Mi estimado soñador, déjeme decirle dos o tres verdades:
No es usted un tipo corriente,
usted tiene clase y finura
Tiene la mirada del perfecto seductor
y en su sonrisa un atisbo de perversa locura.
Alguna vez leía por ahí,
En un intento de poesía inteligente como esta,
Que quizás su mirada tenía café,
y que por ende ahí estaba mi respuesta;
Que debía ser la razón de mi falta de sueño,
Que la culpa de mi intranquilidad era el café,
Cuando me lo imaginaba a usted despierto,
Soñando también con volverme a ver.
Mi estimado caballero permítame diferir,
En sus ojos no hay otra cosa que Whisky añejado,
Usted me roba la razón y la conciencia,
Altera mis sentidos y borra mi pasado.
Es una sensación de perderme en ti,
Un delicioso vacío que me lleva a la inconsciencia,
Ese instante precioso en que no soy de mí,
Y sólo me guía mi instinto,
Mi humana naturaleza.
Que está hambrienta de ti y de tus labios,
Que extraña la calidez que le brindas,
Que te espera con un vaso con hielo entre las manos,
Esperando beber de tu alma,
Esperando que le regales vida.
DANTE.