[Especial 1K de leídos]

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—¡Bianca! ¡Bianca! —decía un pequeño Di Angelo, con los ojos llorosos—. Por favor, despierta —las lágrimas comenzaron a caer por sus sonrosadas mejillas. Ella era lo único que tenia en su vida. Sus padres habían muerto y estaban a cargo de una muy joven Zoë Belladona, quien aborrecía a los hombres, pero hizo una excepción a el pelinegro quien parecía pegado con pegamento a su hermana.

—Nico, lo siento tanto —dijo su tutora. Y en verdad lo sentía. ¿A quien mas podía perder este chico? No le quedaba nadie, y aun no sabia que ella debería irse al exterior y que él se quedaría en un internado.

—Zoë, la extraño. Hace mucho que está así y no despierta —dijo el chico justo cuando comenzaba a sonar un pitido. La chica miró alarmada a la maquina donde se registraban los latidos del corazón de la Di Angelo, mas en esta solo aparecía una linea recta.

—¡No! —gritó el de ojos negros. Desesperado, se tiro encima de su hermana mayor y la abrazó, sollozando—. ¡Bianca! ¡No puedes irte, eres lo único que tengo! Bianca, por favor. No tendrías que haber salvado a ese chico, por los dioses. Sé que te sentías en deuda con él porque nos salvo a los dos, pero no puedes abandonarme y dejarme solo. Te amo, por favor, ¡despierta! ¡No! —comenzó a gritar y a patalear cuando alguien lo tomó entre sus brazos y lo abrazó—. Zoë, has algo.

—No puedo pequeño —entró un médico seguido de muchos otros y los echaron de la habitación. Ella tenía los ojos cristalizados, manteniéndose fuerte por su pequeño niño. Le dolía haber perdido a su niña, como a cualquiera, pero mas le dolía ver a Nico así, destrozado.

Se sentaron en unas sillas que hay en el hospital. Esperaron y esperaron hasta que por fin salió un médico y le dijo a Zoë que lo lamentaba mucho, que no se había podido hacer nada. Y ahí, llegó el derrumbe. Se largó a llorar como una niña pequeña cuando muere su pez, su mascota. Ella consideraba a la pelinegra como su hija, aunque no lo reconociese. Le había tomado mucho afecto, tal vez demasiado. Y no se dio cuenta que le dolería muchísimo. Pero así es la vida. Despertó al pelinegro y lo llevó a su departamento. A la mañana siguiente le diría lo sucedido y lo que iba a pasar a partir de allí, solo quería que durmiera y tuviera sueños lindos esa noche.

Y como prometió, se lo dijo. Y lo único que se escuchaba eran gritos y llantos de los jóvenes.

Y él desapareció, al igual que ella.

Ambos dolidos y sin dormir, porque la muerte de Bianca Di Angelo los había afectado mucho, cambiándolos demasiado.

Aquí el porque el chico pasó a ser como es ahora, oscuro, deprimido, sin confiar en nadie.

Todo por culpa de aquel chico de ojos verdes.

Lejos de los dioses [EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora