"New York, 06 de agosto de 18...

  Es difícil, lo sé, por eso estoy acá, para darle una mano, para ofrecer mi ayuda, pero no puedo darle algo que él no quiere. Mi propósito lo tengo claro, mas mi motivación sería imposible determinar. Quizás solo sea una combinación de cosas, de gritos del pasado, de llantos del recuerdo. 

  Hace mucho que lo observo esperando el momento en que dé la media vuelta y acepte mi santuario, pero parece huir de él. Al comienzo no hacía más que escribir, teniendo de vez en cuando pequeños desquites con ella, a quien amenazaba, golpeaba sin aviso, pero terminaba abrazando desesperado. El tiempo pasaba, y parecía que nunca se decidiría. Di el primer paso por él, solo un paso para que se diera cuenta de mi existencia, pero eso pareció alterarlo aún más. Fui testigo de ello, de cómo a veces la sangre brotaba de ella, de cómo una noche agarró con fuerza su cuerpo, su pequeña forma, y azotó indiscriminadamente contra la pared dejando al pequeño animal caer seco al piso quien nunca volvió a maullar, a contener tan perturbada personalidad. 

  Es triste verlo agachado, fatigado encima de la mesa moviendo la pluma sin parar frente a una agonizante vela y una copa oxidada de la que bebe de vez en cuando, resguardado, aun sostenido en la fantasía. ¿Pero qué más puede hacer un hombre que lo ha perdido todo? Nada más que aceptar. Ya solo quedaba él y yo, a quien tarde o temprano debería recibir. Me fui acercando con el tiempo. Él sabía que estaba ahí, contemplando su decadencia, su esfuerzo por ignorarme. Llegué incluso a escuchar su agitada respiración, su nervioso temblar cuando simulaba dormir. Ahora estoy tan cerca que casi puedo rozas los vellos de su cuello, incluso pido prestado su pluma, mientras su mano descansa en la copa, para escribir estas líneas. Pero hoy parece diferente. Tiene un aire de resignación, resignación decidida. Su respiración incluso es más controlada y fuerte que otras veces, como reuniendo valor con cada bocanada. Si, parece que ya está listo para aceptarme, para recibir mi mano comprensiva y salvadora. No podía ser de otra manera, al fin y al cabo, en una situación así todos llegamos al mismo camino.

  Al fin ha dejado la pluma a un lado, bebe las últimas gotas de su amargo morapio que hace durar por varios minutos, la agónica vela ya no aguanta y muere lenta mientras él da la media vuelta y me mira fijo, expectante. Eso es mi amigo, ya debes estar tranquilo. Ven, la soga te espera.

August Browning"


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 04, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La PresenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora