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Creyó estar sola,
ver el cielo amanecer,
en polvo que la acongoja,
se cohíbe en su ser.

Él no la apartaba,
muñeco de coser.
Con tinta negra en sus zapatos,
intentaba correr.

Sus poses estiradas,
hacia la misma dirección.
Le contó de sus sueños,
él le habló de emoción.

Mientras más se sonrojaba,
su porcelana se hacía piel.
Sus manos congeladas,
no podían aún mover.

Eran almas gemelas,
o los dos encerrados,
en este frío cuerpo de centímetros,
que han hayado en tiempos extraños.

Caía la noche,
la ternura era de admirar,
no podían sentarse juntos,
para no llorar lo iban a imaginar.

Frente a frente cada día,
ella le dijo que podía.
Tirarse al piso por él,
en la basura quedar.

Le negó su idea suicida,
la quería cuidar.
Ahora era su figura favorita,
en el enorme lugar.

Con un cargo de evidencia,
le daba miedo estar viva,
le pidió un deseo,
sólo quería ver las estrellas.

Muñequita. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora