CAPÍTULO III: En la escuela.

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Al día siguiente ambos despertaron. Sarah se vistió con una calza roja, un remerón negro con manga larga y unas zapatillas azules. El cabello suelto. Peter se puso unas bermudas de camuflaje, una remera de la banda Suicide silence y zapatillas negras.

La chica bajó a hacer el desayuno para ella y su hermano. Con una leve tembladera le sirvió el café, rogándo a ese Dios cristiano, a Poseidón, a Buda, a Marte y a cualquiera otra deidad en el mundo a las que no les tenía ninguna fe hasta el momento de cocinar para su "familia", que el azúcar esté bien. Por suerte, sus plegarias fueron escuchadas y su hermano no dijo ni hizo nada más allá de una leve sonrisa. Preparó el café para ella y una vez tomado se fue a esperar el colectivo que la llevaría a la escuela.

Peter bajó y el desayuno estaba listo. Comió su pan tostado con mermelada de frutilla y dio unos tragos a su vaso de leche tibia. Todo iba bien hasta que Sally, su hermanastra, ese demonio con cara de ángel apareció en la cocina. Agarró un huevo de la heladera, se paró detrás de él y se lo tiró a su madre. La mujer enfurecida se dió vuelta pensando que había sido su hijo quien le arrojó el huevo a la cabeza, pues esto es lo que esa niña quería lograr.

- ¡¿ Acaso crees que a mí me regalan los huevos, imbécil?!-
- ¿De qué hablas mamá?- odiaba decir la palabra mamá porque no la veía como tal, pero sabía que no quedaba de otra.
- No te hagas el idiota sabes bien sobre qué estoy hablando-
- No lo sé-

La rabiosa progenitora fue hacia él y le dio un golpe en la cara y otro en el estómago. La frutilla sobre el postre fue cuando el padrastro bajó y le dió un golpe con el cinturón. El chico agarró su mochila y se fue a esperar el colectivo.

Sarah subió al vehículo con los auriculares puestos. Eran en vano desear que su bullyi no haya ido a clase ese día, porque bien tenía sabido que ella usaba su auto. Se sentó en el último asiento del lado de la ventana y mientras escuchaba la canción "Te death of me" del grupo Asking alexandria ignoró los insultos de sus compañeros. Peter subió al mismo bus también con los auriculares. Todas (o más bien casi todas) las miradas se posaron sobre el chico nuevo. Si bien ser el nuevo ya era extraño, lo era mucho más cambiarse de colegio luego del tercer mes de clases. Walter, el atleta del colegio, el mujeriego, el tipo por el que las chicas suspiraban le hizo la zancadilla, haciendo que el nuevo cayera de cara al piso y que casi todas las risas se hicieran presentes. Mientras ignoraba todo se fue a sentar al último asiento del lado del pasillo. Hubiera preferido el de la ventana, pero ese se encontraba ocupado.

Después de diez minutos llegaron a la institución. Todos bajaron y se fueron cada quien a lo suyo, ya que faltaban cinco minutos para que empiecen las clases. La chica se fue a comprar una gaseosa a la máquina y su enemiga se apareció por detrás, arrebatándole la lata de bebida light.

- Si sigues tomando ésta porquería seguirás engordando, perdedora- dijo Megan con la lata en mano.
- Megan dame mi lata por favor..-
- Tú no puedes darme órdenes estúpida. Sabes bien quién soy yo y las influencias que tengo aquí y en todas partes.-
- Sí pero esa no es razón para que me quites mi bebida-
- Si quieres tu bebida, tu bebida tendrás-

Dicho esto abrió la lata y tiró el contenido sobre la camiseta de Sarah. Su ropa quedó pegajosa y cuando se fue, Sarah sacó otra de su casillero y fue a cambiarse. Su pecho quedó pegajoso y con un poco de toallitas húmedas se limpió y se vistió nuevamente. Megan era la hija del gobernador. Tenía el cabello rojo, los ojos azules y una curvilínea figura. Era la amiga con derechos de Walter desde hace cuatro meses. Siempre iba bien vestida y se transportaba en un BMW negro. La chica se fue al salón 3° C.

Mientras Peter iba al curso le hechó el ojo a Megan, estando ésta con Walter a lado. El amante vió lo sucedido e inmediatamente agarró al chico de la camiseta y lo puso frente a frente. Con unos ojos amenazantes clavó su mirada y le dió un puñetazo en la cara.

- Miras a mi chica otra vez y te mueres- le dijo con su grave voz y negros ojos.
- Disculpa... No sabía que era tu chica...-

Lo soltó y cayó al suelo. Entró al salón 2° B y la clase empezó. Así siguió el día. Peter recibió otro golpe, ésta vez en la boca y sin razón.

A la hora del almuerzo, Megan y su séquito le hicieron la zancadilla y Sarah cayó al suelo, junto con su plato de pasta.

- Si sigues así vas seguir engordando, pedazo de gorda tienes cinco centímetros más que la semana pasada- dijo Megan con una horrible sonrisa.
- Eres muy fea Sarah los chicos nunca te van a querer.- se unió Caroline, la mejor amiga de Megan.
- Y ni sueñes con que vas a estar con Walter. Te he visto muy bien mirándolo en el salón. A él le gusto yo, una chica delgada, sexy, rica, popular y sobre todo muy hermosa. Tú con esos rollos nunca lograrás que te mire, gorda-

La chica se fue al baño destrozada. Sus palabras dolían mucho. No, decir mucho era poco para describir su dolor, era mejor decir demasiado. Sí, sus palabras dolían demasiado. Metió dos dedos en su garganta y no paró hasta vomitar, mientras en su mente se reproducían las palabras dichas por sus compañeras y de sus ojos salían lágrimas. Después de mucho esfuerzo, logró vomitar el café del desayuno y la barra de cereal.

- Tal vez así le guste a Walter- pensó mientras se secaba las lágrimas.

Peter se fue al baño de hombres luego de comer y subió su manga. Ya llevaba dos semanas y media sin cortarse, pero los acontecimientos del día habían sido demasiado dolorosos. Con su hoja de afeitar hizo una línea en el brazo. Un corte, otro corte, y otro más hasta que el dolor desapareció. Se limpió y llegó el momento de irse a casa. No le agradaba mucho la idea, pero al menos ahí podía encerrarse en su cuarto sin ser molestado.

Ambos jóvenes se pusieron los auriculares y en el colectivo se sentaron uno junto al otro, pero sin mirarse y sin dirigir palabra alguna. Cada uno llegó a su propia casa a seguir con tanto calvario.

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