RECORDAR EL FUTURO

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Nos arrodillamos en la cima de la colina y miramos con atención la base de un cerro más grande. Bajo la luz evanescente, no se veía nada fuera de lo común; ningún movimiento, ningún guardia. El sonido inarticulado, que había persistido durante la mayor parte de nuestra caminata de cuarenta minutos, había desaparecido por completo.

—¿Está seguro de que es el lugar correcto? —le pregunté a Curtis.

—Sí —dijo—. ¿Ve esas cuatro piedras grandes, su­biendo la pendiente unos quince metros? La entrada está justo debajo de ellas, oculta entre los arbustos. A la derecha se ve la punta de la antena de proyección. Al parecer está funcionando otra vez.

—La veo —dijo Maya.

—¿Dónde están los guardias? —le pregunté a Curtis—. Tal vez hayan abandonado el lugar.

Observamos la entrada durante casi una hora, esperando alguna señal de actividad, sin movernos ni hablar hasta que la oscuridad cayera del todo sobre el valle. De pronto oímos movimiento a nuestras espaldas. Varias linternas nos encandilaron y cuatro hombres armados se precipitaron sobre nosotros y nos exigieron que levantáramos las manos y nos rindiéramos. Después de pasar diez minutos revisando nuestras pertenencias, nos palparon de armas a todos y nos hicieron bajar por la colina hasta la entrada del bunker.

La puerta del búnker se abrió con violencia y apareció Feyman, vociferando enojado.

—¿Son ellos los que estamos buscando? —gritó—. ¿Dónde los encontraron?

Uno de los guardias explicó lo que había pasado mientras Feyman meneaba la cabeza y nos miraba a través de los haces de luz. Al fin se acercó y preguntó:

—¿Qué hacen acá?

—¡Tiene que detener lo que está haciendo! —lo urgió Curtis.

Feyman hacía esfuerzos por reconocerlo.

—¿Quién es usted?

Las linternas de los guardias se posaron en la cara de Curtis.

—Curtis Ferrell... No lo puedo creer —dijo Fey­man—. Tú volaste nuestra antena, ¿no?

—Escúchame —dijo Curtis—. Sabes que este generador es demasiado peligroso para operar en estos niveles. ¡Podrías arruinar todo el valle!

—Siempre fuiste un alarmista, Ferrell. Por eso te dejamos ir de DelTech. Llevo mucho tiempo trabajando en este proyecto, como para abandonarlo a esta altura. Va a funcionar, tal como lo planeé.

—Pero, ¿por qué corres el riesgo? Concéntrate en las unidades más pequeñas. ¿Por qué tratas de aumentar tanto la salida?

—No es asunto tuyo. Debes callar. Curtis se le acercó.

—Quieres centralizar el proceso generador para poder controlarlo. ¡Eso no está bien! Feyman sonrió.

—Un nuevo sistema de energía debe ser puesto en fases. ¿Crees que es posible pasar de la noche a la mañana de una energía que constituye una parte consi­derable de los costos de casas y empresas a prácticamente nada? Los ingresos disponibles de repente en todo el mundo provocarían una hiperinflación y tal vez una reacción masiva que nos llevaría a una depresión.

—Sabes que eso no es cierto —respondió Curtis—. Disminuir en forma marcada los costos energéticos aumentaría muchísimo la eficiencia de la producción y proveería más bienes a costos menores. La gente pagaría la deuda existente o ahorraría. No habría inflación. Estás haciendo esto para ti mismo. Quieres centralizar la pro­ducción para poder controlar su disponibilidad y precio, pese a los peligros.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2015 ⏰

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