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Pobre muñeca solitaria,
postrada en el mismo lugar,
más atada que antes,
daba gracias por no respirar.

No creía que su nuevo violeta,
de carmín se iba a manchar,
pobre ojitos desgastados,
en sangre se habrían de bañar.

Cómo tanto sufrimiento,
en plástico se habría de conservar,
ya no deseaba pensar,
dormiría una eternidad.

Cerró sus ojos con cautela,
soñando con su muñeco preferido,
le dolía recordarlo.
Le dolía no estar en su lugar.

Pobre muñequita de ojos morados,
de nariz respingada y labios amoratados,
cabellos blancos llenos de lágrimas,
ya no quería ni en las estrellas mirar.

Muñequita. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora