Un día insoportable

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Terminé de cocinar el cangrejo y me senté a comer. Andrés no quitaba la mirada de mí.

—¿Tengo monos en la cara?—pregunté con una ceja arqueada.

—Sí—contestó.

Ya me está cansando.

—Si vas a ser grosero te vaz. ¿Okay?—no lo voy a dejar hacer lo que quiera en mi supuesta casita.

—Soy así, ni tú ni nadie me va a cambiar así que acostumbrate.

Apreté los puños, te juro que estoy apunto de sacar la mano y pegarsela en la cara.

Terminé de comer y puse los trastes en la cocina. Quiero salir de esta casa un rato. Sin este idiota. Salí sin avisar. Vamos a ver que puedo ver en esta isla.

—¿A donde vas?—preguntó Andrés.

—¿Te importa?

—No me voy a quedar solo. Me voy contigo.

—Que bebé, te da miedo quedarte solo.

—¡No es cierto!—gritó. No le hice caso y caminé. Él iba detrás mío.

Podía ver tantas flores hermosas y los arboles tan verdes. Me encanta esta isla, pensé que tendría que dormir incómoda, pero aquí puedo vivir feliz.

Sentí algo golpearme en la cabeza, lo que me saca de nos pensamientos. Respiro profundo, sé que fue este mamas boy. Volteo y lo miro con cara de asesina.

—¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?—preguntó.

—¿Tú quieres guerra? Pues guerra tendrás.

Seguí caminando. Él no va a salirse con la suya. Al lado mío había un árbol. Me paré y él lo siguió caminando. Es mi hora de venganza. Cogí unas pepitas que tenía el árbol y con todas mis fuerzas se las tiro en la espalda. Algunas le dan en la cabeza y otras por toda la espalda.

Él rápidamente se viró y me miró enojado.

Me voy a joder.

—Te voy a matar—dijo y comenzó a caminar hacia donde mí. El árbol del que cogí las pepitas comenzó a sacudir. Me quedé mirando y mierda, creo que es un mono.

El animal comienza a gritar o chillar no sé, pero me quedé congelada.

—¡Corre loca!—gritó Andrés agarrandome la mano. Corrí a toda velocidad, pero el mono rabioso seguía detrás de nosotros. Andrés corre mas rápido y me lleva de la mano casi arrastras. Pasamos varios árboles, trataba de mirar bien el suelo para no caerme porque si no el mono nos coge. Llegamos a la casa y subimos las escaleras a toda velocidad y cerramos la puerta.

—¿Cómo carajos un mono nos estaba corriendo?—preguntó Andrés respirando agitadamente.

—De verdad no tengo idea.

—Por tu culpa casi nos matan.

Genial, ahora este imbécil piensa que es por mi culpa.

—No es mi culpa que tengas cara de banana y nos haya corrido—dije. Me sentí victoriosa por un momento.

Siento la mirada de Andrés en mi espalda.

Voy al baño y me ducho. Me quiero quitar todo este sudor de encima. Comienzo a cantar para relajarme un rato. Escucho la puerta del baño abrirse. Que no sea este nene porque lo mato.

—¿Andrés?

Rápidamente me cae agua helada de arriba. Los hielos que tenía el vaso de agua que me tiró este imbécil me dieron en la cara. ¡Te juro que lo mato! ¡Lo mato!

That summer feelingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora