí e irte lo más lejos posible de aquí, ahora esto ya no es un lugar seguro. Toma las llaves de mi moto. Es la roja que hay al lado del roble, cógela y huye.
-Pero... ¿Y tú? ¿Qué haces sin tu moto? ¿A dónde irás? ¿Qué pasará contigo? ¿Volveré a verte?
-Confía en mí y estarás segura -dijo poniendo cada mano en mi hombro, y mirándome fijamente a los ojos-. ¡Ahora corre!
Salté el muro que separaba la terraza del parking y seguí las instrucciones que aquel tipo me había dado. Las converse me ayudaban a correr cómodamente y a llegar a la moto sin problemas. Únicamente oía rugir el motor de la moto acompasado con los latidos de un corazón apunto de salírseme del pecho.
Cogí la moto sin saber cómo conducirla y salí de allí. Iba a cien por hora y no sabía si sabría frenar. Aunque ese era el menor de mis problemas. Cuando ya llevaba casi tres cuartos de hora subida en la moto, paré en un 24 horas para reponer fuerzas. Me puse la capucha de la chaqueta que llevaba, y entré a la tienda. Cogí como cinco botes de Red Bulls y monté otra vez en la moto.
Quizás esta vez, el tinte de pelo no era lo suficiente como para no parecer mi verdadera yo.
Quizás no era lo suficiente para no parecer Allison Smith.

MelanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora