Capítulo 6: Desaparición

49 8 2
                                    

Queramos o no, siempre que conocemos a alguien te haces una idea de cómo puede ser. Supones si te caerá bien o no.
Los demás también pueden hacerse una idea de nosotros, y nos puede gustar o no. Y les puede gustar a ellos o no.
Pero cuando sabemos más de esa persona, cuando sabemos más de su vida, nos damos cuenta de que, en la mayoría de los casos, nos hemos equivocado en todo lo que habíamos pensado.
A lo mejor pensabas que una persona era buena y simpática, y luego descubres que es muy falsa y te ha usado.
Y es ahí cuando dicen que las apariencias engañan. Pero no, lo que engaña son las expectativas.
Y hay que tener cuidado con eso, porque uno puede salir bastante perjudicado, sobre todo si conoces bien a una persona demasiado tarde, o no te quieres dar cuenta de la realidad.

>~•~<

Y cae, cae sobre el cristal sin ninguna prisa, bajando sobre éste poco a poco, dejando tras de si un rastro de agua, como un río con comienzo, pero sin fin. Y como ella, otras muchas gotas de agua se estampan en la ventana haciendo una percusión, muy agradable al oído, al menos para mi. Todo esto en una "divertidisima" clase de naturales en un martes por la mañana.

Suena por fin el timbre dando paso a un recreo muy esperado, pero que poco se podrá disfrutar gracias al agradable nubarrón que se ha manifestado encima de nuestro instituto.
La última tormenta dando por finalizado el invierno y dando paso a la primavera.
Hace aire, lo que provoca que todas las hojas marrones caídas de los árboles revolotean allá a donde las lleven, el cielo con nubes grises desprende las gotas de agua que se posan en mi piel, haciéndome estremecer de frescor.

Kenai y yo nos dirigimos a la biblioteca, ya que Dana se ha quedado en el gimnasio practicando unos tiros (que raro)
-Hoy he visto a una pelirroja que no me ha dejado de mirar - Kenai abre la puerta y me deja pasar a mi primero.
- ¿A una pelirroja? No son muy comunes. ¿Y cómo era? ¿Va al instituto?- Entramos los dos en el hall, mojando el suelo.
Me sacudo mi sudadera negra y me deshago mi trenza para que el pelo no se quede con la forma.
-Era guapísima, tenía los ojos entre azules o verdes, realmente preciosos,  y el pelo rizado y muy largo. No era muy alta, y se comportaba un poco raro, no la había visto antes, debe ser nueva.- Kenai quita importancia al asunto por lo que no le damos más vueltas.
En la biblioteca hacemos de todo excepto leer y estudiar, pero al menos se está seco.
Vuelve a sonar el timbre por lo que el recreo finaliza tristemente.
-Mira, mira! Es ella-. Kenai me da un codazo y me señala, con disimulo, una mata de pelo naranja y ojos realmente bonitos que vienen en nuestra dirección.
-Ves cómo me mira-. Parece que está muy ilusionado, por lo que prefiero no decirle que me mira a mi. Cosa que me pone de los nervios.
Pasa por mi lado rozándome la mano, cosa que me parece muy sospechosa, porque acto seguido sale disparada a la salida.
Se me nubla la vista, todo me parece que pasa más despacio, no puedo pensar ni reaccionar ante nada. Sólo por unos segundos, los suficientes para darme cuenta de que, uno, Kenai se ha ido a clase sin darse cuenta de mi raro estado (¡bien!), y dos, es la segunda persona a la que no le he podido leer la mente en absoluto.
Esto puede significar una cosa. Que esté perdiendo mi don.
No sé si eso es bueno o malo.

Paso el resto del día distante al entorno, y nadie se da cuenta. Es ahí donde ves a la gente que realmente importas, osea, a nadie. Nunca a vas a importar tanto a alguien como para darse cuenta de qué te pasa y por qué. Uno aprende demasiado para darse cuenta de esto. Eres el único que te conoce, así que tú eres la única persona que te puede ayudar realmente, y no por esto significa que estamos solos. Cada uno tiene suficiente preocupándose por una vida que es la suya, así que imagínate dos.

Llego a casa en mi bicicleta, tardo dos canciones justas. Mi rutina de la tarde se apodera de mi, haciendo mis días después del instituto prácticamente iguales.

Ceno con mi madre y me preparo para irme a la cama. Siempre me pasa que, cuando estoy viendo la televisión por la noche me entra muchísimo sueño, me voy a la cama y se me quita. Me da muchísima rabia, pero bueno.
Al final me duermo pensando en esa chica pelirroja y mi Chico Mora que no ha aparecido desde la última vez que se estampó contra mi.
No entiendo nada de lo que va a pasar, sólo sé que no será como antes.

AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora