SUPERAR EL MIEDO

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Una vez liberado del vértigo, me di cuenta de que me encontraba de nuevo en las cascadas. Frente a mí, debajo de una saliente rocosa, estaba mi mochila exac­tamente donde la había puesto antes. Miré a mi alrededor; no había ningún indicio de Wil. ¿Qué había pasado? ¿Adónde se había ido?

Según mi reloj, había pasado menos de una hora desde que Wil y yo habíamos ingresado en la otra dimensión, y mientras reflexionaba acerca de la experien­cia, me impactó recordar cuánto amor y cuánta calma había sentido, y qué poca ansiedad... hasta ahora. Ahora, todo lo que me rodeaba parecía opaco y como en sordina.

Agotado, fui a recoger mi mochila, con un nudo de miedo en el estómago. Sintiendo que estaba demasiado expuesto en las rocas, decidí regresar a las colinas del sur hasta decidir qué haría. Llegué a la cima de la primera colina y cuando empecé a bajar por la pendiente divisé a un hombre menudo, de unos cincuenta años quizá, que subía por la derecha. Era pelirrojo, tenía perilla y vestía ropa de expedición. Antes de que pudiera esconderme, me vio y caminó hacia mí.

Cuando llegó, sonrió con cautela y dijo:

-Me parece que llevo un rato dando vueltas. ¿Po­dría orientarme para volver al pueblo?

Le di las indicaciones generales hacia el sur del manantial y después le dije que siguiera el río hacia el oeste hasta llegar a la estación de los guardabosques.

Hizo un gesto de alivio.

-Me encontré con alguien al este de aquí, hace un rato, y me indicó cómo volver pero seguramente tomé el camino al revés. ¿Usted también va para el pueblo?

Miré con más atención la expresión de su cara y me pareció captar cierta tristeza y cierta ira en su perso­nalidad.

-No creo -contesté-. Estoy buscando a una amiga que anda por acá. ¿Qué aspecto tenía la persona que

encontró?

-Era una mujer de pelo rubio y ojos brillantes

-respondió-. Hablaba muy rápido. No entendí su nombre. ¿A quién busca usted?

-A Charlene Billings. ¿Recuerda algo más de la

mujer que vio?

-Dijo algo sobre el Bosque Nacional que me hizo pensar que podía ser uno de esos exploradores que andan dando vueltas por acá. Pero no sé. Me aconsejó que abandonara el valle. Me dijo que debía recoger sus cosas y que después también se iría. Parecía pensar que algo anda mal por acá, que todos corremos peligro. En realidad, se mostró muy reservada. Yo sólo salí a dar una caminata. Con franqueza, no sabía de qué me hablaba.

-Su tono indicaba que estaba acostumbrado a hablar de

una manera frontal.

Con toda la simpatía posible, dije:

La decima revelacionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora