Debilidad humana

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[3]

"Pathetic, hiding behind a woman"

—"Lord Sesshomaru".



Inuyasha era incapaz de sobrevivir a la angustia que se formaba en la boca de su estómago.

¿Qué estaría haciendo Kagome en esto momentos?

¿Lo extrañaría tanto como él a ella?

No había sentido tal tristeza y depresión desde que había perdido a Kykio por primera vez, y su mente era tan traicionera que le hacía tener los sueños más dulces y comprometedores con Kagome, de los cuales no quería despertar, se sentía tan condenado a solo verla en los sueños que deseaba que jamás se acabase la noche. Su mente le trajo varios recuerdos, como aquella vez, que tenían poco de conocerse, cuando fueron a derrotar al monstruo del árbol que comía frutos con almas humanas, ese día en que vio su cuerpo desnudo por segunda vez.

—Inuyasha— una voz lo sacó de sus pensamientos y al bajar la cabeza —pues se encontraba en aquel árbol donde una vez estuvieron solo ellos dos, alejados de todo lo de su alrededor, felices, tomados de la mano sin pensar en el futuro tan cruel que los mantendría separados— se encontró con Miroku.

—¿Que pasa Miroku, no tienes que atender a Sango? – dijo el yōkai mientras de un salto lograba estar a la altura de su amigo.

—Siento una presencia demoniaca muy fuerte al norte de la aldea, pienso que si recorremos río arriba podremos dar con el demonio— Inuyasha comenzó a olfatear el aire, su mente lo había privado de sus demás sentidos, pues no se había percatado de aquel embriagante aroma que logro reconocer en segundos. Pero esta vez, iba acompañado...

—Creo saber quién es, pero no está solo— dijo mientras regresaba a la cabaña sin decirle nada más al monje, que se encontraba alzando una ceja por la tranquilidad del Hanyou.

—Bueno, ¿Y qué esperamos?— el monje fue acercando sus pasos hacía Inuyasha dispuesto a decirle lo que podía pasarles a todos si no protegían lo que tenían en la aldea, pero no fue necesario porque el demonio de cabellos plateados y orejas blancas tomó su espada de la cabaña donde solía descansar y le hizo señas para que le siguiera.

—Debemos matarlos antes de que se aproximen, tal vez con un viento cortante baste, no quiero morir en manos de tu hermano si le llegará a pasar algo a la pequeña Rin, pero lo más importante, por no haber sabido proteger a una mujer, no me lo perdonaría, que seríamos nosotros sin las mujeres...— pero no pudo continuar, porque la mano pesada de Inuyasha lo había impactado para darle una colleja de aquellas que solo Shippo recibía.

—¡¿Quieres callarte!? , no puedo concentrarme en una estrategia para no ser destruidos.— Dijo rodando los ojos mientras tomaba de nuevo la delantera.— Ahórrate tus discursos cuando lleguemos triunfantes a la aldea después de haber vencido.— y sin más el monje guardo silencio y siguió a su acompañante.

El yōkai olfateaba el aire, tratando de descifrar el olor de aquellos demonios, que ahora más cerca del principio del río notaba tres presencias, totalmente desproporcionadas en tamaño, y en fuerza también.

—Miroku, te quedas aquí hasta que yo te de la señal, ¿está claro?— las orejas del mitad humano mitad bestia se movieron esperando una respuesta. El monje asintió y se sentó debajo de un árbol con su bastón entre las piernas que formaban ahora un perfecto moño.

Inuyasha seguía el ruido del agua mientras saltaba de la copa de un árbol a la otra, comenzaba a descifrar de quien se trataba aquel olor, y no tuvo que avanzar mucho más para confirmarlo, pues un rayo verde paso rozando su mejilla.

Eternidad Daiyōkai {SesshoxRin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora