Mi reflejo

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Caroline era morena, ojos grises, nariz estrecha, labios finos y rojizos, cuerpo delgado pero trabajado, con buenas curvas y algo alta. Ella era la chica perfecta, todos la admiraban o respetaban. Era orgullosa pero amable.

Pero esta chica perfecta escondía un secreto: estaba enamorada de su reflejo. Cada mañana, al verse reflejada, no dudaba ni un segundo en besar ese reflejo, con pasión, sin pensar en que realmente besaba a un objeto: el espejo. Al llegar a casa hacía lo mismo, incluso le hablaba pero nunca obtuvo respuesta, simplemente una imitación.

Una noche, la morena antes de irse a dormir contemplo su reflejo con amor y tristeza. Más tristeza de lo que su corazón esperaba. Se acercó al frío espejo y lo acarició, aunque en su mente acariciaba las yemas de su amado reflejo. Y tras mirarlo a los ojos, pronunció unas palabras que ni ella misma esperaba llegar algún día a cumplir.

-Mi amado y frío yo. Algún día tu fría mano será calentada con la mía. Algún día, mi amado yo helado, estaremos juntos.

Y tras esas palabras, se hundió en la comodidad de su cama.

Pasaron los días, la luna llena iluminaba, como un foco celeste, a una enamorada Caroline, que como cada noche, proporcionaba a su reflejo un sin fin de besos y caricias. Pero hoy era algo diferente. Hoy el reflejo no era frío. Al contrario, era cálido, como el sol que te envuelve en invierno. Caroline no le dio importancia pues creía que había sido su madre, quizás al limpiar el objeto.

Un susurro, cercano pero a la vez distante se escucho. La chica, asustada, se separó de su ahora cálido amado y miró alrededor, esperando encontrar a la dueña del susurro mas ella escucho una voz femenina. Otro susurro aún más fuerte se escucho y se entendió: mi amada Caroline. La chica se giró, a ver la dirección de donde provenía esa conocida voz.

Al girarse, contempló su reflejo, en su misma posición. Pero algo era diferente en ese reflejo.

-Imposible -pronunció la chica incrédula.

Pero el reflejo no movió sus finos labios. La contemplaba. No expresaba emoción, simplemente la analizaba. El reflejo abrió la boca mientras se acercaba al borde del espejo.

-Mi amada Caroline. -pronunció esta.

Caroline se quedó inmóvil, su cuerpo no respondía. "¿Es un sueño?" Se preguntaba una y otra vez.

-No mi amor -contestó a la pregunta mental de Caroline- Estoy aquí, contigo, pero yo no puedo atravesar está transparente barrera, pero .

Caroline, aún sorprendida, caminó hacia su amada, y al llegar al borde, quedando a unos centímetros de esta, levantó la mano, atravesó la invisible barrera y acarició el rostro de su amada, de su fría amada.

-Por fin juntas -y tras esas palabras se adentró a la oscura habitación donde se encontraba su princesa helada.

La viuda madre de Caroline volvía del trabajo cuando su amada hija se encontró con su amada.  Al llenar y no obtener respuesta tras gritar un saludo, fue a buscar a su pequeña hija. Al entrar en su habitación, no pudo contener un grito de terror pues el cuerpo de su hija muerta, yacía en el suelo, llena de cortes por todo el cuerpo y tan fría como su helada amada.

Mas algo extraño pasaba, pues la madre, al agacharse, tocó, sin querer, un cristal él cual estaba cálido como el sol que te envuelve en invierno.

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