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CAPITULO IV

"Fac ut ardeat cor meum"

(Haz que arda mi corazón)

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Dani permanecía en estado de shock, sosteniendo temblorosa una taza de té de tilo que diligentemente Sebastián prepararía tras instrucciones poco precisas, pero empeñadas, de la dueña de casa.

Con la mirada vaga en su sala de estar, acurrucada en su sillón como un cachorro indefenso, oía palabras susurradas de parte del abogado, que caminaba inquieto de un lado al otro, mirando hacia el patio de acceso. Pasaba su mano por su cabello, acomodando lo ya acomodado.

Modulaba cosas inentendibles, en voz baja, y por su celular.

- Tranquila, está todo bien - al cortar, su reflexión serena, la tranquilizó. Frente a ella, de cuclillas, Sebastián frotaba los muslos Daniela delicadamente, dándole calor, regalando contención- ¿Tenés frío? - él y su pregunta de rigor en lo que clima se refería.

- No - esbozó una sonrisa perdida entre el vapor de la taza y sus ojos -. Estoy un poco asustada nada más. Supongo que es lógico después de que te pase algo así.

- ¿Te acordás que tu casa estuviese así? Me refiero a que si ves algo revuelto o fuera de lugar que te llame la atención.

Dani miró a su alrededor, constatando que ese desorden no era más que el habitual. Se sonrojó por completo.

- Está todo igual a como lo dejé esta mañana - avergonzada por contraponer mentalmente el extremo orden que de seguro tendría el abogado en su casa, hundió la cara en la taza, deseando que tuviese la profundidad de un aljibe de la época de la Revolución de Mayo.

- ¿Hay algo extraño que te haya sucedido en estos últimos días? Algo a lo que puedas llamar poco normal.

Un tanto aturdida no solo por la situación violenta de recibir amenazadas en su domicilio sino por la cercanía de Sebastián contra su cuerpo indefenso e inmóvil, intentó pensar con claridad.

- Tres días antes de la sentencia, alrededor de las 9 ó 10 de la noche recibí una llamada al teléfono fijo - dijo señalando el aparato de estilo vintage colgado de la pared de estridente tono naranja.- En principio dudé, nadie más que mi amiga Ximena o papá llaman a ese número. Como con Ximena hablé por celular un rato antes y papá estaba en calidad de detenido - levantó los ojos por sobre sus pestañas recordando lo que no era necesario a esas alturas - pensé que sería una propaganda o algo así - Sebastián vio que la dulce mira de Daniela se entristecía tornándose a un tono grisado, opaco.

- ¿Te dijeron algo?

- No, hicieron silencio. Me pareció oír un suspiro pero no le di mayor trascendencia.

- Dijiste entre las 9 y 10 de la noche - afirmó con convicción los dichos de Dani.

- Sí, lo ubico en esa franja porque suelo mirar una serie de cable que se emite en ese horario. No puedo decirlo con precisión.

Sebastián se puso de pie, dejando un beso tenue en la frente de ella, que lucía pálida y temerosa.

- Daniela, es sumamente necesario que te pida discreción. - de espaldas a ella, Daniela tuvo un mínimo tiempo para mirar su torso ancho; su culo apretado en la tela de los pantalones. De no ser por el susto de muerte que se apoderaba de su cuerpo, se arrojaría a sus pies sin pensarlo.

"Donde se esconden los ángeles"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora