Caminé por los pasillos enfadado, mi padre había vuelto a tocar el tema sobre la boda y por enésima vez yo se lo había hecho saber: no quería casarme aún, y mucho menos con una desconocida. Por eso cada vez que mencionaba eso nos peleábamos, él era de carácter fuerte pero yo no podía quedarme callado.
Kira, la primogénita de la familia Zul era mi prometida; dentro de un par de meses ella y su familia llegarían a nuestro castillo; no sabía qué hacer, probablemente ella estaba en la misma situación que yo, y pensándolo bien eso sería bueno, ya que ambos podríamos enfrentar a nuestros padres y oponernos al matrimonio.
—¿Estás bien?— me encontré con mi hermana Sora.
—Si. Es sólo que, bueno, ya sabes— contesté encogiéndome de hombros; —es sobre la boda.
—Aún no te casarás; eso será hasta dentro de un par de años.
—Lo sé, pero no quiero— arrugué la nariz en una clara mueca de disgusto y ella rió.
—Ael, ya no eres un niño, deja de hacer esos gestos.
—Es que probablemente no tenga la misma suerte que tú—, ignoré su comentario y retomé el tema; hace unos años, cuando mi madre aún vivía, la familia Eom había venido a pedir la mano de mi hermana y se la concedieron; pero como dije antes, tuvo "suerte" porque ella y su prometido se enamoraron.
—No es suerte, simplemente se dio— alzó las cejas, como si fuera lo más fácil y natural del mundo; —ya lo sabrás cuando te ocurra.
—Pero, ¿y si no me ocurre?, o peor, ¿si no es con ella?— llevé ambas manos a mi cabeza; —viviré en un infierno, sería un castigo.
—No seas dramático— me dio un golpe en la cabeza con el abanico color salmón que sostenía; —poco a poco le irás tomando cariño, además, no sé porqué te adelantas a los hechos, todavía no la conoces— sentenció, dio media vuelta y se marchó diciendo; —puede que sea amor a primera vista.
Sinceramente era reconfortante tener a Sora en el castillo, aunque después de ese día no la volvería ver en algunos meses ya que ella y su esposo sólo estaban de visita por algunas transacciones referentes a la mercancía que él y mi padre manejaban. Mi hermana siempre era muy atenta conmigo y aún estando lejos solíamos enviarnos cartas.
—Joven, su padre desea hablar con usted, lo está esperando en el salón principal— un muchacho de servicio se dirigió a mi minutos después de que Sora desapareciera por los pasillos.
—Gracias.
—¿Desea que después le lleve la cena a su habitación?— preguntó.
—Sí, por favor— hice una leve reverencia y él me contestó de la misma forma.
Mientras me dirigía hacia donde mi padre, me preguntaba qué querría si hacía menos de una hora que habíamos hablado, o mejor dicho, discutido.
Dudando un poco, toqué a la puerta.
—Adelante— escuché su voz; mi padre era de temer, siempre con su expresión seria y mirada escrutiñadora.
—Padre, ¿me buscabas?— entré al salón cerrando la puerta tras de mí y noté que tenía una carta en sus manos.
—Ael, mañana llega Gino— creo que notó mi cara llena de confusión ya que agregó; —es mi primo, probablemente no lo recuerdas, estabas muy pequeño cuando lo viste por última vez.
—Oh, entonces, ¿tendremos visitas?— pregunté.
—Sí, se quedará unas semanas—, suspiró, —por lo que te pido dos sencillas cosas—, clavó aún más su mirada en mí; —primero, evita hacer tus rabietas tontas—, de seguro se refería a mi postura ante la boda.
—Pp... pero.
—Y segundo—, me interrumpió; —no andes paseando por ahí; sé amable con Gino, muestra tus buenos modales, no quiero que te escabullas para ir a jugar con esos tus amigos.
Fruncí el ceño, mi padre pedía muchas cosas; —Pero...
—¡¿Entendido?!
—Si padre— contesté, ya habíamos discutido hace unos minutos, no valía la pena volver a hacerlo.
Me dirigí a mi habitación ensimismado; aunque debía admitir que en algo tenía razón: yo acostumbraba salir o escabullirme del castillo, me fascinaba caminar por los alrededores, así había conocido a Nill y a Cami que eran un par de años menores, el primero hijo de un carpintero y Cami hija de un artesano; y hacía un par de días también nos habíamos encontrado con Zoe, un año mayor que yo, Zoe había llegado con su familia de comerciantes. Pero todos, aún con la diferencia de edades y de clase social, como mi padre decía, congeniábamos muy bien, incluso me habían enseñado qué había fuera del castillo que mi padre llamaba hogar.
Con ellos siempre me divertía, además de que aprendí algunas técnicas de sobrevivencia y defensa personal, cosas que ni mis instructores me habían hecho saber.
Cuando entré a mi habitación vi que en la mesa, junto a la cama, había un gran plato con frutas, pan y queso; probé una uva y luego me eché de espaldas sobre el colchón; ya suficiente tenía con la noticia de la familia Zul, y ahora tenía que "portarme bien" con el invitado de mañana; ¿qué más podía hacer? Suspiré, luego me levanté y me dirigí a la ventana; era un hermoso paisaje, el sol estaba por ocultarse y el tono naranja hacía que los árboles a lo lejos, tras la muralla que rodeaba el reino, parecieran brillar.
Al día siguiente me levanté, lavé y puse mi mejor traje, uno color blanco con detalles dorados; Sora me lo había obsequiado en mi último cumpleaños.
Cuando estuve listo bajé las escaleras, Gino podría llegar en cualquier momento.
—Joven; Nill y Cami lo están esperando— me informó la señora Sung, encargada de la cocina; mis amigos solían ir por mí, y ese era el único lugar por donde podían entrar.
—Gracias, en un momento voy.
Y en cuanto mi padre se fue a su despacho, me dirigí hacia donde me habían indicado.
—¡Ey!— era Cami, tan efusiva como siempre.
—¡Sshh!— Nill le tapó la boca con una mano rodeándola por el cuello; —nos van a descubrir—, ambos sabían que a mi padre no le agradaba mucho que yo estuviera en su compañía, aún así yo los seguía buscando y ellos a mí.
—Pomquem tam emlemgamtem— exclamó Cami; Nill la liberó para que pudiera repetirlo; —¿porqué tan elegante?
—Tendremos visita— dije con un poco de fastidio.
—Entonces, ¿ya no podrás ir con nosotros?— preguntó ella.
—De eso justamente iba a hablarles; mi padre me prohibió salir mientras nuestro invitado esté en el castillo.
—¿Y desde cuando le obedeces a tu padre?— preguntó Nill con el ceño fruncido; Cami lo golpeó en el hombro suavemente.
—Pues...— iba a defenderme, pero Cami me interrumpió.
—¿No nos acompañarás? Según lo que calculaste florecerá esta semana.
—¡Cierto!— sin embargo, con la misma rapidez con que vino mi entusiasmo, se fue; —pero no creo poder ir con ustedes— agregué.
—Esperamos meses para ello— insistió Cami.
—Joven, ya están aquí— la señora Jung nos interrumpió; ella al igual que mi hermana cuidaba de mí.
—Nos vemos chicos, y gracias por recordármelo—, traté de dar por terminado el tema.
—¿Irás?— preguntó Nill.
—Lo intentaré, aunque no podría asegurarlo— mispalabras fueron más que suficientes para que Cami estuviera satisfecha, y esohizo a Nill sonreír.
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Tras la Muralla
Short StoryAel vive en encerrado en el castillo con su padre, pero eso no es lo que lo frustra, sino el hecho de que ha sido comprometido a matrimonio con una completa desconocida. La situación cambia cuando la ahijada del primo de su padre llega de visita al...