TOGETHER » SCOTT SUMMERS.

» DOS

Dos días han pasado desde aquel incidente con el mutante que asaltó el banco de la ciudad. Dos días desde que vi a Storm y a Wolverine; después de un año y fracción de no verles a ambos. Al estar en la Academia para Jóvenes Dotados de Charles Xavier, la amistad que hice con Ororo fue de las mejores que pude haber tenido, la mujer siempre estaba para mí cuando la necesitaba y yo, para ella también.

En el caso de Logan, es otro asunto, nunca fui su mejor amiga o persona favorita con quien estar; pero ambos tuvimos nuestros momentos. Además, él fue mi maestro en diversas clases; la historia se le da bastante bien, el asunto de ser inmortal le ayuda mucho, aunque a veces el tema le altera, no sé el motivo pero sus razones ha de tener. Todos tenemos un pasado con el cual lidiar. Él lo tiene, así como yo tengo el mío, por eso Logan me dio varios consejos de supervivencia y algunas formas de usar mi poder. Para aprender a lidiar con mis demonios.

Por otro lado, en mi casa, papá me ha estado preguntado el motivo de mi ansiedad repentina, y es que desde que vi a aquellos viejos amigos, he estado atenta — más que antes — por si Scott se le ocurre aparecer, sé que he pensado varias veces en sacarlo de mi cabeza, pues ya ha ocupado por mucho tiempo mis pensamientos. Pero me resulta difícil hacer aquello.

No es nada fácil sacarte de los pensamientos a aquella persona que te ayudó en tus peores momentos, la que te cuidó y te enseñó muchas de las cosas que sabes ahora. Puede sonar fácil el olvidar, pero en definitiva no lo es.

— No es nada que deba preocuparte, papá — le digo por millonésima vez, para después darle un mordisco al emparedado de pavo.

Los dos estamos en la cocina, una pequeña habitación con las paredes de color crema, con techo blanco. Aquí es donde los dos tenemos el comedor, que consiste en una pequeña mesa con tres sillas. No somos una familia numerosa, así que es justo lo que necesitamos. De hecho, esa tercera silla se anexó cuando Scott comenzó a frecuentar en mi casa, pues pasaba tanto tiempo aquí que ya se le consideraba parte de la familia.

— ¿Estás segura? — asiento y papá se ajusta la corbata de su camisa.

Él está por irse a su trabajo en la universidad. Es profesor de Algebra, tiene a su cargo el grupo de chicos dotados, — otro recordatorio involuntario de aquella academia —. Papá lleva puesto el uniforme establecido en la universidad. Camisa blanca de manga larga, con corbata, acompañado de pantalones y zapatos negros. Su cabello esta peinado de lado como siempre.

Me le quedo viendo por unos segundos, papá es apuesto para su edad, tiene el cabello azabache, ojos azulados y la piel ligeramente tostada. Sí, algunas arrugas se le forman levemente en algunas partes de su rostro pero si se lo propone, puede conseguirse una nueva pareja. Sin embargo, desde que mamá murió, cuando yo tenía solo diez años de edad, él no ha hecho el intento de conseguirse a alguien más. Aunque le agradezco que quiera conservar el recuerdo de mamá vivo, él merece ser feliz también.

— Completamente segura — digo para tranquilizarle y él asiente —. Ahora vete o llegarás tarde, ya sabes cómo son los sabelotodos, no les gusta perder el preciado tiempo de sus clases — bromeo y papa ríe.

— No les llames así, que tú también eres una de ellos — vaya que papá sabe cómo contra restar mis bromas.

— El hecho de que tenga un don que involucre el uso de mi cerebro, no significa que sea una sabelotodo, soy ignorante a muchas cosas todavía — papá niega con la cabeza.

— Siempre subestimándote cariño — él se acerca y besa mi frente — eres muy inteligente, y poderosa, es hora de que te des cuenta.

— Si lo soy, entonces ¿Por qué huimos siempre? — papá tuerce los labios.