Capítulo 1

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-Do Min- su madre llamaba a la puerta - Se te hace tarde para la escuela - intentaba abrir girando la manilla pero tenía el seguro pasado - ¡Do Min, abre!

-Hola mamá - la chica abrió - Perdón, me quedé dormida, ya me arreglo.

-Apúrate o si no llegarás tarde y tú no eres de esas, a diferencia de tus hermanos tú sí eres un orgullo para mí.

-Ay mami, que exagerada - rió ligeramente.

-Te dejo para que te alistes - se retiró dándole un beso en la mejilla y su hija cerró la puerta.

-Ya, puedes salir.

Debajo del cubrecama se asomó ese muchacho rubio de grandes ojos y dientes brillantes que mostraba en una sonrisa de triunfo por no haber sido descubierto. Do Min agarró su ropa que estaba regada en una esquina del cuarto y se la pasó lanzándosela en la cara, provocándole que hiciera una mueca. El chico se apresuró a ponérsela pero antes de salir por la ventana, como siempre hacía cada vez que pasaba la noche con una chica de familia, se volteó hacia ella, la tomó de la nuca y la besó como una bestia queriéndole devorar los labios.

-Como amo cuando me besas – dijo la joven al separarse del beso con la respiración agitada - Si no tuviera que ir a clases esperaría a que mi madre se fuera al trabajo para que me tomes de nuevo y así gritar como es debido- le mordió el labio.

-Eres una sucia y actúas como un angelito frente a tu madre – negó con la cabeza.

-Por ti sería la chica más sucia del mundo - sonrió pícaramente - Bueno ya, vete o si no mi mamá se dará cuenta - lo empujaba hacia la ventana por la cual el chico salió.

Afortunadamente estaban en un segundo piso por lo que no se le fue difícil bajar, ya había saltado muros más altos mientras escapaba de la policía, de algún matón o de algún padre enojado y se había roto un tobillo, muñeca y costillas pero eran cicatrices de la vida, como dice él. Terminando de abrocharse el cinturón, el muchacho caminó hacia la estación de autobuses más cercana porque a pesar de que no vivía muy lejos, le daba mucha pereza caminar y prefería usar el transporte público aunque tuviera que pagar. El autobús no tardó en llegar y al abordarlo buscó su billetera en la parte trasera de su pantalón pero no la encontró.

-Mierda - dijo entre dientes para sí.

-¿Subirás o no? No tengo todo el día - le preguntó el chofer.

-Verá, no traigo la cartera conmigo.

-Ni creas que te dejaré subir gratis.

-Le pagaré en cuanto llegue a casa.

-Sí claro. Yo no nací ayer y se te nota en la cara que eres un pequeño delincuente... ¡Ya! Sal de mi autobús.

El chico prefirió no protestar, era muy temprano y le daba flojera ponerse a pelear así que bajó y no le quedó de otra que irse a pie, bufando y pateando cualquier piedra y chapa de botella que se le atravesara en el camino. Se fue caminando con las manos en los bolsillos de sus pantalones rasgados, palpando lo que había dentro de ellos y maldijo por dentro al sentir unas monedas que pudo haber usado para el transporte. Pero ya no se iba a poner a esperar otro autobús y se fue directo a su casa, encaramándose hasta su ventana como ya sabía hacerlo, apoyando su pie en el toldo de la ventana de abajo de la suya, dejando sus huellas marcadas acompañando a las otras de días anteriores y sosteniéndose de los agujeros libres de ladrillos faltantes en la pared. Se coló a su habitación, cayendo directo en su cama que estaba pegada a la pared donde se encontraba la ventana y se arropó para hacer creer que durmió allí toda la noche.

Zero for conduct: Masacre de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora