A Modo de Diario

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No me interesa dirigir este mensaje a nadie. Léelo si quieres, es obvio que va dirigido a ti, ¿por qué tanta formalidad?

No esperes mucho de este mensaje. Solo quiero confesarte algo, no te sientas afortunado o especial. Relamente lo hago porque no te conozco, así que puedes ir bajándote de esa nube. Al menos puedes sentir que tienes mi confianza, otorgada por la lejanía.

Me encuentro en mi universidad, en la biblioteca para ser especifico, y no sé cómo decirlo, pero creo que me he enamorado de mi amigo. En un momento, hace ya mucho tiempo atrás, tuve la buena voluntad de cupido, pero en el presente éste ha desaparecido y le ha regalado a otro tal bendición. No lo había pensado hasta ahora que fui donde él a saludarlo. Puede que suene estúpido, pero sí, me hizo sentir algo especial, justo en el centro del pecho, verlo sonreírme a modo de saludo. Su mirada volvió a provocar eso que ya una vez tuve la dicha de experimentar.

Creo que cupido se burla de mi, algo malo habré hecho. Fui atravesado con la flecha dorada y él con la plateada. Solo espero que la historia no se repita tal cual ocurrió con Apolo y Dafne. No sé cómo Apolo terminó, pero si tuviera que llorar hasta que mis ojos sangren por tener el mismo fin que Dafne, juro por mi vida que lo haría. Dichosa ella que pudo encontrar escape a su salida. En la noche de hoy miraré al cielo y en mis manos cargare dos piedras: esa que guarda un pedazo del universo y aquella que en un momento fue más valiosa que el oro. A una le susurraré mis deseos y peticiones para que lleguen directo a Universo y la otra para obtener la fuerza que caracterizó a los Reyes del antiguo Egipto.

O... quién sabe. Ya un día tuve frente a mis ojos el cuerpo que ocupaba ese ser que robó mi corazón; ese fue su castigo por haber jugado con lo más valioso que yo tengo en esta vida. Con él solo bastó su inocencia, una unión sellada por un primer y último beso. Un acto que lo obligó a recurrir a la sombras y ocultarse ante ella, pero su eterna enemiga piedad tuvo de mí y seis meses después, en el lugar de nuestro primer y último beso le tuve frente a mí. Fue ahí donde ese amor encontró la muerte, ahí la vida nos unió y la enemiga de la sombra lo eliminó.

Hoy clamaré por asistencia, pero no en contra de mi amigo, sino en la mía. Este sentimiento no puede seguir creciendo, se alimenta de la sequía y con pasión agosta* todo terreno fertil. Con él no puede ocurrir, con él no. Él es vida y yo no soy reclamado ni por ella ni la muerte. No tengo derecho a su ternura y su sangre no tiene porqué cubrir mis manos.

Hasta entonces,

- Fran

P.D. No me cansaré de repetirlo: no me juzgues, al final solo soy un reflejo de tu vida.

Estrellas EnsangrentadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora