La mirada

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¿Nunca te has sentido observado? ¿Nunca has sentido esa sensación recorrer tu espalda? ¿Nunca has notado una mirada detrás tuya donde no hay nadie?


Amy Loyal, una chica de 17 años, alegre pero solitaria, vivía en un pueblo llamado Newtime donde apenas vivían un centenar de personan. Amy iba a visitar cada tarde a su anciana tía, Madeline, que residía en el hospital a las afueras del pueblo. Esta acción la hacía desde niña, cuando su pobre madre desapareció.

Pero hoy era diferente, hoy Amy se había retrasado a su visita a causa de un trabajo escolar. Era de noche cuando la adolescente había comenzado el camino hacia el hospital. Durante el trayecto no se veía ni siquiera el típico murcielaguina nocturno, ni el típico hombre que volvía de trabajar, no, hoy las calles estaban inundadas por el silencio y la soledad. Quedaban solo unas cuantas calles para llegar a su objetivo cuando ella noto que en su espalda se expandía un escalofrío y notaba encima suya una mirada. Una mirada proveniente de alguien detrás suya. Disimuladamente, la muchacha se volteo pues no quería que el desconocido pensara mal de ella. Pero al darse la vuelta no había nadie.  Prosiguió su camino, dando por hecho que era su imaginación.

La visita con Madeline fue entretenida, aunque algo extraña, pues la anciana no la reconoció y a demás gritaba el nombre de Emma, su desaparecida madre. Los médicos la intentaron tranquilizar diciendo que Amy no era su hermana, si no su sobrina, pero la vieja mujer insistía en chillar ese nombre.

De vuelta, Amy volvió a notar ese frío recorrido por su espalda y esa penetrante mirada, pero como la otra vez no había nadie. Este suceso no solo paso esa noche, si no también en su casa, incluso de día en el instituto. La chica ya estaba desesperada y al llegar a su casa comenzó a chillar que saliera de su escondite, que se atreviera a enfrentarla. Pero nada ocurrió.

Otra noche en la que la pequeña adolescente llego tarde a su visita. Caminaba al lado de un parque cuando noto otra vez la mirada, pero era diferente, la notaba más cerca, incluso podía escuchar su aliento en su nuca. Esta vez la muchacha no se atrevió a girarse y continuó su camino. Durante el trayecto, la joven no paró de oír esos suspiros en su nuca pero nunca giró.

De vuelta a casa, la joven volvió a notar esa respiración en su cuello, pero por temor nunca giró. Esos suspiros cada vez eran más fuertes, hasta que por fin, de esos suspiros surgieron una palabra: "Amy". La muchacha asustada aceleró el paso pero nunca más giró, más si lo hubiera hecho, su difunta madre con el cuello ensangrentado la hubiera llevado hasta el infierno.


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