El futuro del Pasado

389 39 11
                                    

Lifehouse: Everything

Durante el viaje, ninguno habló demasiado. La ansiedad por llegar y confirmar el estado de su padre por ellos mismos era lo que tenían todos en mente. Andrea, había estado comiéndose las uñas de la angustia, el más sereno de los tres, era Santiago aun cuando estaba sobrellevando una fuerte resaca y se sentía tan nervioso como sus hermanos.

Aidan, observó a modo de cavilar en algo más, el paisaje austero del llano, el sol inclemente y la brisa pegajosa. Una mezcla de emociones, se distendían por su cuerpo, de Valle de la Pascua se había ido por decisión propia, cuando pensó que había sido suficiente de esa vida campesina, desgastante y sin sentido, amaba la naturaleza como pocos, los animales y los beneficios de la tierra, pero no eran suficientes motivos como para que él se quedase, era más un hombre de ciudad. Ni hablar en materias de amor, las mujeres siempre fueron su debilidad, pero ninguna antes, ni hasta entonces se había adueñado de su corazón. O al menos eso quería creer.

—Espero que todo esté bien cuando lleguemos —Andrea, su hermana expresó el deseo anhelado por todos.

—Lo que sea, sabremos enfrentarlo juntos. Papá, es un hombre fuerte y siempre ha sido saludable, no se dejará caer por nada —Santiago, habló sereno. Él debía ser más ecuánime en esa situación, como hermano mayor y como el hombre de familia que se consideraba, era.

Aidan, solo continuó observando el paisaje. Se negaba a atormentarse con las posibilidades de que su padre sobreviviera o no, en esos momentos ninguno sabía más allá de las palabras emitidas por su madrastra, no habían oído el diagnóstico del médico que atendía a su padre y sobre todo no lo habían visto a él, para emitir un comentario al respecto.

Las horas habían resultado lentas y agonizantes. Cuando por fin llegaron a destino, debieron ir directo a la clínica, lo que estaba destrozando aún más sus nervios. Andrea, se veía cada vez más pálida y Aidan sentía un nudo en el estómago que subía hasta su garganta y descendía vertiginosamente. Santiago, no era la excepción a diferencia de Aidan, él si había logrado vivir los mejores años de la relación de sus padres, privilegio concedido por ser el mayor de los hermanos.

Al entrar a la sala de espera, pudieron visualizar a Fernanda la tercera esposa de su padre, sentada en una de las sillas metálicas con la ansiedad reflejada en su rostro y agitando las piernas. Aidan, sintió como su estómago se tensó y sus rodillas parecían desarticularse.

—¡Fernanda! —Andrea, corrió hacia su madrastra.

—¡Andrea! Dios, que bueno que ya están aquí —Fernanda, pareció aliviada por no estar ya sola en medio de la tormenta.

—¿Cómo está papá, Fernanda? —aquella pregunta era el reflejo de la angustia en los recién llegados.

                                                                     ***

Celeste, bajó del taxi un tanto apresurada por el aguacero que comenzaba a desparramarse del cielo y porque no quería llegar toda mojada, a la cita con Maximiliano.

Se quejó de su mala fortuna para salir a cenar, luego haberse decidido a invitar a Maximiliano, decisión que fue apoyada por la atolondrada de su hermana y que le había costado valía tomar.

—Una reservación a nombre de Celeste Bethkep —Celeste, dijo a la chica encargada de la ubicación en las mesas del restaurante.

—Sí, señora. La llevo a su mesa —la muchacha le sonrió.

—Disculpa, pero la mesa es para dos y quisiera saber si ya mi acompañante llegó —interpeló a la chica.

La joven buscó entre sus apuntes y negando con la cabeza respondió—: No ha llegado, aún.

A diez millas de tu corazón ¡COMPLETA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora