Capítulo XII: La séptima gema.

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Jason Todd.
20.12.21.
17:45 hrs.
Mansión Wayne.

El sonido de la máquina que supervisaba los signos vitales de Sommer se combinaba con las gotas que caían del suero, sumando el respirador que le ayudaba a meter oxígeno en sus pulmones y el bajo sonido de las canciones que le gustaban. Mi frente se encontraba recargada en el borde de la camilla, mis manos jugaban con los dedos de la menor. El cansancio en mi interior me obligaba a cerrar los ojos descansándolos por algunos minutos. Era patético, Damian lo mencionó unas cincuenta veces durante esta última semana, pero no me importaba, la situación de la mujer recostada frente a mí no mostraba señales de vida, después de cerrar los ojos no volvió a reaccionar. Nada. Ni siquiera un minúsculo indicio de seguir ahí. La pulsera aún está manteniendo a Fénix dentro. La explicación más razonable que nos dieron tanto Constantine y Zatanna fue que quizás está luchando por el control de su cuerpo, desde entonces, ellos y otros psíquicos que conocen a Batman, se ofrecieron a ayudar, pero no encontraron nada, es como si su alma no estuviera dentro de ella.

—Apestas a mierda. —escuché la voz de Roy.

No respondí. Varias personas han intentado sacarme de este lugar, pero claramente me he negado al punto de que, se supone nadie entraría más aquí. Fingí estar dormido para que se largara y me permitiera seguir escuchando las canciones depresivas de Sommer.

—Carajo, no sabía que la cuenta de Spotify de la batfamily fuera tan depresiva. —siguió hablando sabiendo que existía la probabilidad que lo tirara al suelo si llegaba a tocar si quiera la playlist que Sommer había creado —O seguramente a ti también te gusta One Direction y sólo pones de pretexto a Somm.

Evité con toda mi fuerza no soltar un gruñido demostrando mi molestia, si él notaba que estaba despierto no lo sacaría de aquí. Sin embargo, la dura silla en la que había estado sentado aproximadamente catorce horas comenzaba a molestarme, el culo me dolía y casi pierdo la sensación en las piernas.

—Anda, Jaybird. —habló de nuevo —Sé que estás despierto, vamos a que te des un baño y comas algo que no sea gelatina. —ideó mientras se acercaba a mí.

Despegue mi cabeza de la camilla para observarlo, seguramente mi aspecto lo asustó pues se quedó quieto en su lugar. Mis ojos ardían como si les hubiera caído ácido y no soportaba tenerlos abiertos.

—Vete. —pronuncié tallando mis ojos para mantenerlos abiertos.

—Luces terrible. —respondió, su semblante de burla había desaparecido por uno de preocupación —Necesitas descansar.

—Roy, en serio, lárgate. —él presionó su mandíbula —Estoy bien, sólo voy a dormir un rato, déjame tranquilo.

Él no se movió ni un centímetro, se quedó ahí parado analizándome por completo, como si tuviera un punto débil para obligarme a ceder. Corté el contacto visual, depositando mi mirada a Sommer. Una media sonrisa se formó en mi rostro, volví a tomar una de sus manos y la entrelacé con la mía. La observé por un buen rato, su cabello estaba amarrado en una trenza que había hecho Artemis Crock, claramente porque sería raro que mi ex viniera a trenzarle el cabello a... Sommer. Su rostro aún tenía algunas cicatrices que demostraban el fuego escondido dentro de ella, sin embargo, para el resto de su cuerpo habían desaparecido.

Bajé mi mirada hasta su mano, la cual recargué contra mi rostro rozando su suave piel. Verla en este estado me deprimía a gran escala, prefería mil veces que me gritara a la cara a tenerla tendida en una cama sin reaccionar.

—Debí quedarme. —murmuré al aire.

—Ya hiciste suficiente, Jason. —contestó alguien atrayendo mi atención.

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