Contengo la respiración y me hundo bajo las almohadas de la cama, ahogándome en lágrimas que no quiero dejar deslumbrar ante él. Me quedo en silencio y oculto mis ojos bajo mi cabello enmarañado, mirándolo entre medio de este en busca de sus ojos.
-Quédate quieta, no dolerá-me dice, sacándome lentamente la segunda venda justo al lado de mi ombligo, dejándome con el torso descubierto hasta mis pechos, zona que procuro ocultar bajo el edredón. Arrugo la cara al sentir un tirón en mi vientre. Hago a un lado mi cabello y observo de reojo la herida. O lo que quedó de ella. Es grande. De al menos 15 centímetros, rodeada de moretones en pleno apogeo. Contengo otra vez la respiración, evitando mover el mínimo de músculos posibles. La herida aún no cicatriza del todo y los puntos siguen estando ahí, provocándome una sensación de terror que hiela mi piel.
Aprieto los labios y cierro los ojos, deseando que el dolor desaparezca. Apenas había sentido la herida hasta que él la dejó descubierta. O quizás nisiquiera duele, solo que exagero al saber que mi abdomen estuvo abierto y que lo sellaron. Vuelvo a sentir el foco de luz sobre mi, proyectando sus rayos justo en mi vista con una fuerza enorme que atraviesa mis párpados y que me ciega por milésimas de segundos.
El "Dr John". Apenas puedo llamarlo doctor, me resulta conocido, como si fuese mi amigo. Tiene casi la misma edad que yo, y no me cae en la cabeza el contraste que hacemos. Él ya egresó de la universidad y ejerce su carrera, con un futuro más que prometedor y lleno de éxitos; en cambio yo, en el otro extremo, no tengo trabajo, me gradué a arrastras y mi madre que está, sinceramente, algo menos jodida que yo, me mantiene y financia mis arrancadas a fiestas. La verdad es que nada de eso me enorgullece pero tampoco me hace sentir la persona mas horrenda y despreciable del mundo, pues, lo único que hago es divertirme y vivir la vida que mi madre aún no es capaz de asimilar, así que, le vean por donde le vean, nadie puede arrestarme por eso.
Pero..., todo eso al lado de este hombre no sirve. Me siento inútil, y por fin noto abiertamente en lo que he convertido mi vida. Su vida es multicolor, y la mía, color sepia.
Polos opuestos, murmuro.-¿Cuánto tiempo llevo aquí?-le pregunto entre dientes, destrabando las palabras a conchos. Subo la mirada hasta sus ojos pendientes en mi herida.
-15 días, dos horas-me dice, echándole un vistazo al reloj colgado en la pared-, y serán muchos más si no te quedas quieta-se detiene y posa sus ojos en los míos, que de por si ya están bastante escondidos bajo la almohada. Saco el resto de mi rostro debajo de la almohada y trato de no moverme en absoluto, pero me resulta imposible al estar consciente de aquella herida. Mi vientre sube y baja ante cada respiración y mis dedos se agarran en la sábana, tironeándola fuertemente y sin compasión. Lo miro de reojo y oculto una leve sonrisa. No es que me haya parecido chistoso lo de seguir aquí por el resto del mes, sino que él haya bromeado un poco. O quizás tampoco lo hizo. Sea lo que sea, me reconforta al menos un poco.
-¿Qué tan grave es?-le pregunto, elevando el cuello para ver la herida que tanto husmea con los guantes quirúrgicos.
-Esto no es grave, dentro de unas semanas cualquier indicio de esta herida desaparecerá. Lo preocupante son tus piernas, Brooke. Ahora no las sientes porque te inyectamos calmantes para el dolor, pero están vendadas del todo-un silencio sella sus palabras y se me hiela la sangre. Apenas lo había notado y ni siquiera las tomé en consideración. Entro en pánico lentamente, recordando todas aquellas series y películas en donde un personaje debía usar silla de ruedas por el resto de su vida a causa de un accidente.
Empiezo a sudar frío, y sin detener mis palabras, las expulso con determinación.
-¿Acaso debo usar..., silla de ruedas?-lo miro asustada, con la respiración agitada y sin percatarme que estoy rasguñando mi antebrazo nerviosamente.
-Eso es un diagnostico muy apresurado, todo depende de la evolución de la cicatrización de las heridas. Tuvimos que operar tu pierna izquierda al menos dos veces porque la sangre no coagulaba. Pero por el momento solo nos queda esperar-se saca los guantes quirúrgicos de uno en uno y los lanza rápidamente hacia el basurero, cubriendo mi torso con las sábanas y bajando el camisón de dormir con los dedos, enviando cortocircuitos a mi piel ante el roce de sus dedos.
-Llamaré a tu madre-se aleja y se me queda mirando detenidamente antes de abandonar la habitación al cerrar la puerta detrás de él y dejarme a solas, desatando una soledad dentro de mi que no merma.
Sentimiento que no desaparece al ver a mi madre atravesar el umbral de la puerta. Pestañeo aleatoriamente y llevo mi mano sobre mi cabeza, dando un gran suspiro que eleva mi pecho notoriamente. No digo nada; en vez de eso, me quedo callada y espero que ella me dirija la palabra, como siempre suelo hacerlo. Y funciona.
Deja su cartera color negro metálico sobre un pequeño sillón situado al lado de la ventana y se acerca lentamente, como si su cercanía infligiera un daño. Alza sus manos a la altura de la cama y las apoya delicadamente sobre mis muslos, percatándome que ella ya está bastante informada sobre el estado de mis piernas. Y mucho más que yo.
-Brooke...-congela sus palabras, tragando forzadamente como si estuviera comiéndose una piedra-, ¿cómo te sientes? Yo...-vuelve a quedarse en silencio, cosa que no me molesta, ya que suele tardar un par de minutos en gesticular palabras que para mí son sin sentido.
-Pues como me ves, aunque seguramente eso ya lo sabes, ¿o me equivoco?-observo sus dedos sobre mi muslo derecho y la forma en que los roza-. Puedes tocarme, no soy de cristal-le digo con un tono bastante duro y serio, enarcando mis cejas y bufando, como si ella tuviese la culpa de todo...
-Cuando supe que tuviste un accidente en moto..., pensé que-se queda en silencio, meditando sus palabras-, pensé lo peor. Que te había perdido y que todo había terminado-dice con un tono triste, haciendo un gran esfuerzo para que su voz sea audible para mis oídos.
-Pues no me he ido a ninguna parte, le joderé la vida a todos por un buen tiempo más-me río cruelmente, mirándola directamente a los ojos, infringiendo en ella mi indiferencia hacia su nueva personalidad de madre preocupada. Ya sabes lo que dicen..., nadie te aprecia hasta que rozas la muerte-.¿A qué te refieres con que todo ha terminado? No recuerdo haber tenido algo memorable entre nosotras-frunzo el ceño, cerciorándome de decirle todo lo que siento y pienso sobre ella y yo. Dudo si hay un nosotros, ya que lo único que ella es para mí, es mi madre; la mujer que me dio la vida, cosa que no me hizo mucha gracia y no lo considero como un favor que necesite ser remunerado.
-Puede que últimamente la relación entre ambas sea más que nula y que, notablemente, no tengamos cosas en común. Pero créeme que trato, pero tú...-no la dejó terminar la oración.
-Pues no trates-digo de forma cortante-Debería salirte natural, ¿o no? Quizás si lo dejamos como está, todo irá mejor; tú sigue con tu vida y yo con la mía, ambas separadas por una gran distancia. A mí me lo dejarías más fácil así tal cual. ¿Qué te parece?-le pregunto, con cierta tensión en mi voz. No recuerdo la última vez que le hablé tan mal. Y tampoco la última vez que realmente nos dijimos más de 5 palabras. Entre nosotras, en nuestro dialecto, sólo existen las palabras como "Hola", "Adiós", "Vete, quiero estar sola", "Ya comí" y "Debo irme". Que sutil, ¿no? Relación monótona.
-No me digas eso..., solo es que me lo haces difícil. Digamos que no eres una hija sumisa y amorosa, y menos comprensiva-roda los ojos, hundiendo la cabeza hacia su cuello.
-¿Pues viniste a aquí para preguntarle a tu querida hija cómo le iba todo con su pierna que peligra en no volver a ocuparse o..., simplemente viniste a ofenderme? ¿Con tu notable don para culpar a mis actitudes como dificultad para relacionarnos, disfrazada de madre preocupada? Pues ese chiste no me entra, ni con 20 copas de whisky en una noche-finalizo mi oración algo cansada, golpeando mis puños contra el edredón sobre mis piernas. La habitación queda en silencio al no recibir las palabras provenientes de ella. No hay ninguna respuesta. Ni tampoco la esperaba. Nada fuera de lo común; solo hace una mueca de pena, mordiéndose el interior de la boca, con la mirada perdida en mis tensos puños en busca de la tranquilidad.
-Me preocupas, pensé que te perdería. Llevo años atemorizada, queriendo no contestar el teléfono por miedo a escuchar que te ha pasado algo, y que ni el arrepentimiento ni la impotencia por la pérdida de tiempo me hará recuperarte. Puede que no te lo demuestre como debería, pero ya sabes a quién te pareces cada vez que ocultas tus sentimientos conmigo.
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Such a beautiful love
Storie d'amore-Me sentía como uno de esos globitos de helio atado a la superficie con una piedra. La más pesada del mundo. No podía alcanzar mi metas y mi destino, porque el peso de la superficie era tan grande que no podía luchar e ir en contra de la gravedad co...