Capítulo 9: Zanahoria

27 0 5
                                    

La ventana está un poco sucia, pero mirando a través de esa suciedad puedo ver edificios que se levantan ante mí poderosos uno tras otro, brillando bajo la luz del potente sol. Fijo mi vista en la carretera y en los coches que pasan corriendo en dirección contraria a la que va el  nuestro. Mi música me acompaña en todo momento haciendo que el trayecto se pase más rápido y poniendo banda sonora al momento. 

Me encanta ir por Madiryd. Me da igual que no tenga playa, como he crecido sin ella no la puedo echar de menos. Me encanta esos rascacielos acristalados con gente trajeada tras ellos. Ver coches de todo tipo yendo de un lado a otro. Observar a cientos de personas caminando hacia alguna dirección en su propio mundo escuchando música aislados del resto, visitando la imponente ciudad con grandes mochilas y cámara en mano, regresando al trabajo con cara seria y maletín, paseando tranquilamente disfrutando del día... Tanta gente caminando por las mismas calles con diferentes motivos.  Vidas paralelas que continúan su camino ajeno a lo exterior.

Cuando era pequeña me di cuenta de una cosa que me pareció super curiosa: todas las caras son diferentes. Y pensarás, pues claro. Pero tú piénsalo, somos millones y millones de personas en la tierra y (excepto por los gemelos) todas y cada una de las caras son diferentes, y no hay mucho donde variar. Todos en general tenemos una nariz, unos ojos, boca, pelo. Pero, incluso dos personas con los mismos rasgos se diferenciarian por tonterías, una nariz más ancha, ojos achinados. Detalles que hacen un rostro diferente del restro del mundo, algo que sólo tú tienes, y nadie por mucho que lo intente lo podrá tener e igualar. Y todas las caras tienen armonía, es decir, que tienen una lógica. Si pusiéramos la nariz de uno en la cara de otro se descompensaría totalmente, para bien o para mal. Siempre hay algo que destaca. Unos ojos grandes, pestañas gruesas, buenos labios, pecas, nariz respingona. Pero para mí, algo que es bonito como los lunares, para otra persona puede ser algo horroroso. Es tan increíble. La naturaleza es flipante.

La canción se acaba y veo que mi madre habla sobre alguna noticia que han dado por la radio. Paramos en un semáforo en rojo y veo una masa de gente a su royo pasando el cruce con prisa. Se vuelve a poner en verde y continuamos por la carretera. Mirando un edificio antiguo muy bonito veo que mi padre pega un volantazo y en frente de nosotros viene un coche no sé por qué. El coche vuelca y lo último que oigo es como crujen los cristales.


>~·~<


El viento, invisible a mis ojos, mueve las hojas secas de los árboles de un lado a otro obligando a los pájaros, sentados antes tranquilamente sobre las ramas de éstos, a volar en busca de otro buen sitio donde descansar. 

Me encantaría volar. Poder alejarme del suelo y a su vez de las personas que están en él. Poder sentir el aire acariciando todo mi cuerpo como una mano palpando mi piel en busca de secretos, escondiéndose entre los mechones marrones de mi pelo y alborotándolo sin miedo a que me enfade, notarlo en la cara refrescándome los pensamientos como si pudiera llegar a mi mente y llevarse consigo mis problemas. Poder dejar de sentir el agobiante ambiente que se forma a veces alrededor de mí cuando estoy de mal humor y dejarlo en la tierra. Sentirse totalmente libre e ir sin rumbo por el cielo azul entre las estrellas en busca de la luna, o atravesando nubes en compañía de los pájaros escondiéndonos de los rayos de sol. O incluso notar una a una las gotas de lluvia cayendo del cielo gris haciendo que pese más y más. 


Todo esto aparece en mi mente distrayéndome de la clase mientras miro la ventana a la vez que mi profesora de cálculo intenta explicarnos algo sobre el cálculo mental y las divisiones. Muy interesante para un martes por la mañana, motivante (ironía). 

Otra mañana en la que he descubierto que una chica de segundo está enamorada de otra de tercero en secreto. Ha sido una experiencia rara, al tocarla por accidente en el hall para cambiar de clase he podido verla a ella observando a Samay, una chica con el pelo rizado y oscuro y ojos grises a la que me suena haberla visto en pintura. Por un momento he podido experientar lo que la chica, Irati, sentía al ver a Samay. Creo que no podré mirar a Samay con los mismos ojos, como si alguien la estuviera esperando en la sombra llamándola y no se da cuenta cuando yo sí. 

Suena el ruidoso timbre anunciando el final de otro día de clases y me dirijo a las bicis después de despedirme de Dana y Kenai. Estoy sacando las llaves del candado de mi mochila cuando veo una mata de pelo rizado y naranja y unos vaqueros azules moverse al lado de mi bici. Se gira moviendo su pelo al rededor de su cara blanca con pecas y rojos labios demostrando sorpresa y acto seguido sale corriendo. Me dispongo a seguirla cuando un grupo de chicos se pasan por todo el medio. Cuando consigo avanzar no queda ni rastro de pelo pelirrojo, sólo había una chica con el pelo corto, negro y liso mirándome con unos curiosos ojos azul verdoso que me sonaba haberlos visto en otra cara diferente, en la cara de Zanahoria.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 17, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora