One life for another

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Miré cómo caminaba.
Su figura delgada y alta rompía la imagen del atardecer. Segura, pero frágil, tan frágil...
Parecía un cristal a punto de romperse... Me prometió que no lloraría. Y sin embargo sus lágrimas caían de sus ojos a cada paso que daba.
Una y otra vez.
Le rogué a Dios que ella estuviera bien en mi ausencia... Sin embargo, nunca se sabe.
Caminó entre las tumbas hasta llegar a una en específico. No necesitaba leerla para saber de quién era.

Flash Back

-Ari, ya cálmate. Te prometo que en cuanto salgas, yo estaré aquí ¿bien? –dije sonriendo.
Ariana asintió. Era evidente que estaba nerviosa.
-Será nuestro primer hijo Justin y ¿qué pasa y tal vez...?
-No pienses. Será un hijo maravilloso, de eso estoy seguro –ella apretó firmemente mi mano.
-No te vayas...
-Tranquila, voy a esperarte.
Una voz monótona resonó en la sala en donde nos encontrábamos.
-Ariana G. cinco minutos.
Me acerqué a ella y le di un abrazo. No quería soltarla, sin embargo sabía que debía hacerlo.
-Te veré en cuanto despiertes ¿si? –asintió lentamente –todo va a salir bien, cariño.
Una enfermera entró en la pequeña habitación.
-¿Estás lista? –dijo amablemente. Ariana suspiró y se dejó caer en la silla de ruedas que traía la mujer.
-Adiós cariño.
-Adiós Justin -murmuró.

Media hora después de ver como Ariana entraba en la sala de operaciones decidí ir a comprar algo para mi futuro hijo.
Había una juguetería no muy lejos de allí. Debía estar a tres... Tal vez cuatro cuadras, no lo recuerdo muy bien.
Sí recuerdo que fue un día muy caluroso.
Caminaba por Central Street cuando una tienda de juguetes llamó mi atención.
No dudé en entrar.
-Buenos días –dije impaciente. Una de las mujeres, que parecía bastante mayor y, que de seguro trabajaba desde hacía tiempo allí, me observó un momento, luego sonrió.
-Buenos días, soldado ¿Qué lo trae por aquí?
-Estoy buscando un juguete... Algo para recién nacidos –la sonrisa de la mujer se hizo más amplia.
-¿Primer niño?
-Sí... ¿Cómo lo sabe? –levantó los hombros, quitándole importancia.
-Cuando uno se hace viejo, empieza a ver las cosas de otra manera, en fin... Si me lo permites, podría recomendarte algunas cosas para bebés varones recién nacidos.
-Claro... -la frase resonó en mi cabeza un momento. ¿Para un bebé varón recién nacido? Yo no había mencionado que era un...
-Por aquí –me tomó del brazo y caminamos por un estrecho pasillo, que conducía a otra parte de la juguetería, que estaba del otro lado de la calle.
Caminó hábilmente entre las estanterías repletas de juguetes, y sabiamente fue eligiendo algunos de los juguetes.
Al final se acercó a mi con tres juguetes.
Uno era un tigre, del tamaño de mi torso, blanco y suave. Estaba en tal posición que podías usarlo como quisieras, pero me pareció demasiado grande para un recién nacido.
El segundo era un elefante regordete, gris. Mas o menos del tamaño de mi cabeza.
Y el último...
-Creo que me llevo el elefante.
La anciana frunció el ceño.
-Está bien, hijo.

No pude dejar de pensar... ¿Debería haberme largado de allí en cuanto noté algo raro? ¿Sí?
En el camino de vuelta al hospital sentí que alguien me seguía... Me observaba. Cada paso, cada músculo. Era como si su mirada me atravesara.
Estaba en frente del hospital, a punto de cruzar, cuando escuché que me llamaban.
-¡Ariana! –parecía la voz de Ariana...
Entonces alguien más gritó.
-¡Cuidado! –algo me empujó, dejándome sobre la acera. Podía sentir los puntos de contacto que daban con el caliente asfalto... Y algo más. Un líquido cálido que brotaba de mi sien. Sangre.
Y entonces otro ruido: un grito.
Uno muy profundo que me caló hasta los huesos.
Alguien me ayudó a levantar. Y entonces la vi.
La anciana, a la cual le había comprado el elefante estaba tendida sobre el suelo. Junto a ella un auto amarillo... Al parecer un taxista que bajaba frenéticamente de su automóvil.
Pero ya era tarde. Ella estaba muerta.

-Señor, ¿Está bien? –uno de los paramédicos que se habían cruzado del hospital ahora me revisaba.
-Sí, me siento bien. Sólo me duele la cabeza... -me percaté de que aún llevaba esa pequeña bolsa que contenía el elefante en la mano. En ningún momento la había soltado.
-Solo un par de puntos y estarás como nuevo –dijo el doctor sonriendo.
-Claro, haga lo que tenga que hacer –"Pero rápido" pensé. Quería ver a Ariana. Ahora.
En cuanto el último punto estuvo en su lugar corrí al hospital. No podía perder ni un segundo.
Entré y subí corriendo las escaleras. La adrenalina corría por mis venas. Presentía que algo iba mal.
Caminé por el pasillo de Maternidad. Silencio. Era precisamente lo que no debía haber.
Mi hijo...
'Sala 200'
Giré lentamente el pomo de la puerta y asomé la caveza.
Ella estaba allí. Con mi pequeño.
Me apresuré a entrar.
Ariana sonrió y una lágrima se deslizó por su mejilla. En su cara había preocupación, alivio, cansancio.
Me acerqué a ambos y me senté en la cama.
Aún así, despeinada, sin maquillaje y con ropa de hospital era perfecta.
La besé en la frente, para luego besar al pequeño "Justin Junior"
Alcé la pequeña bolsa que colgaba de mi mano y saqué al elefante gris. Afortunadamente no había sufrido daños por el accidente.
Lo coloqué en la mesita de luz que había junto a la cama.
-Es hermoso –murmuré para Ariana. Ella asintió.
-Disculpen –una voz a mis espaldas me sobresalto. –Señor, ¿Podemos hablar, afuera?
-Claro –dudé. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Algo iba mal...?
Me levanté lentamente de la cama y caminé en dirección a la puerta. Aún estaba con mi uniforme de soldado. Debía recordar ducharme y cambiarme si quería estar con el bebé...
-Debo decir, que el nacimiento del pequeño fue todo un milagro.
-¿A qué se refiere? –dije incrédulo.
-El bebé parecía ya estar muerto cuando lo sacaron.... Y de repente, tenía pulso.
-Espere.... ¿Me está diciendo que mi hijo murió.... Y resucitó?
-Así es señor. Esto fue aproximadamente a las cuatro y cinco de la tarde... -consultó su reloj- hace veinte minutos.
Hace veinte minutos...
La mujer. Su vida... La de mi hijo.
Uno diría que son estupideces, pero... ¿Y si fuera así?

Un sabio hombre dijo una vez:
"... [Para que haya vida, primero debe haber destrucción y caos, para dar lugar a algo hermoso]... [Y para que haya muerte, primero debe haber vida]..."
Un alma por otra. Así lo dijo Dios una vez. Y así ha sido.
Así son las leyes de lo sobrenatural. Algo que nosotros los humanos jamás llegaremos a entender por completo.
Ariana y yo nos sentamos en el pasto. Ambos sosteniendo al pequeño Junior de la mano. Él llevaba su elefante a donde fuera que iba. Siempre con él...
Deposité un ramo de flores sobre la tumba.
Después de todo... Lo menos que podemos hacer por la mujer que le dio la vida a mi hijo es esto...


"Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir."

-Gregorio Marañón


One Shot's ➳ jb & agDonde viven las historias. Descúbrelo ahora