¿Quién eres?

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Me levanto con el sonido de la música. Esto está genial, hay hasta un radio. Una hermosa mañana en la isla. Voy a la cocina y busco en los gabinetes de la cocina a ver si hay algo para desayunar, pero con lo que me encuentro es con harina de café, vasos, platos y cubiertos. Por lo menos hay café, si no tomo café por las mañanas me pongo de mal humor. Saco la harina, pero no hay leche, voy a tener que hacerlo negro.

Miro la estufa. ¡Mierda! ¿Con que lo voy a hacer? No hay cafetera.

—Una media—dije en voz alta, como si estuviera con alguien. Busqué en mi maleta un par de mis medias de zapatos nuevas. Esto es un poco raro, pero en realidad quiero café. Pongo a calentar agua en un caldero, el único caldero que hay, no es nuevo, pero algo es algo.

Hecho la harina en la media. Al terminar de calentar el agua saco una taza y hecho el agua caliente en la media con harina. El café sale por debajo de la media cayendo a la taza.

¡Listo! Tengo café, sin leche y sin azúcar, pero lo e tomado antes así, no me molesta.

Al terminar de tomar el café me pongo mis sandalias y busco mi cuchilla, para salir a buscar algo que desayunar. Voy a ver si consigo algo de fruta. Salgo de la casita y la mañana está hermosa, el sol de verano resplandeciente y los árboles se ven mas verdes que ayer. Miro a todos los árboles a ver si consigo algo que pueda comer. Veo una palma llena de cocos, pero mierda, no alcanzo. Miro al suelo a ver si veo un palo, pero no veo. Agarro una piedra y se la tiro al coco con la esperanza de que caiga, pero eso no sucede.

—¡Ahhh!—grité. Eso me desahoga, soy de las que grito por todo y lloro por todo. Por una cosa pequeñita me vez llorando, odio esa parte de mí.

Me voy en busca de otro árbol con frutas.

(...)

¡Me rindo! No puedo mas. Estado caminando como una hora y no encuentro nada. Esto no es tan fácil como pensé. Las gotas de sudor me bajan sin parar. Sigo mirando los árboles y me encuentro con una planta de guineos. Creo que esta hora me sirvió para algo. Miro la planta con la ilusión de que tenga guineo y para mi buena suerte tiene. Saco mi cuchilla y corto el racimo de guineo.

De camino veo una enorme rama tirada en el suelo, la agarro con mi otra mano. Esto me puede ayudar a tumbar los cocos. Caminé a la palma y le di a los cocos con el palo como cinco veces hasta que cayeron dos. Está bien dos por hoy. Con las manos llenas por los cocos y el racimos de guineo voy de camino a casa. Camino sin dejar de mirar el suelo para no caerme. De lejos veo un ¿cangrejo? Eso son de los que se come ¿no? Esto me puede servir como almuerzo. Pongo las cosas en el suelo y voy suavemente caminando hacia la cosa esa. Nunca he cogido una, me da miedo que me pique los dedos. Estoy en frente de ella y no sé como atraparla. Intento cogerla, pero abre sus palancas. Mierda, idiota te voy a atrapar. Acerco las mano y la atrapo por debajo de sus palancas. Así no me pincha, voy a busco lo que deje en el suelo. Me pongo el racimo de guineo como puedo en la boca, los cocos los agarro en una mano y el cangrejo en otra. Subo cuidadosamente las escaleras y entro a la casa del árbol.

Ahora si voy a tener un banquete. Mmmm, rico.

—¿Que haces aquí? —escuché a alguien decir. Di un brinco junto con un grito y solté las cosas que tenía en mi mano. Miro adelante y veo a un chico, sus ojos color celeste me miran fijo, no expresan nada.

—¿Quién eres ah?—prehunté.

—Nadie que te importe—dijo con brazos cruzados. Este idiota, ¿qué le picó? Hablando de picar, deje caer al cangrejo.

—¡Ahy, el cangrejo está suelto, me va a picar!—dije. Corrí al sofá y subí en el.

—¿Que cangrejo?—preguntó.

—Había traído uno para comer, pero por tú hablarme se me cayó.

—¡Puta madre!—grito y se subió al sofá conmigo.

—¿Y ahora que hacemos?—pregunté.

—Tú lo subistes a la casa, tú lo recoges—dijo con odio en su voz. Este niño me está comando la paciencia con sus ignorancias.

Me bajé del sofá y recogí los guineos y los cocos del suelo y los puse en la cocina.

—¿Qué esperas para atrapar el animal ese?—preguntó el chico.

—Sabes, yo no lo voy a recoger porque no eres amable conmigo. Por mí se queda suelto y que te pinche las bolas—dije. Sonreí para mí. Me imagino la cara que tuvo que poner.

—Como no lo atrapes en cinco minutos vamos a tener problemas—dijo con voz gruñona.

—Blah, blah, blah—dije. Cogí tres guineos y me senté en la cama. Quería ver la reacción de el niño ignorante este.

Él se bajó del sillón y fue caminando rápido hacia donde mí, me daba un poco de miedo. Que no me valla a hacer algo. De repente paró y comenzó a gritar.

—¡Ay me pincho! ¡La mierda esa me pincho!—gritaba. Traté de no reírme. Que bueno que le pase, por grocero. Baje de la cama y fui a atrapar al cangrejo. Lo puse en un envase donde no puede salir y fui a donde el chico.

—Dejame ver—dije.

—¿Ahora te preocupas? Después que me pincho—dijo mirando con cara de asecino.

—A pues no te ayudo—dije y me senté nuevamente en la cama.

—¡Ayudame!—grito.

—Sabes, te ayudo porque quiero no porque tú quieres.

Saqué el botiquín y lo senté en la cama. Le miré el dedo del pie y lo había lastimado, tenía una enorme herida en el pobre dedo y estaba inflado.

Saqué el alcohol y comencé a limpiarlo. —Ahora digame, ¿cual es tu nombre?—pregunté.

—¿Qué te importa mi nombre?—preguntó. Le apreté la herida para que le doliera.

—¡Ay! Me llamo Andrés—dijo.

—Me estás mintiendo—no puede ser que este estúpido también se llame casi igual que yo.

—¿Tengo cara de que estoy mintiendo?

—Me llamo Andrea.

—No me jodas—dijo.

—Te voy a preguntar una cosita. ¿Que haces en mi casita?—no es mi casita, pero le voy a mentir. Además sé que la casa no es de él porque parece de nena.

—Tuve que venir a la isla, para una prueba. Me encontré esto y entré.

—Eso quiere decir que te puedo votar cuando quiera.

—No lo harás —dijo seriamente. Me dan ganas de meterle un puñetazo.





That summer feelingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora