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—¡Cuidado! —dijo un Percy de 10 años a una chica de su edad.

—¿Qué...? —dijo confundida, deteniéndose a la mitad de la calle, justo cuando un auto venía a toda velocidad hacia la chica y el pequeño niño que parecía ser su hermano.

Y como vio que no reaccionaba, se tiró.

Fue un impulso, un acto del momento, pero impidió que los jóvenes murieran.

—¿Estás bien? —preguntó el mayor de los pelinegros a los hermanos. Un golpe se escuchó a lo lejos, el conductor había chocado.

—Si, muchas gracias, no sé como agradecerte, no puedo creer lo que has hecho —dijo la chica, aun tomada de la mano del menor.

—No es nada.

—Soy Bianca y el es Nico —dijo, luego se quedó atrapada en aquellos ojos tan inmensos. Aquellos ojos demostraban la bondad, la lealtad y el amor que tenía por todos. Incluso a una completa desconocida a quien le había salvado la vida.

—Soy Percy, la próxima tengan más cuidado —dijo él, sonriendo.

—Ojalá no haya una próxima —dijo el pequeño.

—Claro.

—Espera un segundo... ¿Me has dicho que te llamas Bianca? —la niña asintió—. ¿Conoces a mi prima, Thalia?

—Si, por supuesto. Ella es mi ejemplo a seguir, de grande me gustaría ser como ella.

—Claro.

—Bueno, gracias por salvarnos, eres nuestro héroe.

Y los dos Di Angelo se fueron, enamorados.

Enamorados de aquel chico de ojos verdes.







Lejos de los dioses [EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora