Epílogo.

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-¡Vamos, Suit, es hora de pasear! -Dijo Katie en la puerta de su piso con la correa en la mano.

El perro, que ya no era precisamente un pequeño cachorro, pues había crecido más de lo que Jake le había dicho, llegó corriendo saliendo de la habitacion a un lado del pasillo.

Ella, con un movimiento de mano señalando al suelo, hizo saber al perro que tenía que sentarse y el cánido obedeció con la lengua fuera, desesperado por salir.

Katie le amarró la correa a la espalda del peto rojo que Suit llevaba en el pecho, se metió las llaves de casa en el bolsillo y salió.

Miró todo alrededor cuando estuvo en el jardín de camino a un parque cercano.

Era un bonito pero extraño día soleado de Febrero y su cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, literalmente, pues era mañana mismo.

25 años ya.

Sonrió pensando en estos últimos tres años y negó con la cabeza por todas las locuras y vivencias que había pasado, pero sin duda, una de ellas destacaba por encima de todas; Néstor.

Él, el hombre serio y trajeado que reía como un niño pequeño.

Él, el hombre que vestía formal de puertas para afuera pero dentro de casa ni siquiera se peinaba.

Él, el hombre que la llevaba a la locura con su delicioso y varonil perfume.

Él, el hombre que calmaba sus miedos con su profunda voz.

Él, el hombre que la abrazaba y le decía que todo estaría bien si permanecían juntos.

Él, el hombre que solo rozaba sus labios y ya la deshacía completamente entre sus brazos.

Él, el hombre que hacía que perdiera toda razón de ser y de pensar.

Él, el hombre que le dejaba con la mente en blanco cuando usaba manos para jugar por su pequeño cuerpo.

Él, el hombre que la quería, que la amaba, a pesar de ser dos polos opuestos.

Él, el hombre, era su hombre.

Reconoció ese perfume, ese dulce y suave tierno beso en el cuello de todas las noches cuando llegaba de trabajar y ella paseaba a Suit.

-Buenas noches, mi pequeña. -Susurró Néstor en su oído haciendo que Katie sonriera como una adolescente enamorada.

-Buenas noches, cariño. -Giró la cabeza y sus labios besaron los de él en un tierno beso de saludo mientras sujetaba una de las solapas de su chaqueta de vestir. -¿Qué tal el día? -Ella volvió a mirar hacia adelante cuando sintió a Suit tirando de la correa para venir hacia ellos y saludar a su otro dueño.

-Cansado, ¿y tú? -Néstor se agachó a saludar al perro dejando su maletín en el suelo.

-Lo de siempre. Servir cafés por la mañana, tatuar por la tarde... -Katie rodó los ojos, cansada de la rutina.

-¿Sabes? -Dijo él levantándose y volviendo a tomar el maletín.

-Dime. -Ella miraba el brillo en sus ojos.

-¿Por qué no dejamos a Suit con uno de tus hermanos o con tu padre, así le hace compañía unos días, y nos vamos de vacaciones? -Sugirió agarrando la cintura de ella con una mano.

-¿Salir de la rutina? -Néstor asintió sonriendo.

-Salir de la rutina. Tú y yo. -Besó la mejilla de ella.

-Me gusta cómo suena. -Asintió, esta vez, Katie.

-Mañana iremos a comprar los pasajes, ¿a dónde te gustaría ir? -Comenzaron a caminar entrelazando sus manos libres hasta casa.

Mañana.

Su cumpleaños.

-Cuando lleguemos podemos argumentar eso. -Dijo Katie divertida haciendo que él riera.

-Sabes que me gusta argumentar. -Él agachó la cabeza con una sonrisa tonta, como desde hacía tres años.

-Por eso lo dije. -Ella chocó su hombro con el de él ligeramente para llamar su atención y profundizar el agarre de sus manos entrelazadas.

Llegaron a casa hablando de tonterías, simplemente planeando lo que harían mañana, a donde irían, si irían en barco, en avión, en tren, lejos, cerca.

Ninguno se ponía de acuerdo.

Katie odiaba el tren y Néstor los barcos, pero ambos sabían que querían hacer este viaje para salir de la rutina y ambos querían estar juntos en algún sitio alejado.

No importaba dónde, lo único que importaba era que estarían solos, él y ella.

Asimismo, Néstor estaba sentado en la cama con la espalda en la pared usando solamente un pantalón de pijama y Katie estaba entre sus piernas con la espalda pegada a su pecho, usando únicamente una camiseta vieja de él.

Delante de las piernas de ella había un globo terráqueo girando. Ambos se taparon los ojos mutuamente con una mano y, como la de él era más grande, envolvió la otra mano de ella con la sobrante.

Katie sacó un dedo y pinchó en la bola terráquea un lugar del mundo completamente aleatorio y a ciegas, para después destaparse los ojos despacio y ver dónde había caído la señal.

Hawaii.

Se miraron emocionados, más por Katie que por Néstor aunque ambos lo estaban, y se fundieron en un tierno abrazo que, más tarde, se convertiría en besos y, aún más tarde, en amor con todo el esplendor de la palabra propiamente dicha.

-No te pienses que me he olvidado qué día es hoy. -Dijo él con la cabeza apoyado en el pecho al desnudo de ella.

-¿Qué día es hoy? -Preguntó Katie extrañada. Néstor incorporó hasta que su cara estuvo a la altura de la de ella.

-Son pasadas las doce. -Dijo divertido.

-Mierda. -Maldijo ella haciendo que él se enamorara más.

-Feliz cumpleaños, mi pequeña. -Dijo sobre sus labios.

Ella rió completamente enamorada mientras el hombre, su hombre, besaba sus labios de una manera única, de una manera suave y dulce en la que a penas se rozaban.

Katie pensó en qué hubiera pasado si hubiera acabado con las notas que un día empezó, como tantas veces dijo hacer, pero en seguida ese pensamiento se esfumó cuando se dio cuenta de que no podía pensar en ese "qué hubiera pasado si" porque ya no se imaginaba la vida sin el hombre, su hombre, junto a ella.

Néstor pensó en qué hubiera pasado si se hubiera llegado a sentar y nunca hubiera visto aquel extraño post-it rojo con una extraña caligrafía que al principio era nerviosa, pero en seguida ese "qué hubiera pasado si" se esfumó cuando se dio cuenta de cada día que pasaba, estaba mas seguro de querer compartir la vida junto a la chica, su chica, de las extrañas notas.

Su hombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora