{1.2} Young and lovely

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Parte 2


No me gusta Graham, pero... pensó el gran día, el día en que su plan se llevaría a cabo, y tras pensarlo mucho había decidido que improvisaría, es decir, se había comido la cabeza durante más de tres semanas para eso, y era el momento de actuar incluso aunque lo de la composición no se le hubiera dado muy bien —él creía fielmente que le faltaba tan solo un poco más de conocimiento para lograr hacer algo— pero tenía algo formado en su mente, al menos, solo tenía que pedirle a Graham que tocara algo... algo que le naciera, y si no quería hacerlo pues iría a pedirle a la profesora de música alguna porquería de partitura para saxofón y se la daría, de hecho, ese era el plan B.

Si A sale mal, B sale bien, es decir, todo tenía que salir bien o tenía que salir bien.

Sí, con los días se ponía más ansioso por conseguir lo que quería conseguir, así era él.

Esperó que terminara la clase de música de los chicos del curso de Graham y se coló por entre los estudiantes que salían hasta llegar al puesto del moreno, quien guardaba su saxofón en su estuche con mucho cuidado y suavidad. Lo observó un momento antes de aclarar su garganta y llamar su atención. Cuando el moreno lo miró no se sintió extraño, ni siquiera incómodo, su mirada era tan gentil, curiosa, tímida, era una mirada oscura que lo invitaba a hablar sin temor a equivocarse o a ridiculizarse frente a él, Graham lo hacía sentir definitivamente cómodo, más de lo que se imaginó.

— Er... tú eres Graham ¿No es así? —preguntó como si no supiera su nombre completo desde hace mucho tiempo.

El chico asintió y se acomodó el bolso con el saxofón en la espalda.

— Yo... —Damon recordó a su hermana y su propio plan de simpleza, el cual tuvo que emplear a regañadientes gracias a sus nervios— Lo siento mucho por... por lo del otro día, ya sabes, creo que no fui muy amable contigo.

— Está bien —el menor le sonrió con sinceridad, Damon pensó en ese momento que no podía haber persona más jovial y amable en el planeta, no estaba siquiera un poco resentido por lo que había sucedido. Por el lado del moreno, en realidad no le había importado mucho lo que sucedió anteriormente, es decir, lo recordaba con algo de incomodidad pero podía superarlo, por supuesto; había visto a Damon Albarn por ahí antes, cantando en los actos de la escuela, sorprendiéndolo con lo increíble que era pues ese niño tenía la confianza de una estrella de rock, nunca dejó de sorprenderse, y nunca dejaría de sorprenderse de tenerlo ahí, hablándole, tartamudeando unas disculpas ante él.

Era... tierno.

— Uhm pero... er... ¿Necesitas algo? —le preguntó luego de un rato, ya que no podían quedarse en silencio todo el receso, algo más debía querer de él.

— Oh sí —Damon recordó su cometido, ahora sí había tenido el valor de mirarlo más y definitivamente podía decir con toda la experiencia que le daban sus cortos doce años que jamás se había sentido así de maravillado por alguien, en persona, porque sí se había sentido así con los músicos que adoraba, esa gente inalcanzable pero Graham... Graham estaba ahí, tenía 11 años y lo estaba mirando con una verdadera confusión en sus ojos de aceitunas— ¿Sabes? Tengo este problema... escribí una canción y creo que necesito un solo de saxo, es... bueno, sé que puede ser una molestia pero quizás podrías ayudarme con esto, ya que supe que eres el único chico que toca saxo en la escuela.

Graham sonrió como si pudiera saber que todo eso era un montaje y Damon le sonrió de vuelta con confianza, intentando contrarrestar ese sentimiento, decirle con su fuerte mirada azul: esto es real, es verdad, yo necesito a alguien que sepa tocar saxofón y justamente tú eres el único, te necesito, no monté todo esto solo para conocerte, saber cómo suena tu voz, tenerte cerca...

— Claro —fue lo único que dijo el niño.

— ¡Genial! Uh, me llamo Damon, por cierto —el mayor soltó sin dejar de sonreír.

— Sí, había... había oído sobre ti, Damon —Graham se encogió de hombros un poco retraído y comenzaron a caminar juntos fuera del salón al darse cuenta de que eran los últimos y estaban solos allí.

— Oh, bueno, este —Damon se rascó un brazo, pensativo— Podríamos ocupar alguna hora de comida para... para ver la canción ¿Te parece bien?

— Claro —seguía siendo la amable respuesta del pequeño castaño— Afuera de este edificio hay un cuartito aparte en donde podríamos ensayarla sin que nos fastidien —explicó.

— ¡Estupendo! —Damon sentía como si pudiera volar de la felicidad— Muchas gracias, Graham, de verdad...

— Oh, no hay problema —Graham comenzó a jugar con su cabello distraídamente— Tienes una bonita voz, no sabía que compusieras canciones también, debe ser... genial, ¿Quieres ser músico, Damon?

— ¿En-en serio crees que tengo bonita...? —el rubio casi se atraganta con su propia saliva— Quiero decir, gracias, sí, bueno, no lo sé, soy muy pequeño para querer ser algo pero yo creo que estoy más inclinado a la actuación, me encanta el teatro y la interpretación ¿Sabes? aunque ser músico suena genial ¿No? Hacer discos que le gusten a la gente tanto como a mí me gustan los discos antiguos debe ser de otro planeta —soltó con alegría y entusiasmo.

— ¡No puedo ni imaginar lo genial que sería! —rieron juntos.

Justo en ese momento, cuando caminando llegaron a la puerta de salida de la escuela, Jessica y sus amigas se cruzaron con el par, y cuando una de ellas codeó a la muchacha —pues las amigas de la pequeña parecían derretirse por su hermano— la niña se dio cuenta de algo, y fue instantáneo.

Él era el chico, ese niño de piel pálida, ojos dulces y oscuros, cabello castaño claro y desordenado, era él, tenía que ser él.

Cuando el azul y el azul se mezclaron en una mirada que todo lo dice, como los hermanos que eran, Jessica sonrió con dulzura y alzó su mano para saludar a ambos, Damon alzó la suya con algo de vergüenza, la cual por suerte Graham no vio.

— Ella es mi hermana —explicó el rubio.

Graham no dijo nada, solo alzó su mano y la saludó de vuelta con una sonrisa tímida.


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