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—¿Y adonde se irán?— preguntó Nill cuando le hablé sobre mi idea.

—Mejor dicho, ¿cómo nos iremos?— intervino Lucía.

—¡Con Zoe!— exclamó Cami.

—¿Zoe?— preguntó Lucía, me había olvidado que la conocía muy poco.

—Sí, recuerda que partirán mañana— explicó Cami; Nill la miraba extrañado, tal vez no pensó que fuera a apoyar nuestro plan.

—¿Tu crees que nos quiera ayudar?— pregunté.

—Claro, confía en ella.

Fuimos a buscarla a la tienda que compartía con su familia y al plantearle la situación nos miró confusa; sus ojos pequeños amenazaron con desaparecer cuando los entrecerró para cuestionarnos.

—¿Seguros de que es lo que desean?— nos observó a ambos; —porque una vez que dejen sus vidas en el castillo no habrá vuelta atrás; tendrán que ganarse la vida trabajando.

Vaya que Zoe nos tomó por sorpresa, ninguno de nosotros lo había pensado así.

Al notas que nos quedamos callados por algunos segundos anunció,—mañana al alba mi familia y yo iniciaremos nuestro viaje; llevaremos un par de carretas, podrían ir en alguna de ellas, no habría problema; pero piénselo—; ésas fueron las sabias palabras de Zoe.

Al regresar al castillo cada quien se dirigió a su habitación; al principio el escapar fue algo que dije sin analizarlo demasiado, luego imaginarme la vida a lado de Lucía, conociendo las maravillas que de seguro habrían más allá de la muralla me pareció increíble, pero Zoe había dado en el clavo, el trabajo no era algo que Lucía, ni yo, hubiéramos hecho antes.

—Puedo pasar— toqué a su puerta.

—Adelante.

Al entrar la vi sentada en el borde de la cama observando hacia la ventana.

—¿Estas bien?— pregunté.

—Sí.

—¿Estás segura de que quieres continuar?

Volteó a verme con una sonrisa; —claro que sí; me parece que será una maravillosa aventura.

—Zoe tiene razón, no habrá vuelta atrás; por eso te pregunto otra vez; ¿estas segura?

—Ael, claro que lo estoy.

—Tendríamos que trabajar— continué.

—Lo sé, y daré lo mejor de mí. Tal vez no sepa como usar una espada, pero sé leer, escribir; sé latín, griego, filosofía y teología, de algo ha de servir— frunció el ceño.

—De acuerdo— le sonreí; —entonces duerme que tendremos que levantarnos antes del alba.

Se puso de pie y se acercó, me besó en la mejilla; —buenas noches, descansa— exclamó.

De vuelta en mi habitación, y antes de dormir, decidí escribirle una carta a Sora; le conté casi todo, prometiéndole que la pondría al tanto de los detalles en cuanto la fuera a visitar. Doblé la hoja y la metí en su sobre.

Lo primero que hicimos fue despedirnos de la señora Jung; a ella la encargué que enviara la carta.

Después nos encaminamos hasta el punto de reunión y proseguimos con las despedidas.

—Prometan que estarán de regreso para cuando vuelva a florecer— sentenció Cami.

—Así lo haremos— respondí.

—Y que no nos olvidarán.

—No lo haremos— sonrió Lucía.

Cami comenzó a llorar y Nill la abrazó para refugiarla en su pecho.

—Los vamos a extrañar— comentó él.

—Muchas gracias por todo— les agradecí; porque la verdad, sus enseñanzas me serían más útiles de ahora en adelante.

Luego subimos al vehículo cargando sólo un par de bolsas pequeñas.

—¿Listos?— preguntó Zoe; ambos asentimos y Cami se despegó de Nill esforzándose por regalarnos una sonrisa antes de partir.

Y así, sentados en la parte trasera de lacarreta, ambos agitamos nuestras manos en forma de despedida y hasta que los perdimosde vista en el horizonte Lucía tomó la mía; la miré y le sonreí; luego posó sucabeza en mi hombro para descansar, sin duda sería un largo pero maravillosoviaje.


Tras la MurallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora